Brady, con el desprecio pintado en el rostro, miró a Collin y carraspeó reclamando su atención. Collin, harto, le sostuvo la mirada: si se trataba de Étaín podía ser tan valiente como el más temerario de los soldados. Con determinación echó la cabeza hacia atrás y alzó la barbilla. Brady lo contempló con un gesto de perplejidad.
—¿Te das cuenta de que puedes ganarte su enemistad? Ten mucho cuidado, Collin, que Maguire es peligroso. Debiste exigirle a esa niña que aceptara su propuesta.
Collin enrojeció.
—No se meta—le espetó—. Es mi hija, no la suya.
Brady sonrió, malicioso.
— ¿Tu hija?
Collin sintió que el viejo le había propinado un bofetón en pleno rostro. Apretó las manos hasta dejarse los nudillos blancos y estampó un puñetazo sobre la mesa.
—¡Cállese! —le exigió con el rostro
