Clara iba en silencio en el automóvil de su hermano. ―¿Me vas a decir lo que pasó? ―Nada. ―No me digas que nada, no me llamaste para que te viniera a buscar urgente por nada. ―No quiero hablar. ―Hermanita, tú sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto? ―Sí, sí, yo lo sé, no es que no confíe en ti, déjame procesarlo y después hablo contigo. ―Bueno, pero me cuentas. ―Sí, te lo prometo. Siguieron el camino en silencio hasta llegar a la casa de los padres de Clara. ―¡Hija! ―Su mamá fue la primera en acercarse y abrazarla―. ¿Qué pasó, mi niña? Nos tenías muy preocupados. ―Lo siento, mamita, no es nada. ―¿Cómo nada, hija? ―intervino el papá―. No llamaste a tu hermano por nada. Mírate cómo estás, tienes carita de asustada. ―Sí, papi, a ver… Sí pasó algo, pero no estoy segur