SIETE Samantha estaba encademada. Varios vampiros la agarraban con firmeza de los brazos mientras la arrastraban a través de la gran sala. La habitación se había convertido en un m******o. Por donde viera, había miles y miles de c*******s de vampiros; sus ex -compañeros de cofradía -su sangre formaba charcos por todo el piso- cortados en pedazos por Kyle y su maldita espada. Esa espada tenía un poder mayor al que había imaginado. Sin embargo, en medio de esta c********a, varios cientos de vampiros permanecían vivos. Ahora eran parte de la gente de Kyle. Y a cada momento, docenas más entraban por las puertas abiertas. De hecho, la corriente de vampiros ávidos de declarar su lealtad a Kyle parecía no tener fin. Era evidente que ahora se trataba de su cofradía. Con Rexius muerto, no qued