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Respetando a las bonitas

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Marcus Hoffman era el típico mujeriego millonario y poderoso, hombre quien sin duda odiaba la palabra "amor". Marcus solo se fijaba en mujeres preciosas, a las demás... no les prestaba mucha atención. Pero al tener una recaída por culpa de la única mujer que en verdad amó sigue el consejo de su mejor amigo de seducir a su nada atractiva secretaria: Catherine Bennet, mujer que ha trabajo con él por dos años y quien esta estupidamente enamorada de él.

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Mi nada atractiva secretaria
Título de la novela: Respetando a las bonitas. Autor: Daeryls. Las calles de Londres, el tráfico, la gente, el suspiro de frustración entre sus labios; todo, absolutamente todo, confabulaban contra ella. Sus zapatos feos de tacón le atosigaban los pies y, el alma le reprochaba su estupidez a cada respiro. La gente en Londres, acostumbra a sacar su sombrilla cuando comienza a llover, porque el clima casi siempre es lluvioso y los ingleses son precavidos, pero ella... había olvidado su paraguas en casa así que, optó por incursionarse tan de prisa como pudo a la primera cafetería que visualizó en su camino. Agitada entró al lugar, mientras se sentaba en la primera mesa que divisó. Se soltó tantito de esos zapatos feos que le apretaban tanto y tomó un respiro. Sacó su cartera y observó su contenido­: hizo un gesto desaprobatorio. Espiró cansada, ordenó un café cargado y sacó el periódico para comenzar a repasar de nuevo las ofertas de trabajo. Después de un rato, estampó su cara sobre la mesa cuando se dio cuenta de que todas las posibles opciones que había marcado en rojo habían sido un total fracaso. –Soy una perdedora. –exclamó levantado tantito la frente. Tenía ganas de llorar, unas tremendas. Solo tomó entre sus manos la taza de café servido por la para nada amable mesera e intentó ahogar sus penas con su amargo sabor. –¿Catherine Bennet? –cuestionó una voz femenina. La muchacha tan solo alzó tantito la mirada ante el llamado. –¿Si? –cuestionó ilusamente. –¡Soy yo, Jade, Jade Brooks! ¿No me recuerdas? ¡Estudiamos juntas en la preparatoria! –Exclamó sonriente. Se ajustó los lentes y la observó mejor: la mujer era alta y de delgada complexión, delicadas facciones, enormes ojos cafés y largo cabello castaño claro. –¡Jade! –Saltó en seco, cuando la reconoció y fue tanta su emoción que, la estrechó en un espontáneo abrazo. –¡Siéntate por favor! ¿O traes prisa? –¡Oh no! Nunca hay prisa para una buena amiga –dijo, mientras tomaba asiento. –Bien –suspiró con una enorme sonrisa. –Cuéntame: ¿Cómo te ha ido? –cuestionó. –Ahhh... –el rostro de la chica se opacó. –Vaya Jade, me gustaría decirte que me ha ido bien, pero la verdad es que, es todo lo contrario –contó con un enorme dejo de tristeza. –Desde hace un par de meses he estado buscando empleo y... nada, absolutamente nada –bajó la mirada. Jade se sorprendió. –Te perdí la pista en el último año de la preparatoria. ¿Qué estudiaste? ¿Cumpliste tu sueño de estudiar literatura? Catherine dio un respingo y la sonriente expresión de su rostro se tornó sombría –Sí, pero no acababa ahí –suspiró mientras sorbía su café. –Es difícil llegar a una editorial, apenas soy una novata, una graduada, nadie tiene confianza en uno, ni mucho menos en lo que has escrito –apoyó su mano en su muñeca. –Se tienen que tener influencias para lograr publicar una obra y de influencias es de lo que más carezco –se desahogó mientras observaba su reflejo en la taza de café cargado. –Decidí buscar algo más sencillo, una librería, quizás de bibliotecaria, pero ha sido tan extenuante. –bufó. Jade la tomó de la mano sacándola de su melancolía repentina –¿Trabajarías como secretaria? –cuestionó con una sonrisa. Catherine dio un respingo mientras la miraba fijamente. –Verás.. –comenzó a contar Jade. ____________________________________________________________________________________ Esa mañana, Jade Brooks se había levantado no por culpa de su reloj biológico o de su alarma, sino por el estrepitoso sonido que provenía de su celular ¿Cómo un aparato tan pequeño podía llegar a ser tan odioso? El ruido en su departamento era más que evidente. –Maldición. –comentó la castaña, mientras tanteaba en busca del artefacto. –Debí ponerlo en vibrador –se reprochó, tomó el aparato y de mala gana y con la voz somnolienta, contestó. –¿Sí? –¡Jade! –gritó el hombre del otro lado de la línea. –¿Marcus? –interrogó, reconociendo a cuestas el timbre de su voz. –¡Estoy furioso! –gritó. –Ya lo he notado...