Morgana, bajo la mirada inquisitiva de Sean y sentada en una piedra, bebía un largo sorbo de aguardiente. Hacía frío y necesitaba entibiar un poco el cuerpo. El licor le quemó la garganta con un molesto picor y la obligó a carraspear. Entonces tosió un par de veces, abrió la boca y tragó saliva. Pronto, sintió que el licor le calentaba el estómago y le arrebolada las mejillas. —Ya no quiero más—susurró, y dejó el cuero a un lado. Sean asintió con un hosco gesto. Morgana miró alrededor y vislumbró las húmedas paredes de la caverna. Estaban en otra cueva, igual de húmeda y fría que la anterior, pero a una distancia considerable. No sabía en dónde estaban, pero no le importaba. Confiaba ciegamente en Sean. Con la nariz repleta de hedor a humedad, soltó un hondo suspiro de hastío.
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books