—¿Tienes algo más para decir? —una línea de sangre brotó de su nariz y entrecerré las cejas al ver su cara descompuesta. Una de sus manos cubrió la zona en donde fue depositado el golpe y sus ojos me miraron con total desconcierto. Me preocupe, pero...— porque estoy lista para darte otro golpe.
Una risa sin gracia salió de mis labios, mientras que sincrónicamente le dediqué una mirada desafiante, resentida.
—¿Qué?, ¿no te lo esperabas?, pues mira cómo están las cosas. Yo tampoco esperé que una de mis mejores amigas me juzgara sin saber absolutamente nada y de la peor manera.
Un silencio sofocante se instaló en el lugar, el cual fue roto por Victoria que vino a mí y me tomó de la mano.
—Chicas, ya está. No vamos a pelear por esto.
La observé a ella y a su agarré por unos segundos para después soltarme de este con brusquedad.
—Te recomiendo que no te metas, Victoria. Justo ahora estoy muy molesta como para contener cualquier golpe que salga volando —sorbí mi nariz y me aleje unos cuantos pasos de las tres chicas que estaban a mi alrededor—, ella se merecía ese golpe y lo hecho, hecho está. No tengo más que hacer aquí. Me iré ahora. Y Kamil; para tu información, es mi decisión el sí decido hacerlo o no con él. Trata tú de no hacerlo con nadie hasta que sean novios o mejor aún, marido y mujer.
Dicho esto di la vuelta sobre mí misma y empecé a caminar con pasos firmes fuera de la cafetería, sabiendo que todas las personas que se encontraban ahí estaban viendo aquella escena, que yo misma había montado, pero la verdad era que... en este momento me importaba poco.
El viento azota mi cara con fuerza al tiempo que mi cuerpo cruza por las grandes puertas de cristal, empiezo mi caminata sin mirar atrás y solo detengo mi andar cuando me doy cuenta de que estoy yendo en una dirección no deseada.
—No quiero ir a casa.
Un ardor se hizo presente en mis ojos al admitirlo. Por el sentimiento abrumador que se instaló en mi pecho, se convirtió en lágrimas sin derramar para después ser un llanto silencioso.
—¿Por qué estoy llorando? —sonreí sin gracia al verme así. Patética. Así me veía a mí misma en este momento. Sabiendo el porqué de mi llanto y aun así haciéndome la desentendida, solo por no querer admitir que las palabras de Kamil realmente me afectaron. ¿Podría ser más estúpida?
No debería permitir que cualquiera pueda dañarme y menos con simples palabras, que al final de cuentas soy yo quien decide su validez e importancia. Sin embargo, aun sabiendo esto, permití que llegase a esta situación, lo único que tengo a mi favor es el que no me hayan visto llorar.
—¿Emylie? —al escuchar aquella voz mi cuerpo se tensa al instante. Despacio y temerosa doy la vuelta sobre mis talones para encontrarme con sus ojos acusadores, escaneándome de pies a cabeza—, ¿qué haces ahí parada?
Mi boca se sintió seca cuando la abrí con la disposición de decir algo.
—Y-yo —humedecí mis labios y sentí mis piernas temblar, y no me extraño, el que mi cuerpo reaccionará de esta forma, puesto que para mí, mi madre es alguien de temer. Su aura demandante hace que cada uno de los vellos de mi piel se ericen y que siempre trate de hablar lo menos posible con ella, como si fuese instintivo.
—¿Tú qué?
—Iba camino a casa —indico con rapidez.
—¿Estabas llorando? —su mirada me hizo sentir que ella está viendo hasta mis más íntimo pensar. Lo que provocó que con rápida torpeza limpiará la humedad de mis mejillas y negará con la cabeza, mientras carraspee disimuladamente.
—No, no estaba llorando, madre. El viento hace que mis ojos ardan y se pongan llorosos —mis ojos la abandonaron y se posicionaron en la persona a su lado—. Oh, Randy. No lo había visto, perdón.
—No pasa nada, Emy —una sonrisa de boca cerrada cursó sus labios, la cual respondí con la misma acción—. Me iré ahora, Emilia.
Randy le anunció a mi madre, mientras volteó su cuerpo para quedar frente a ella.
—Está bien.
—Fue un placer, espero y se repita.
Un sentimiento de incomodidad me embargo al ver como los labios de mi madre se curvaron en una sonrisa genuina que muy pocas veces he podido apreciar en ella. Emilia, mi madre respondió a sus palabras con un abrazo, que a mi parecer duró más de lo necesario.
—Nos vemos —se despidió y el padre de Ran me pasó por el lado. La figura del hombre se fue disolviendo a medida que se alejaba y yo me quedé observando su anatomía, dubitativa—. Vámonos ya, oscurecerá pronto.
Mi madre también me pasó por el costado y empezó a caminar, yo la seguí en silencio mientras en mi mente pensamientos innecesarios empezaron a surgir.
—¿Qué hacía el padre de Ran contigo? —aquella pregunta dejó mis labios sin poder evitarlo, miré de reojo a mi madre que en ningún momento se inmutó, sino que siguió su camino ignorando mi pregunta y a mí por completo.