–expuso la chica, mientras se consolaba la oreja. –¿Qué pasa? ¿No has tomado tu trago matutino? –le cuestionó con sorna al hombre del otro lado del teléfono. –¡Qué graciosa! –se quejó con sorna. –¡No! ¡Estoy furioso porque tuve que despedir a Chelsea! –gritó el hombre mientras se sentaba en su enorme silla giratoria tratando inútilmente de calmarse. Jade suspiró enormemente –No me digas que...–balbuceó sabiendo la causa de ese despido. –¡Sí, sí te digo! –refunfuñó el hombre. –¡Ah, es tu culpa! ¡Mil veces te he dicho que no te acuestes con tus secretarias! ¡Mil veces Marcus, pero pareces un adolescente precoz y sin conciencia! –le regañó harta. –¡Ya lo sé, maldición, ya lo sé! ¡Pero no es mi culpa que la chica estuviera en verdad muy sexy! –argumentó como si eso fuera suficiente justificación a sus actos. Jade suspiró, mientras se frotaba la sien. –Entonces... ¿Se enamoró de ti, no? –comentó. –¡Sí! ¡Pero con un demonio, no lo vuelvas a repetir que, sabes que odio esa maldita palabra! –gritó indignado. –¡Ahhh! ¡No te hagas a la víctima, oxigenado odioso! –chilló ella. –¡Bueno, basta! ¡Te llamé para pedirte que me consigas otra secretaria! –confesó al fin ese hombre. Jade suspiró. –¡Qué sea, no sé... una señora de unos cincuenta años de eda... –¡Sí hasta con esas te meterías, maldito mujeriego! –reprochó. > pensó Marcus en su interior. –¡Entonces, no importa la edad, pero que en definitiva sea para nada atractiva! ¡Por favor! ¡Y la quiero a más tardar mañana, porque tengo muchas cosas pendientes! –le gritó con fuerza para luego colgarle el celular abruptamente. –¡Ayyyy! –se quejó furiosa. –¡Estúpido Marcus! –gritó mientras lanzaba el celular lejos de su vista y se maldecía por haber contestado esa llamada. ____________________________________________________________________________________ –¿Secretaría? –interrogó Catherine. –¡Sí mira, tengo un primo, quizás conozcas a Marcus Hoffman! ¿Lo conoces, has oído hablar de él? Catherine abrió los ojos como platos al escuchar ese nombre –¡Sí, por supuesto! el magnate de la empresa de comunicaciones –confirmó ella asombrada. –Es un primo lejano, pero crecimos juntos y todo el tiempo tengo que estarlo sacando de apuros porque... ¡Bueno, esa historia no importa! –le contó. –El punto es, que necesita una secretaria ¡Urgentemente! –exclamó. –Catherine, esto te podría sonar estúpido pero Marcus podría ayudarte a cumplir tu deseo de ser escritora –comentó. –¿Cómo? Sí él está más involucrado en el área de comunicaciones, celulares y cosas por el estilo. ¿Cómo podría él ayudarme? Digo, no es que no me interese el trabajo, solo no comprendo –exclamó dudosa. Jade Carraspeó –Él es un hombre muy importante a nivel internacional, acude a muchas de esas derrochadoras fiestas de negocios y cosas por el estilo, fiestas a las que no solo van empresarios egocéntricos, sino también celebridades, actrices, modelos, cantantes, escritores y dueños de editoriales importantes... –Catherine parpadeó emocionada. –¡Ya entiendes lo que digo! –sonrió Jade. –Marcus es como un niño: fácil de apaciguar. Sólo debes ser su secretaria y en un año o año y medio, cuando él te tenga la suficiente confianza te ascenderá a su asistente personal. Te llevará entonces a esas importantes fiestas donde podrás contactar a un dueño de alguna casa editorial que te ayude a ser una gran escritora –exclamó sonriente. –Se oye todo muy espléndido Jade...–sonrió. –Pero... ¿Qué me garantiza que Marcus Hoffman, un hombre tan importante, va a contratarme? –interrogó desconfiada. –Digo, hoy en día para conseguir un empleo decente se necesita al menos experiencia, mucha experiencia, referencias... –Te contratará... ¡Porqué yo te estoy contratando en este momento! A pesar de ser asesora de imagen y su prima, le encanta pedirme este tipo de cosas. El me pidió una secretaria y la estoy viendo en este preciso momento –sonrió con dulzura, mientras con sus hermosos ojos cafés miraba o al menos intentaba mirar el tono grisáceo, que ocultaban sus lentes. –Me parece fantástico y sin duda aceptaré, pero... ¿Por qué a mí? –interrogó sin entender su benévolo acto. –Te conozco desde hace años Catherine, eres una excelente persona: muy amable, dulce, aprendes rápido, eres inteligente y capaz. Sin duda alguna lo que el idiota de mi primo necesita –se mofó. –¿Estás segur... –¡Estoy más que segura!