Sentía la muerte de Rodrigo. Lamentaba que haya muerto, más de lo que ella misma podía creerlo. Habían planeado una vida juntos, formar una familia, tener hijos. Había vivido con el por 10 años, había echo el amor con él. Durante un tiempo lo había amado, ahora debía estar destrozada por su muerte, y no era así, tampoco le alegraba, solo se sentía en calma, a pesar de que la sargento, la tenía como primera en la lista de sospechosos. Y eso le provocaba una enorme irritación, no llegó a odiar a Rodrigo como para quitarle la vida. Estaba aterrorizada de cierta manera, debido a que las detectives la miraban como la culpable, y buscaban como implicarla en el asesinato. Si la sargento no empezaba a investigar por otro lado en serio, el asesino se saldría con la suya, y andaría libre por ahí, a ella la acusarian del asesinato y pagaría culpas sin tenerla.
Viendo cómo la sargento no tenía intención de investigar más allá de solo ella. Pensó en empezar a investigar por su cuenta. Lo primero que hará al ser liberada, buscará a Agustín, para hablar con él y que esté diga la verdad.
Pensó que tan dispuesto, estaría en ayudarla, porque al hacerlo pondria en peligro su matrimonio, si es que lo hubiera.
Se puso de pie, camino a la ventana que da al estacionamiento. Agarro los barrotes con sus dos manos. Era un hermoso día soleado. Deseo estar en la playa tomando sol lejos de aquel infierno.
Le estaba costando trabajo creer en que las cosas hayan salidos tan mal. Existen muchos matrimonios que fracasan, pero pocas personas terminan siendo acusadas de asesinato. Y ella estaba siendo la excepción a la regla al parecer. Pensó en como fue que acabó en aquella sala tan maltrecha y con una sospecha sobre ella. Siempre se ha sabido de mujeres y hombres que han tenido aventuras de una sola noche, pero nunca habían acabado en una situación en la que se encontraba ahora. Caminó alrededor de la sala, en cuanto realizaba aquel acto, la puerta se abrió, pero no era la Sargento Villalobos, era una de las detectives que traía su declaración y un bolígrafo para que lo firmara.
—Debe léerlo antes de firmar— le dijo, dejando el documento y el bolígrafo sobre el escritorio con algo de desinterés. Una vez que lo firmó, preguntó.
—¿Puedo irme ahora?
—Si, no tenemos suficientes pruebas par retenerla y acusarla, solo existe la sospecha y eso no es suficiente, no para el fiscal—Le aconsejo que se busque un buen abogado con recomendación es que no abandone el país.
Marian la miró con intensidad. El día anterior le habían leído sus derechos y ella no quiso tener un abogado para su interrogatorio. Además no necesitaba un abogado, según ella, ya que, no había cometido ilegalidad alguna. Y tomando en cuenta que no conocia a muchos abogados, solo a dos, el de la empresa, que era un abogado criminalista y el que llevaba su divorcio. Ahora su situación requería de un muy buen abogado, que debería encontrar antes de comenzar a buscar a Agustín.
Se despidió de la detective. Al salir del edificio, respiró alivio, se sentía libre, sin embargo, existia la posibilidad de que la próxima vez que la lleven a ese lugar, puede no correr con la misma suerte.
Se subió a su auto, manejó hasta su casa, fue directo por una buena ducha. Puso en el microondas comida congelada que tenia en el refrigerador. Se sentó en el brazo de uno de los sillones mirando hacia afuera, el calor abrzador se sentía hasta en el interior, echó andar el aire acondicionado, se tomó un vaso de agua embotellada. Llevaba puesto un vestido delgado hasta la rodilla y una sandalias bajas, para aligerar el calor. Planeaba su siguiente paso, encontrar a un buen abogado, buscar a Agustín.
Comenzó a recordar el motel donde había ido con Agustín, recordó el estacionamiento un poco viejo, y la construcción necesitaba mantención, la habitación 20, le hacía falta una mano de pintura y anti hongos, recordó que en el techo habían manchas de goteras. Agarró la llave de su auto y se dirigió a la carretera en busca del camino que la lleve al motel.
Por un tiempo había albergado esperanza, se habia esforzado por salvar su matrimonio, regresando temprano del trabajo para pasar tiempo con su esposo, pero el era desagradable y siempre estaba cansado, por lo que un día desistió de intentarlo asumiendo que su matrimonio se había acabado. Sin más, Rodrigo había abandonado la habitación, luego de unos meses, el se había ido de la casa, arrendó una cabaña cerca de la playa.
Al regresar a su casa, fue directo a su escritorio, buscó en internet alguno abogado para que la defienda de la sospecha de asesinato. La busqueda le arrojó tantos nombres, que no sabía por cual decidirse. Todo ello le hizo pensar en Fernanda Armendáriz, su amiga y socio en el consorcio hotelero del Solar. Ella le podia recomendar a un buen abogado. Fernanda a diferencia de Marian, venía de una familia sencilla, de esfuerzo, y ella había sacrificado mucho para sacar su carrera de ingeniería en administración de empresas. Se habían conocido en la Universidad. A Marian le parecía una buena mujer, de gran esfuerzo. Fernanda se había convertido en su mejor amiga, conocía los detalles de su matrimonio fallido, cuando iba en picada.
Marian, como arquitecto, habia echo los planos para el lujoso hotel que juntas levantarían cerca de la playa en Viña del mar, aquel edificio se eriguiriria en la zona más prominente de la ciudad, era un proyecto ambicioso, de gran envergadura.
Le marco a Fernanda a la oficina, sin éxito, luego lo hizo a su móvil, sin obtener respuesta, acercó su teléfono móvil a sus labios y mientras pensaba donde encontrar a Fernanda, recordó el nombre del motel. Salió de su casa, se subió al auto, manejo a las afueras y luego tomó la carretera que la lleva directo al lugar. A los 25 kilometros, entró por un camino de piedra, avanzó unos cuantos metros, no tardó en encontrarlo, ahí estaba la construcción, entre árboles, destartalada como la recordaba, con la pintura cayendo a pedazos, entró al estacionamiento, y al bajar le salió a recibir un hombre de avanzada edad, sus ojos verdes la miraron de forma penetrante.
—¿Necesita habitación?
—Si, la número 20, ¿la tendrá disponible?
—Esa habitación está de bodega, hace mucho tiempo que no se ocupa, además hay goteras en loinvierno.
—¿Como así?, yo estuve hace algunos días con alguien en la habitación 20.
—Debe haberse confundido— dijo el hombre, denotando nerviosismo. Marian lo notó y no insistió, algo estaba ocurriendo y ella lo averiguaría.
A lo lejos divisó a un hombre joven cuerpo atlético que llevaba una escalera hacia la parte trasera del motel, le pareció familiar, frunció el ceño al mirarlo, su cuerpo le era familiar, pero su pelo, este tenía pelo n***o azabache. Sonrió en acto de agradecimiento, caminó hacia su auto, y cuando se disponía a subir, la brisa le trajo, un aroma a suavizante de ropa muy familiar, era el mismo aroma de las sábanas con las cuales había amanecido enredada con Agustin. Ese olor a limpio le despertó otros recuerdos, con los cuales comenzó a armar la historia de aquella noche, la misma en la que fue asesinado Rodrigo.