La reacción ante la muerte de su esposo, era de tranquilidad, por lo que no culpaba a la Sargento, que la acusara se su muerte.
Había pasado por un breve sentimiento de pérdida, la que dio rápidamente lugar a un sentimiento de alivio, donde ya no habrían discusiones, desinterés, rechazo, ni recriminaciones, ni culpas. Rodrigo había muerto, y no tenía nada que ver ella con aquel hecho, aunque la sargento la apuntara y pensara que era una vil, canalla asesina.
Era un espléndido día en San Antonio, se podía vislumbrar un preludio a los días menos cálidos y más húmedos propio del Otoño. Marian del Solar, lamentó por enésima vez la muerte de Rodrigo y la noche de pasión con Agustín.
Se comienzan a sentir los días otoñales, brisa helada, las hojas han comenzados a mostrar los matices de colores. Emiliano Dun se sintió arrepentido de haber salido de la cálida cabaña. La vieja camioneta, tenía la calefacción mala, y ni pensar en arreglarla. Pensó que sería un dinero mal gastado, tomando en cuentas los deterioros del motel, las cañerías en mal estado, la lavadora que había comenzado a fallar, las goteras en el techo, las mesas y sillas rotas. La lista de los arreglos pendientes era interminable. No le molestaba vivir con limitaciones en lo económico, había crecido con estrechez, sus abuelos y sus padres habían siempre trabajado duro para salir adelante, desde niño aprendió a desear pero no siempre a tener. Aquel fin de semana fue favorable para él, había ganado 5 millones por un trabajo donde solo debía guardar por un momento, su dignidad, su decencia y orgullo, no le había costado mucho, el trabajo realizado le había proporcionado cierto gusto y atractivo.
Por él se hubiera quedado más tiempo, pero debía regresar al motel, allí debía ayudar con los arreglos más urgentes.
Los días que pasó en aquel hostal a metros de la playa Avenida del mar de la Serena, fue de su total agrado. Por las mañanas y las tardes, nadaba hasta quedar extenuado por el ejercicio. Pensó en su regreso al motel, posiblemente no dormiría tan a gusto como aquellas tres noches.
Manejó con la ventana a medio cerrar, el viento se colaba por ella alborotando su pelo azabache, sus lentes oscuros no dejaban ver sus hermosos ojos. Calculaba llegar al atardecer, cuando las luces se hayan encendida. Mientras maneja, observa los hermosos edificios que iba dejando atrás. Las gaviotas revolotean haciendo su graznido en forma de letanía destemplada para así dejar en claro su territorialidad.
Por un momento soñó con aquella mujer, de poder volverla a tener en sus abrazos, la realidad le decía que no seria posible dado su condición, viviendo siempre con necesidades y problemas de la existencia diaria, las cuales muchas veces no podía cubrir por la estrechez económica en la que siempre ha vivido. Soñó en algún momento con la universidad, de poder estudiar una ingeniería, pero la muerte, poco antes de hacer realidad su sueño, le arrebató a su padre, y su abuelo era demasiado viejo para hacerse cargo del negocio que sustentaba a la familia.
Trajo a su memoria la suave y dulce piel de la mujer, por la cual había vendido su cuerpo, con gusto vendería su alma para pasar una noche, tan solo una noche junto a ella, luego recordó que tal vez no tenía alma debido al trato que había echo por dinero.
Al llegar aparcó su vieja y destartalada camioneta atrás del motel, al bajar observó que no había gente en el comedor, por lo que entró y fue directo a la oficina, donde comenzó a echar un vistazo al correo. Traía un presentimiento que no quiso seguir evitando, se dirigió a la cocina, allí encontró a su abuela preparando un pie de limón, al entrar aspiró el dulce aroma a tarta. Su abuela lo miró sonriendo y luego saludó con un beso en la mejilla, está vez no lo hizo con un abrazo, traía las manos con masa.
—Te preparé tarta de arándanos, tu favorita, sírvete.
—Abu, eres la mejor, te amo, si no fueras mi abu, me caso contigo— dicho aquello, obedeció a su abuela y procedió a cortar un trozo de tarta, el hambre que traía era demasiado grande para decir que no.
—¿Cómo fueron estos días que no estuve?
—¡Excitante!
—Apuesto a que fue descubierto algún infiel y lo sacaron desnudo de la habitación.
—No, hubo un asesinato.
—¿A quien asesinaron?
—A un hombre, esposo de una de las riquillas de San Antonio. Vino la sargento investigando y vino una mujer en busca de un muchacho rubio, con el cual pasó la noche, según ella en la habitación 20. Emiliano dejó de mascar, el frío le recorrió el cuerpo, sus ojos verdes esmeralda palidecieron al escuchar lo dicho por su abuela. Pensó que aquello era un mal entendido, tal vez su abuela había entendido mal, luego reaccionó y se dijo para si, “mi abuela, nunca entiende mal”.
—¿ Cual era el nombre del asesinado?
—Raúl, Renato, creo que se llamaba Rodrigo, si, Rodrigo Koff. Su cuerpo fue hallado en las ruinas del hotel del Solar, en construcción en Viña del Mar.
—¿Cómo que las ruinas?
—Si, lo asesinaron y luego quemaron el edificio, para hacerlo desaparecer, eso creo.
Emiliano pensó, que aquel asesinato lo involucra, dejó de comer, se le había ido de golpe el hambre que traía. Comenzó a transpirar helado, luego trato de convencerse, que aquello no era culpa suya, que era un error y que no tenía nada que ver con él. Emiliano cerró los ojos para concentrarse y mitigar el temblor en su cuerpo. Su abuela seguía hablando, pero él no la estaba escuchando. Ruth, puso su mano en la mejilla de su nieto, este abrió los ojos y dijo
—Lo lamento…yo…
—Pasa algo…palideciste… ¿te cayó mal la tarta?
—No...la verdad…yo
—¿Por qué no te vas a descansar un rato?, tienes muy mal aspecto.
Emiliano se paró para salir rápidamente se allí, prefería que su abuela pensará cualquier cosa, a decirle la verdad. Caminó directo a su habitación, desde allí llamó a Fernanda, no tuvo respuesta, insistió una y otra vez hasta que la obtuvo.
—Hola Emiliano— saludó con frialdad—al parecer viste las noticias.
—¿Me puedes decir que está pasando?, dijiste que era algo sencillo, que lo único que querías era ayudar a Rodrigo a librarse de un mal matrimonio y quedarse con parte de la fortuna de su esposa. Dijiste que lo ayudarías a obtener el control de los hoteles y que nadie saldría herido, él está muerto y la policía cree que fue Marian quien lo hizo. ¿Me puedes explicar todo esto?