Arturo, confundido, enojado y decepcionado, cabalga a toda prisa a la casa de Jacqueline. La señora Rangel corroboró la compra y dijo que Jacqueline le había dicho que era para el granero. En el fondo de su ser, Morgan esperaba que no fuera ella la bandolera. Sin embargo, si la pintura correspondía... La joven Smith sale a abrir y se encuentra con Morgan, furioso en su puerta. ―¿Qué sucede? ―Quiero ver el granero. ―¿Qué? ―Eso, quiero ver el granero ―exige. ―¿Por qué? ¿Qué pasó? ―Déjeme entrar o entro a la fuerza. ―Si quiere pase, pero el granero está inhabilitado, allí no hay nada ―asegura con la voz tensa. ―No me importa si está habilitado o qué hay dentro, quiero verlo. ―¿Qué sucede, señor Morgan? ―¿No lo imagina? ¿Acaso cree que todas sus fechorías van a quedar sin u