Capítulo 1
Después que entraron los hijos de Dios
á las hijas de los hombres, y les engendraron hijos:
éstos fueron los valientes que desde la antigüedad
fueron varones de nombre.
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Génesis 6:4-6
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Febrero – 3,390 a.C.
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Dolor.
El metal perforó su carne en una bola de chispas que giraba, ardía y chillaba. Él agonizaba mientras una varilla de acero empalaba su pecho, fijándolo a la cubierta de su nave como una mariposa atrapada. La sangre brotaba de sus pulmones. Su dulce y cobrizo olor llenaba el aire; el olor de su propia muerte inminente.
Trató de recordar su nombre, pero no había recuerdos, sólo la sensación de caer sin parar.
—¿Así que esto es todo? ¿Este es el fin?
Derramó una lágrima cuando la nave golpeó la atmósfera y comenzó a arder; su dolor era como tener un puñado de sal sobre un corte agudo que ni se comparaba al calor ni al dolor de sus otras lesiones. Solo. Siempre supo que moriría solo.
La nave emitió una señal de advertencia.
Cerró los ojos y rezó para pasar tranquilamente al vacío y sentir cómo su vida abandonaba su cuerpo; lo que pondría fin a su inmensurable dolor. Pero, incluso cerca de la muerte, la parte suya que recordaba quien era él, le susurraba:
—¡Lucha!
¡Sobrevive!
Vive un día más.
Apretó el puño alrededor de la estatuilla pequeña y oscura que siempre guardaba junto a su corazón. Él completaría la misión. Devolvería la mano a aquellos que habían hecho esto, a pesar de que no tenía recuerdos sobre a quién estaba combatiendo o por lo que estaba luchando.
Aun cuando debería haber dejado este mundo hace mucho, continuó luchando durante cada respiración.