Me desperté y vi el lado de la cama de Lukas vacío. Luché contra las ganas de llorar y me envolví en las sábanas antes de levantarme. Fui al baño y me quedé mirando mi reflejo en el espejo. En serio, ¿qué me esperaba? Cerré los ojos por unos segundos y, al abrirlos, di un respingo al ver a Lukas apoyado en el marco de la puerta, mirándome fijamente. Me sorprendió verlo aquí; creía que estaba en el trabajo. —Buenos días —dijo caminando hacia mí. Me agarró por la cintura y me besó en los labios—. Pareces sorprendida —comentó divertido. ¿Qué es tan gracioso? Idiota. —Buenos días —suspiré, intentando zafarme de su agarre, pero no me dejó. —Quiero comer contigo. Ven luego a mi despacho —dijo, haciendo que lo mirara sorprendida. —¿Por qué? —pregunté. —Quiero pasar tiempo con mi mujer. ¿Es