Fernanda entraba a la casa de sus padres, si, eran sus padres aunque para ella aún era difícil de asimilar aquello, Santiago tenía la verdad entre sus manos pero ella no quería saberla aún, ella quería disfrutar un poco de lo que le estaba pasando, ella quería vivir y conocer a sus padres, a sus hermanas, Fernanda quería todo lo que había perdido.
Y eso era tiempo, pero el tiempo no se podía recuperar, así que Amelia y Arturo organizaban cada cosa que se les ocurría para poder hacer muchas cosas junto a ella.
Y por supuesto en cada cosa estaba Santiago incluido, para Amelia aquello había sido una bendición, tal vez ellos habían estado destinados a estar juntos desde siempre.
—¿En qué piensas?
—En lo feliz que soy ahora.
—¿No tienes miedo? —Santiago estaba curioso por la respuesta de
