La mañana siguiente, Arturo Morgan se encuentra con sus hombres arreglando unas vallas que fueron destruidas por los toros que habían sido soltados la noche anterior por su odiosa casera, esa mujer que se creía bandolera y no tenía idea siquiera de cómo hacer verdadero daño. ―Jefe ―lo llama Roger, sorprendido. Arturo lo mira y el hombre le hace un gesto indicando hacia la entrada al rancho. Jessie viene casi corriendo. El terrateniente avanza apresurado hacia la niña, pensando en que pudo haber ocurrido algo malo. ―Jessie, ¿qué hace aquí tan temprano? ¿Le pasó algo a su hermana? ―No, no, yo... Yo quería hablar con usted, ¿es posible? ―Claro, claro, ¿no tiene escuela hoy? ―Voy a ir después de que hable con usted. ―Dígame. La niña suelta un par de lágrimas antes de comenzar a h