Llevamos un buen rato caminando, sinceramente no sé dónde estamos... espero estar yendo en la dirección correcta... está haciendo mucho frio y ahora que lo noto ni siquiera he pensado en las consecuencias por este "fenómeno", solo sé que sin las linternas no veríamos un carajo, supongo que podría preguntarle a David, él sabe más de esto que yo, de paso aprovechare la oportunidad para disculparme...
-Hey... ¿Como están? —digo mirando levemente hacia abajo.
-Hola Michael —dice Ana mientras noto el silencio de David.
-David... quiero disculparme —digo mientras me acerco a el— desde que nos conocemos solo te he traído problemas, el grupo con el que estaban nos dejó atrás como consecuencia de mi imprudencia, no he sido más que una molestia para ti desde que llegue... de verdad lo lamento.
-Michael... yo no lo veo de esa manera —voltea a ver a Ana reflejando tristeza en su mirada— la solución la tuve siempre en mis manos, solo debí decir la verdad desde el inicio... tuviste razón al llamarme egoísta y ellos al dejarnos, tu al igual que los demás estabas asustado...
-Aun lo estoy... —digo mirando hacia el oscuro cielo.
-Y eso justifica tu actuar, en cambio nada justifica el mío... si alguien debe disculparse soy yo, Michael —dice mientras estira su mano— espero estemos bien.
-David... —estrecho su mano— lo estamos.
Sinceramente creí que saldría peor, pero en el poco tiempo que he conocido a David me he dado cuenta lo amable y calmado que es, podría decir que es una persona muy difícil de alterar, aun así, me sigo sintiendo un poco mal por lo que paso... pero eso tendrá que quedar atrás, aun no estoy seguro de si lo que nos conto es real o no, la única verdad que se es que el sol no esta y quiero saber las consecuencias de esto...
-Ana, David, ¿podríamos sentarnos un momento? quisiera hablar con ustedes.
-Por supuesto, no hay problema Michael —dice David mientras que Ana asiente ante la pregunta—
-Bien... David no quiero hablar más acerca de las causas, pero si quiero hablar de las consecuencias —digo mientras me siento junto a ellos— tu eres el experto en esta área, sé que sin sol no hay vida, pero es todo lo que se, David... ¿que nos espera?
-Michael, es difícil responder con certeza... pero creo que es momento de enfrentar la verdad —David suspira, sus hombros caen y, por primera vez, parece que su calma se resquebraja—. Esto no es solo oscuridad, esto es... el principio del fin.
-¿Qué quieres decir? —pregunta Ana, su voz quebrada por la incertidumbre mientras me mira con los ojos llenos de miedo.
-El sol... —David levanta la vista hacia el cielo, como buscando algo que ya no está, un eco de lo perdido—. Es más que una fuente de luz. Es el corazón de todo lo que conocemos. Sin él, no hay equilibrio, no hay vida. Este frío que sentimos ahora es solo el primer aviso. En un par de días, las noches serán insoportables, y en unas semanas... la superficie de la Tierra será un páramo helado, irreconocible.
-¿Pero cuánto tiempo tenemos...? —pregunto, mi voz temblorosa mientras trato de procesar sus palabras—. ¿Es cuestión de días o... de semanas?
-El tiempo... —David deja escapar una risa amarga, cargada de desesperanza—. Es curioso que justo ahora nos demos cuenta de su valor. No lo sabemos. Nadie lo sabe. Pero lo que sí sé es que ya hemos perdido demasiado. Las plantas están muriendo, Michael. Sin fotosíntesis, el oxígeno empezará a disminuir lentamente, y eso nos afectará a todos. Los animales, los cultivos, incluso el agua que bebemos... todo se está desmoronando frente a nuestros ojos.
-Entonces... ¿qué hacemos? ¿Cómo sobrevivimos? —Ana rompe el silencio, su voz apenas un susurro, temblando por el frío o el miedo, no lo sé.
David se toma un momento antes de responder. Se lleva una mano a la frente, como si el peso del mundo descansara en sus pensamientos.
-¿Sobrevivir? No lo sé. Quizá algunos puedan resistir, pero la verdad es que estamos viendo el final de nuestra era. El caos ya comenzó. Las cosas que hemos visto hasta ahora son solo los primeros síntomas. Cuando la humanidad entienda que esto no es temporal... que no hay amanecer esperando... —su voz se quiebra un instante, y desvía la mirada, incapaz de enfrentarnos—. La desesperación nos devorará. Los gobiernos colapsarán, los líderes desaparecerán, y lo único que quedará será el instinto. Y ese instinto... —suspira— no siempre lleva a lo mejor de nosotros.
-¿Quieres decir que... nos volveremos en contra de nosotros mismos? —pregunto, sintiendo un nudo apretarse en mi estómago.
-Exacto. La lucha no será contra la oscuridad o el frío, Michael, sino entre nosotros. Por la comida que queda, por el calor, por el aire. No habrá suficiente para todos. Habrá quienes saqueen, quienes maten... quienes hagan lo que sea necesario para vivir un día más. Lo que creíamos ser como especie desaparecerá. Y lo que quede... será peor que la oscuridad misma.
Ana empieza a sollozar, y aunque intenta cubrir su rostro, las lágrimas caen con fuerza. Intento buscar algo que decir, algo que traiga un poco de consuelo, pero no hay palabras que sirvan en este momento. David la mira con pesar y continúa.
-No quiero mentirles. No quiero que tengan esperanzas que quizá nunca se cumplan. Pero tampoco quiero que se rindan. Lo único que puedo decirles es esto: lo que queda ahora es resistir. Encontrar un lugar seguro, un refugio, algo que nos permita aguantar mientras podamos. Quizá no podamos cambiar lo que está pasando, pero sí podemos decidir cómo enfrentarlo.
-¿Y qué hacemos si no hay esperanza...? —Ana susurra entre lágrimas.
David se inclina hacia adelante y coloca una mano en su hombro, con suavidad.
-Esperanza siempre hay. Pero no podemos esperarla como un milagro. No ahora. Si queremos sobrevivir, tendremos que construirla nosotros mismos. Dependerá de nuestras acciones, de las decisiones que tomemos desde este momento. No será fácil, Ana. Nada de esto lo es. Pero si nos quedamos quietos, si dejamos que el miedo nos paralice, estaremos condenados. Lo único que importa ahora es seguir adelante.
David se vuelve hacia mí. Sus ojos, aunque firmes, reflejan una profunda tristeza.
-Michael, cada hora que pasa... estamos más cerca del fin.
El silencio que sigue es abrumador. Ninguno de nosotros sabe qué decir. Las palabras de David resuenan como un eco en mi mente, un recordatorio cruel de lo que nos espera. Por primera vez, siento que el peso de esta realidad podría ser demasiado para soportar. Pero no puedo permitirme caer... no ahora... no con Helen ahí fuera...
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Vanessa...