»Rompí en llanto sobre el escritorio de mi oficina. Oriana seguía reclamándome y yo no quería escucharla, así que con rudeza la arrastré hacia la puerta de mi oficina y la eché; luego llamé a seguridad para que terminaran de sacarla del edificio y para indicarles que esa mujer tenía prohibido el ingreso. Intenté comunicarme contigo, pero cortabas las llamadas hasta que simplemente tu teléfono dejó de funcionar. Salí a buscarte. Al ir a tu apartamento me encontré a Tiziano, quien se sumó a mi búsqueda, pero no dimos contigo. A la mañana siguiente, recibí una llamada de un número desconocido, y contesté pensando que podían ser noticias tuyas. Era Oriana, quería decirme que lo que le había hecho me iba a costar muy caro, que no dude que se la pagaría con tus gritos, con tu dolor, con tu sangr