Había llegado la hora, todos estábamos a la expectativa mientras el abogado con toda la calma del mundo abría el sobre pequeño de dónde sacó varias hojas, todas escritas a mano obviamente por Don Guillermo. Cuando al fin comprendió que no había aceptado su propuesta, Gise entre la ira que tiene y la vergüenza que siente, evita ahora mirarme, sé que la vergüenza se la está carcomiendo desde que lo hicimos en la tarde. Había roto una barrera que ni yo mismo pensé que lo haría. Ella siempre dejó claro que si había algo que ella detestaba con todas sus fuerzas era la infidelidad. Y en la tarde le había sido infiel a su esposo. La ira solo era por mí, ella debía estar segura que yo no iba a estar presente. Y verme allí echa por tierra todos sus planes, aunque aún no sabía en qué consistió la