El sermón del reverendo Alden remueve a todos, quizás, al saber que las hijas del viejo Smith se encuentran en ese momento allí, habla acerca del amor, del perdón y de que los hijos no pueden pagar por las culpas de los padres. Habla también del respeto hacia los demás, que nadie es inferior ante los ojos de Dios, momento en el que Jacqueline le da una significativa mirada a Arturo, que le devuelve un guiño burlón. Al terminar, salen todos muy felices, el día está esplendoroso, quizás eso hace que todo parezca más brillante y mejor para Jacqueline. ―Buenas tardes, señorita ―la saluda un hombre mayor. ―Buenas tardes, señor... ―Robert Herman, soy dueño del aserradero del pueblo. ―Mucho gusto, señor Herman, yo soy... ―Sé muy bien quién es ―la interrumpe el hombre con una sonrisa―,