Decidí no volver a decir nada sabiendo que en algún momento me respondería y tal como lo esperaba, la voz de mi madre inundó todo el lugar pocos minutos después, esta resonó por toda la estancia con potencia al no haber ningún ruido o persona de por medio.
—Una tubería necesita arreglo en la casa y sabes que él sabe trabajar con eso. Por su buen trabajo, lo invite a tomar algo y eso es todo —explicó neutra.
Sus ojos buscaron los míos y conteniendo la respiración le sostuve la mirada.
Detuve mis pasos, ella también lo hizo.
—Entonces... —relamí mis labios e hice mis manos puños—, ¿desde cuándo algo que tenga que ver con la casa es un placer y tanto al extremo de querer que se repita? —mi voz se escuchó rasposa y un tanto temblorosa, mi madre me observó por unos segundos que se me hicieron eternos para finalmente dignarse a hablar.
—¿Qué estás insinuando, Emylie?
—Actuaban de forma extraña, parecían más íntimos de los usual y ahora que lo pienso bien ni siquiera son íntimos —tragué saliva con dificultad y sentí como nuevamente el ardor en mis ojos se hizo presente, negué con la cabeza, mientras la miraba en todo momento—. Madre, sabes que yo hubiera podido hablar con Ran para que le dijera a su padre, además de que mi papá es más cercano a Randy que tú, sabes bien que nunca he cuestionado nada de lo que haces con tu vida, pero algo así no lo toleraré y menos con alguien tan cercano a nosotros; menos con alguien tan cercano a papá.
La conozco tan bien como para saber que nada de lo que dijo es motivo de su reunión, sé que algo como eso no la podría a sonreír de la manera en la que lo hizo y después de lo ocurrido hace años nunca la pude mirar de la misma manera. Siempre que la miró recuerdo esos momentos de amargura que pasamos por eso y el miedo y las dudas son algo que me acompañan desde entonces. Nuestra confianza está rota, ella hizo que sea de esa manera.
—¿Quién no querría beber gratis? Por eso dijo eso, no pasa nada entre nosotros —soltó—. No soy tan descarada como para hacer eso y me duele mucho que pienses así de mí, mi propia hija pensando así de mí.
—Yo no pienso así de ti, tú me hiciste pensar así —repliqué con amargura, sus ojos se abrieron con incordia y su mandíbula se tensó.
—No me faltes al respeto, no te lo permito.
—No lo hago... —murmuré en un hilo de voz.
Dándome una última mirada altiva dio media vuelta y mi garganta ardió. Esa noche ella volvió tarde a casa, no solo yo sabía lo que podría estar haciendo; mi padre también estaba al tanto.
...
Justo ahora, me encuentro en medio de la oscuridad de mi habitación, tumbada boca arriba en mi cama pensando en todo lo ocurrido en el día.
Expulsé aire con pesadez e impulsé mi cuerpo hacia arriba para quedar sentada en la cama. De mis ojos las lágrimas salían sin cesar al recordar a todas las personas con las que hoy tuve diferencias, me hace sentir como si yo fuera la del problema. Estrujé mi mano sobre mi rostro frustrada.
Asentí con la cabeza en afirmativa, recordándolo, la única acción que sé que estuvo mal fue ignorarlo sin darle razones.
Amaru por su falta de sueño o simplemente por no querer estar en el mismo techo que aquel hombre, siempre anda deambulando por el bosque a altas horas de la noche y eso es lo que ocasiona que se haga su camino hacia aquí, a donde mí. Él no vendrá por su propia cuenta, a menos que solucionemos nuestros malentendidos.
Me levanté lo más rápido que pude y encendí la bombilla de la lámpara, que se encontraba en la mesita de noche junto a mi cama. Me dispuse a buscar en mi armario, mi abrigo anorak y cuando lo encontré lo tomé entre mis manos junto a los primeros zapatos que mis ojos pudieron divisar. Con todo en mano me encaminé a la puerta y me fundí luego en la oscuridad del pasillo frente a mi habitación.
Con sigilo empecé a caminar por la casa en dirección a la puerta principal y la cerré a mis espaldas con la misma cautela. El frío viento rozó mi cara y de forma torpe me coloqué el abrigo que traía en conjunto con los zapatos.
Di el primer paso en dirección al bosque con un poco de duda y a medida que avanzaba, los árboles que podía ver por la poca luz que me otorgaban los faroles de la calle, se hacían cada vez más grandes. Detuve mi andar únicamente cuando me encontré frente a frente con la entrada que me daba paso para ir a donde él.
Dando un largo suspiro empecé a adentrarme con pasos cortos, los cuales luego se convirtieron en un trote apurado para después convertirse en una corrida desesperada.
Mi corazón martilleaba duro contra mis costillas, pero de algo si estaba segura y esto era que lo quería, deseaba eso que él me estaba ofreciendo, porque él es el único que me sacia entre tantos lamentos. No lo perdería. Lo tomaría, porque si él lo quiere y yo lo deseo, no puede haber una tercera respuesta en donde solo caben dos.