Capítulo 9

1401 Words
JUNTOS POR SIEMPRE Decir que no me agradaba ver a Jay en esa situación, allí frente a mi... muerto era extraño para mi. Jay no merece morir. No tiene que estar aquí. Y menos por mi culpa. Él aún tiene mucho por qué vivir y no lo condenaría a una vida en donde no avanzara para nada. También tiene sus metas, sus sueños por cumplir. —¡Sam! —me abrazó con tanta fuerza que si fuera otro caso diría que me faltaba el aire pero no. Así que también lo abracé. Lo abracé porque extrañaba abrazarlo, extrañaba sentirlo, sentir sus brazos al rededor de mi cintura, sentir su aroma, sentir su piel con la mía. —Jay —le digo— Te extrañé tanto. —Sam, por favor no vuelvas a dejarme. No me dejes solo otra vez. —sus palabras eran de súplica. Se me rompía el corazón al verlo así. —Jay —me separé de él— ¿sabes dónde estás? Me miró confundido. —No lo sé, lo único que importa es que volviste —me abraza de nuevo. Por más que quisiera pasar abrazada a él mucho tiempo más no puedo. Su tiempo se acaba. No puedo condenarlo aquí. —No volví. —me separé de él. Aún no olvidaba el beso. Sentí tensarme al recordarlo. —Jay, ¿ves esto? —me aparté para que viera la escena. Jack intentando volverlo a la vida. Jay se sorprendió. —¿Qué? ¿Qué está pasando? —Estás muriendo, Jay, no quiero que mueras. —Pero tú... Sam, estás... —Estoy muerta. Pero siempre estoy a tu lado —murmuré, tomando su mano— estoy aquí, aunque no me puedas ver ni escuchar, estoy aquí, Jay, pero tú no perteneces aquí. Una lágrima sale de su ojo. —Quiero estar contigo. Quiero quedarme aquí contigo. Sam, estaremos juntos por siempre, ¿no te gustaría? No tengo nada en vida, lo único que me importaba era pasar mi vida contigo, pero no estás y yo te seguiré a donde sea que vayas. Suena tan genial. —Jay, quiero estar siempre contigo también pero no así, no... matándote. No sabes las cosas que pasan aquí, cuando mueres ya no hay vuelta atrás, la vida pasa y tú te quedas en el mismo lugar siempre. Para mi no es grato estar aquí pero no tengo opción. —Sí la tienes, solo tienes que luchar un poco más —acuna mi cara en sus manos y acerca su rostro—, eres valiente, Sam, sé que estás haciendo lo posible aquí para encontrar respuestas, para encontrar una salida. Creo en ti. Pero por favor, déjame estar contigo. —Te necesito con vida, Jay. —Quiero estar contigo. —No te dejes morir, por favor —supliqué. —Cuando despiertes allí estaré —me dice, pero no logré entender qué me quería dar a entender con eso. Solo pensé que Jay estaba confundido. Muy confundido. —Está bien. Trataré de despertar para que estemos juntos —le mentí. Era una pequeña mentira para que dejara de luchar. Tenía que vivir. Jay me besó. Sus labios que ahora estaban helados me hicieron sentir viva de nuevo. Provocaron cosas dentro de mi, las pude sentir claramente, incluso sentí una sensación extraña... como si me desvaneciera, pero cuando abrí mis ojos, quien se desvanecía era Jay. Volvió a su cuerpo. Llevé una mano a mis labios mientras observaba a Jay abrir los ojos, expulsando el agua que tenía en su estómago. Se notaba confundido. —¡Jason! Volviste, ¿en qué demonios estabas pensando? —fue lo que le dijo Jack. —Sam —emitió Jay, buscándome para todos lados— Sam, ella estaba aquí —le dijo a Jack— la vi, hablé con ella e incluso la besé —tosió. —Vamos a casa, te va a dar un resfriado —Jack lo ayuda a ponerse de pie. Pero Jay se resiste un poco. —No, me tengo que quedar en esta playa. Sam esta aquí. Ella siempre ha estado aquí. Eso fue lo que me dijo. —Jason, —su hermano llama su atención— Sam no está aquí, hermano, es hora de que lo aceptes. Jay pareció pensativo, para luego asentir. Sabía que Jay no se quitaría la idea de que me miró así como así, solo no seguiría insistiendo cerca de su hermano ya que no le creería. La verdad parecía algo loca la situación. —Volveré, Sam —dijo a lo bajo, un susurro que solo yo pude escuchar. Sabía que estaba por aquí. Tenía esperanzas. Y entonces fue donde me sentí menos sola.  •  —Vamos, puedes hacerlo —Gertrudis me empujaba hacia la casa de mis bisabuelos. Tenía tanto tiempo de no venir a esta casa— Ellos están en el jardín trasero, están esperándote. —¿Les dijiste que estoy aquí? —inquiero. —Tenía qué. Al principio se sintieron tristes pero luego querían verte. Estaban emocionados. Sentí bonito cuando dijo eso. —Es que... no soy buena... siendo tierna y eso —expliqué. Era cierto, a la única persona que le daba afecto era a Jay. Solo con él podía ser yo misma. —Tranquila, ellos te conocen bien. Al fin entré a la casa. No se sentía sola o vacía como cuando habían muerto, se sentía más hogareña, como cuando estaban vivos. Nos dirigimos al patio trasero y los vi, sentados en una de esas sillas anchas. Mi bisabuela leía un libro mientras que mi bisabuelo estaba con su típica taza de café en sus manos, riendo de algo que mi bisabuela haya dicho. Sentí que mis ojos picaban. Los había extrañado mucho. —Tina, Arny, Sam está aquí —les dice. La abuela Tina elevó la vista al igual que el abuelo  Arny. —¡Sam! —exclamó la abuela— Qué alegría me da poder hablarte de nuevo. Me acerqué a ella y me puse de rodillas a su lado. —Abue —le dije— no sabes cuanto te he extrañado. Todos lo hemos hecho —la observaba tan atenta, recordando sus facciones, su pelo blanco, su sonrisa. —Algunos ingratos ya no nos visitan —dijo el abuelo Arny. Él siempre fue así. —Como no están en casa creo que no vienen porque no tienen a quien ver —respondí. —Tonterías, siempre  hemos estado aquí —responde haciéndose el indignado. —Tu abuelo no acepta que esta muerto —me dice la abuela a lo bajo. Sonreí. —Cuéntame, ¿como te sientes al estar aquí? —me pregunta ella. —Extraña. En realidad siento que no viví nada. Siento que me faltó más por hacer —bajé mi vista. —Lo entiendo, tu abuelo y yo nos sentimos tranquilos. Mira a tu abuelo, él llegó a cumplir sus 100 años y yo estaba casi cerca. Pero agradezco haber vivido toda una vida. Y más si fue junto a él. Tuve muchos hijos, conocí nietos y a bisnietos. Hicimos una gran familia. Y mira, ninguno visita la casa ya. —¿Se supone que me debo de sentir bien con lo que me dices? Yo que solo viví 20 años y que estaba empezando a vivir —sorbí mi nariz. —Tranquila. Yo solo te estaba contando. Lo que quiero decir es que las personas solo se arrepienten de lo que no hicieron cuando se ven en una situación como esta. Alguna razón tienes para estar aquí pero ¿te digo un secreto? No estarás aquí por mucho tiempo. —¿Por qué dices eso? —Tu abuela es algo loca, no le hagas caso —me dice el abuelo. —Cállate, Arny, es la verdad. Tengo una corazonada de que aún hay esperanza para ti. —Estoy muerta, abuela —la palabra seguía pesando. —Lo dices ahora, todos lo pensamos, pero no... tengo mis dudas. —No le des falsas esperanzas a mi nieta —le recrimina el abuelo. —Solo le digo lo que siento —le responde ella. —¿Quieres un café? Así nos acompañas y conversamos sobre cosas —dice el abuelo. —Esta bien —me siento en el césped. —¡Gertrudis, trae un café para Sam! —¿¡Cual es la palabra mágica?! —grita Gertrudis desde algún lado de la casa. Supongo que estará cuidando sus rosales como siempre. —¡Tostadas! —le grita el abuelo. Casi reí. —Ponte serio, Arny —lo regaña su esposa. —¡Por favor! —¡En un momento! Y allí me quedé yo, platicando y tomando café con mis bisabuelos. Me volví a sentir viva. Volví a sentir que tenía una familia. Sentí que quizás esto no era tan malo. Que podía pasar la eternidad con mis abuelos, con Gertrudis, con Brandon y con las otras personas que necesitan compañía. De alguna forma este era otro mundo. El mundo de los muertos que estábamos entre los vivos. Entonces pensé que estaría bien aquí porque no estaría sola. Érase una vez una chica que estaba aceptando la muerte. Érase una vez una chica en un hospital que moría lentamente.
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