Capítulo 13 Un paseo al atardecer

1494 Words
Hermes esperaba en el sitio acordado en el que le había dicho a Hariella. Estaba inquieto y emocionado. Ella lo había aceptado sin colocar excusa y sin demora, lo que era una buena señal. Acercó la palma de su mano a su boca y exhaló varias veces; la reunión no se había demorado tanto y todavía su aliento era mentolado. El sol estaba por colocarse y la tarde era fresca y gratificante. Hace algunos días Hermes no tenía nadie con quien compartir o salir, pero ahora estaba esperando a la mujer que consideraba un auténtico ángel. Hermes sintió varios toques suaves en su hombro derecho, lo que le hizo voltearse y ahí estaba ella: La magnate, Hariella Hansen, aunque esta identidad no era la que él conocía, sino a Hela Hart; una mujer común y corriente, que era empleada a medio tiempo en la compañía y una ama de llaves en una lujosa mansión. Se quedó observándola, hoy vestía un traje formal de dos piezas, que se le veía tan hermoso. Creía que no había prenda, que se le viera mal, no a ella. Hariella llevaba puesto un pantalón y una chaqueta que solo tenía un botón en la parte del abdomen, por lo que dejaba una gran abertura, pero por dentro tenía una blusa de tirantes de escote, que mostraba su pecho blanco y no alcanzaba a disimular sus dos voluptuosos y firmes atributos. En su cabeza reposaba un sombrero floppy de lana de tamaño medio y sus pies eran protegidos por unas sandalias de tacón grueso. Toda su vestimenta era de color n***o, hasta el bolso que traía en el antebrazo y las gafas de sol. Había salido con cautela por la parte trasera del edificio y no le había tomado mucho tiempo llegar al punto acordado con Hermes, que era cerca de la empresa. —Hola, ya estoy aquí —dijo Hariella con una dulce sonrisa en sus labios. De inmediato se quitó los lentes y los guardó en su bolso—. ¿A dónde me llevarás? —Hay un lugar al que es mejor ir acompañado. Queda cerca, por lo que podríamos ir a pie y disfrutar de una tranquila caminata por la ciudad —explicó Hermes, galante y entusiasmado—. Te gustará, ya verás. —Sorpréndeme —dijo Hariella, y ambos iniciaron la caminata—. ¿Y qué haces aquí? ¿Te han llamado por lo de la entrevista? —preguntó, queriendo saber sobre la oferta que le había hecho y qué respondería él. —Pues… —Hermes se pausó al hablar y miró al cielo—. No he sido el escogido para el cargo de gerente —dijo, afligido—. No te puedo negar que eso me ha entristecido y cuando escuché que me lo dijeron, sentí que me desmoronaba. —Suspiró profundo y vio a su ángel—. Pero eso es lo hermoso de la vida, que está llena de triunfos y derrotas, de éxito y de caídas, y de momentos tristes, pero también de muchos felices. Hariella percibió una punzada de culpabilidad en su pecho, pero se alegró de haber empezado ese contrato indefinido. Sabía que Hermes tenía un gran potencial y de seguro, la próxima vez obtendría un puesto ejecutivo, ella se encargaría de dárselo. —Pero no creo que te hayan llamado solo para decirte que no habías sido el seleccionado. Ninguna empresa se toma esa molestia. Ellos lo hacen por llamada o por mensaje de texto —dijo Hariella, insistiendo, al ver que Hermes no comentaba nada del contrato—. ¿Te han dicho algo? —Sí, me han hecho una propuesta. No era lo que esperaba, pero resulta muy conveniente. Hariella sonrió por dentro y la aurora en su cabeza, las alas de ángel y el brillo celestial, como la imaginaba Hermes, se convirtieron en unos pequeños cuernos, en una delgada cola roja y la cubrió un aura malévola, como el de una astuta diabla. Carraspeó su garganta, mientras caminaba. —Yo considero que hay que tomar las oportunidades que se presentan —dijo, como si no le importara, aunque lo más que deseaba era convencerlo a cómo diera lugar—. Si dices que te favorece y te ofrecen trabajar en Industrias Hansen, deberías aceptarlo, pocos son los que pueden hacerlo y estoy segura de que, si tienes un buen desempeño, no demorarás en ocupar el cargo que quieres. Hariella alzó su brazo y levantó su dedo pulgar de manera motivante. Ese gesto le robó una sonrisa a Hermes e hizo que el ambiente triste se convirtiera en uno más animado y divertido. —Gracias, Hela. Los dos