Fernanda miraba la lluvia caer desde la altura de la habitación de Santiago, el día no era particularmente frío, más bien tenía una calidez extraña, esa que solo se sentía cuando la lluvía caía en medio del verano.
Se pregunto que tan feliz hubiese sido si hubiese podido tener la familia que nunca tuvo, redondo a su padre y se dio cuenta de lo mucho que lo extrañaba, arrugó la nariz recordando el recibimiento de Luciana y la envidia que apachurro su corazón, pero sobre todo las palabras de Juan Daniel.
—Nunca hubiésemos podido ser tu y yo, ¿verdad? —En ese momento Fernanda buscó los ojos de Juan Daniel y aunque él sonreía, se veía triste.
—No creo que sea adecuado que hagas este tipo de comentario aquí.
—¿Entonces dónde? ¿Cuándo?
—¿Qué esperas con esto?
—No lo sé.
—Tal vez cuan
