Sólo cuando murió su madre, se dio cuenta Isla de la parte decisiva que ella había tenido en que su padre alcanzara la cumbre de su profesión. Le hacía ensayar las canciones una y otra vez; criticaba sus movimientos, sus gestos, sus inflexiones de voz. Si, no cabía duda de que, sin su esposa, Keegan Kenway no hubiera sido, nunca quien era. Acostada en su pequeña cama y a oscuras, Isla pidió ayuda a su madre. «¿Qué voy a hacer con papá?..., dame una idea..., debe participar en esa función de beneficio. Necesitamos ese dinero y, además, se deprimirá mucho si no puede aparecer, cuando tanta gente va al teatro sólo para verlo a él.» Mientras oraba recordó lo que su padre había sugerido antes de quedarse dormido. –Pero no..., era una idea absurda. Ella quería ayudarle; pero si eso suponía