siguieron caminando y disfrutando de las calles de la enorme ciudad. La brisa soplaba y los abrigaba con felicidad, como supiera que eran dos amantes enamorados. Ambos siguieron conversando y hacían bromas y chistes que los iba acercando cada vez más, sus manos chocaban, pero ninguno se atrevía a tomarla y entrecruzarla con fuerza; todavía no era el momento. Hariella y Hermes compartían ese pensamiento. Hariella y Hermes llegaron hasta un parque pavimentado y concurrido. Había parejas, niños, familias y jóvenes sentados en banquetas, mientras les arrojaban maíz a las palomas, que se agrupaban en todo el sitio. También había una hermosa fuente en el centro, lo que le hacía un bello lugar para visitar. Hariella observaba el parque concurrido con una mezcla de fascinación y melancolía. Los recuerdos de su propia infancia, encerrada en la estricta opulencia de la mansión Hansen, se mezclaban con la envidia hacia los niños que corrían libres, las parejas que paseaban de la mano y las familias que reían de forma despreocupada. Había algo hipnótico en la forma en que las palomas se aglomeraban alrededor de aquellos que les arrojaban maíz, creando una danza caótica de alas y plumas que jamás había presenciado en los jardines inmaculados y controlados de su hogar. La hermosa fuente en el centro del parque, con su agua chispeante y fresca, era un imán para los jóvenes, que se sentaban en las banquetas cercanas para disfrutar de su tranquilidad. Para Hariella, ese parque representaba una libertad que nunca había conocido. Criada como una princesa de la realeza, su infancia había sido una serie de eventos y lecciones programadas de forma rigurosa, cada movimiento observado y controlado. No se le permitía jugar en lugares públicos ni relacionarse con niños fuera de su círculo exclusivo. Su educación, aunque extensa y enriquecedora, también había sido una cadena que la mantenía atada a las expectativas de su familia. Solo al llegar a la adultez se había hecho con las riendas de su destino. Aun así, sus padres todavía insistían en decidir algunas cosas para ella. Mientras caminaba junto a Hermes, su mirada se suavizaba al ver a una madre abrazar a su hijo o a una pareja de ancianos compartir una risa. Estos pequeños actos de cariño y normalidad eran ajenos a ella, pero ahora, como adulta, los apreciaba con una intensidad nueva. —Es hermoso, ¿verdad? —dijo él, rompiendo el silencio con una sonrisa. Hariella asintió, intentando absorber cada detalle, cada sonido, cada aroma. Quería recordar este momento, no como una mera visita al parque, sino como un vistazo a una vida que, aunque nunca fue suya, ahora podía apreciar y quizás, en algún rincón de su corazón, añorar. —Sí, es hermoso —dijo ella, sin mentir. Entre el arsenal de su falsedad, estos momentos con Hermes eran los más reales y hermosos. El sitio era bonito y pocas veces recordaba en las que había visitado el parque—. ¿Aquí me querías traer? —No —dijo Hermes, mirando hacia los lados, hasta que vio a su objetivo—. Pero también es lindo de ver. —¡Helados, Helados…! —pregonaba un vendedor, al mismo tiempo que hacía sonar una pequeña campanilla con su mano. *** Me veo en la obligación de hacer este comentario, hoy 8 de enero de 2022. Ya que han surgido confusiones. No hay ningún error en el desarrollo, cuando Hariella sigue fingiendo ser Hela Hart. El capítulo anterior, en la escena donde Hariella confiesa que no es Hela Hart, sino, Hariella Hansen, es un pensamiento de la propia Hariella; ella no se voltea y no le dice nada, pues cambia el acento de su voz a uno alemán y permanece de espaldas a Hermes, ocultándose de él. Esto queda evidenciado al principio del capítulo. Fragmento: "Hariella sonrió con malicia y despejó sus pensamientos; no podía hacer eso porque acabaría con el avance y el acercamiento que había surgido entre los dos. Hermes quedaría atónito y, estaba segura, que él no sabría que decir si se diera la vuelta y le mostrara su verdadera identidad. No era tiempo para hacerlo". Lo mismo ocurre en el capítulo: Un beso bajo la lluvia. El beso sucede en los pensamientos de Hariella y entre ellos no pasa nada.
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