Ella gimió dolorosamente ante la entrada sin preparación, cuando hice tope con sus nalgas empecé una acelerada arremetida haciéndola chillar con cada estocada hasta el fondo. Fuertes nalgadas le soltaba de cuando en cuando haciéndola chillar del dolor y también eran dolorosas para mí, pero todo el acto era brutalmente placentero.
Con mi mano en su cabeza agarrándola de los cabellos con fuerza y la otra en su cintura hundiendo con fuerza mis dedos en los huesos de la cadera de donde la tenía bien agarrada, descargué todas mis fuerzas en cada arremetida.
Ambos chillamos, yo entre dientes con furia y sus gemidos eran sonoros con cada embiste y por largo rato hasta que llegamos casi simultáneamente, yo llenándola y ella temblando descontroladamente sobre la mesa.
Exhausto me acosté sobre el
