Una inesperada confesión.

3761 Words

Morgana, con el pelo revuelto y las mejillas arreboladas, ingresó a la habitación de la vieja casi corriendo. Respiraba agitadamente y en sus ojos brillaba el pavor. Montada sobre un ágil caballo e impulsada por el miedo, había recorrido un largo trayecto. El sudor le escurría por la frente y tenía los labios resecos. El barro le ensuciaba el dobladillo y tenía los zapatos sucios. Se veía agitada, asilvestrada. No era la muchacha altiva y pulcra que solía ser. Era otra. Al verla ingresar, sin previo aviso, la vieja se incorporó hasta quedar sentada sobre la cama y abrió los ojos con un gesto de pasmo. Estaba vestida con una delgada enagua, envuelta entre un montón de mantas de lana. Con un gesto severo, la viejecilla frunció las cejas y alzó la vista hacia la muchacha. Iluminada por la

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