CAPÍTULO SEIS Arrastraron a Sofía hasta fuera, tirando de ella aunque caminaba con su propia fuerza. Estaba demasiado paralizada para hacer otra cosa, demasiado débil para pensar incluso en pelear. Las monjas la iban a entregar a las órdenes de su nuevo propietario. También la podrían haber envuelto como un sombreo nuevo o un bistec. Cuando Sofía vio la carreta intentó forcejear, pero no sirvió de nada. Era una cosa grande y chabacana, pintada como el carro de algún circo o compañía de actores. Las barras lo anunciaban como lo que era: el carro de retención de un esclavista. Las monjas la arrastraron hasta él y abrieron la parte de atrás, tirando de unos grandes cerrojos a los que no se podía acceder desde el interior. Una cosa pecadora como tú merece estar en un lugar así —dijo una de