CAPÍTULO 12 Maschen le costó sentarse en su silla, dejando que aquello se adentrara en lo más hondo de su cerebro. Wesley Stoneham, el asesino. La idea era intrigante: no le gustaba para nada aquel gran abogado. Ese hombre, sin duda, era capaz de asesinar con aquel enorme y musculado cuerpo gracias a su temperamento irritable. Pero Stoneham era un ciudadano respetable, además de uno muy poderoso. Antes de tomar ninguna acción irresponsable —e irreversible— Maschen tenía que asegurarse mejor de lo que estaba haciendo. —Puedes estar mintiendo —dijo él, con un tono que le parecía, incluso a él mismo, ronco —tan sólo porque tengas algún poder psíquico no necesariamente te convierte en alguien más honrado que cualquier otro. O quizás tu amigo del espacio es el que está mintiendo. —¿Por qué d