—Quédate quieta ya la tienes toda adentro, relájate si no te va a doler todo el tiempo, puja levemente como cuando vas al baño. Está llorando desconsoladamente no parece entender lo que le digo y continua empujándome hacia atrás con su mano libre. Sin contemplación empiezo a retroceder hasta llegar al glande y empujo lentamente ella gime y se queja nuevamente, a tope otra vez le digo con firmeza. —¡Quedate quieta un momento! Si no te mueves tampoco me muevo. ¡Relajate! Ella por fin entiende y se queda quieta gimoteando en mi mano y finalmente siento que se relaja, muy lentamente y poco a poco comienzo a bombearla lentamente sin prisa y sin pausa. Al poco rato ya no se queja, gime lastimeramente pero es un leve gemido en mi mano y ya no siento sus uñas en mi otra pierna, aunque su mano