- gritó la castaña con euforia tratando de que Catherine comprendiera. –¡Bien, entonces! ¡Gustosa acepto! –exclamó con una sonrisa. –¡Excelente! –palmeó victoriosa Jade. –Sólo que... debo darte algunos consejos ¿Sí? –Catherine asintió con la mirada. –Primero; síguete vistiendo así –exclamó, mientras con su dedo índice la apuntaba de pies a cabeza: Tenía unos horrorosos zapatos cerrados de tacón, de muy mal gusto; su falda era tan absolutamente larga y vaporosa que ni una sola porción de piel dejaba a la luz; su suéter oscuro de manga larga parecía haber sido sacado del closet de una señora de más de cincuenta años de edad, de una señora solterona y amargada, si, ese mismo aspecto tenía ese espantoso suéter; su maquillaje barato, le hacían conjeturar a Jade Brooks la cual siendo asesora de imagen que, esa chica no conocía la diferencia entre delineador y "primer"; tenía unos horrorosos y enormes lentes los cuales, para nada dejaban apreciar el tono de sus ojos que, de no haber estudiado con ella en la preparatoria sin duda no tendría ni la menor idea de que estos eran un hermoso tono de gris y su cabello... recogido en una coleta con un flequillo que se notaba que evidentemente ella misma se lo había cortado­: por lo terriblemente disparejo que estaba. –Está bien, supongo –profirió Catherine sin entender del todo. –Segundo... –enmudeció unos instantes. –No importa lo muy atractivo y amable que pueda parecerte el idiota de Marcus, por nada del mundo. ¡Escúchalo bien, por nada del mundo... te vayas a enamorar de él! ¡Ni mucho menos dejes que te lleve hasta su cama!- exclamó, mientras golpeaba con la palma de la mano la mesa de esa pequeña cafetería, la gente se les quedó mirando y ante esto Jade se sonrojó apenada. –Y sí te enamoras de él Catherine...–guardó silencio. –No se lo digas, por favor no se lo digas si quieres mantener tu empleo , porque él puede ser muy cruel con esos temas, no lo tomará bien...–eso fue lo último que le dijo. Le dio un par de tarjetas para que supiera cómo y dónde contactarla a ella y a Marcus Hoffman, le explicó donde quedaba la oficina del antes mencionado, le llamó a éste y le dijo que ya le había conseguido una secretaria que se adecuaba a sus necesidades. La abrazó y antes de irse... –Cuídate querida y recuerda lo que te dije...–le comentó antes de salir del lugar y perderse completamente de su vista. Una semana después de que Catherine Bennet se presentará a su nuevo empleo Marcus llamó a Jade: –Gracias Jade, la chica nueva es muy eficiente y lo mejor... es que no me causa tentaciones. Ella es un claro ejemplo de que la juventud no es sinónimo de belleza. –sonrió. Jade suspiró enojada mientras se frotaba la sien. –Deja de ser tan engreído y trátala bien. Recuerda... es una dama –le regañó. –Claro que la trataré bien, solo decía que no es tentadora –sonrió, mientras subía los pies en su elegante escritorio. –¡Eres de lo peor! –se quejó Jade para proceder a colgarle el teléfono. No importaba que fuera su primo, simplemente no soportaba su superficialidad. –Ojalá alguien pronto te dé una lección... –Bufó frustrada. - - - Eso había pasado aproximadamente un año y medio atrás.... Mientras recordaba solo aquellas partes en las que ella estaba involucrada. Catherine pensaba en que, Jade tenía mucha razón: Marcus era como un niño, fácil de apaciguar y también tenía extremadamente toda la razón cuando le dijo que era atractivo, terriblemente apuesto sin lugar a dudas y amable, muy amable y dulce. Era inevitable, ella era tan solo una escritora novata en el amor, soñadora y frustrada. Una escritora disfrazada de secretaria, dulce, tierna, callada, introvertida, con serios problemas de autoestima; había leído libros, demasiados, pero es más que claro que uno no aprende de pellejo ajeno y que la naturaleza humana no se presta a buenos consejos sino que, escucha los malos porque sin duda... se había enamorado de Marcus Hoffman. Quizás era una estúpida por haberse dejado cautivar por un hombre que no estaba a su alcance, pero... a su parecer sería más idiota sino se enamoraba de él, porque a sus ojos, él era maravilloso, quizás ella percibía en él algo que nadie más podía, quizás había algo en él que le gustaba mucho, la franqueza de su alma. Sin embargo, pese a todo, había seguido el consejo de Jade, porque tantos sentimientos y emociones los guardaba en secreto, mientras continuaba disimulando ser su nada atractiva secretaria. Era cruel, pero era la realidad, ella podía percibir sin duda el cambió de Marcus, cuando veía una chica atractiva, se volvía un verdadero caballero, un absoluto conquistador, se convertía en un hombre amable, en todo un sueño. Y eso sol dificultaba resistirse a él, a ese hombre alto, de cabello rubio alborotado, penetrantes e intensos ojos color azul profundo, parecía mofarse de la vida mientras caminaba con esa inigualable combinación entre elegancia y sensualidad, su sexy sonrisa sin duda le daba puntos a su favor y ella no podía evitar suspirar al percatarse del cómo sus trajes se ajustaban a su fornido cuerpo, a su ancha espalda; Catherine se sentía completamente incapacitada a resistirse a él y más, cuando todas las mañanas escuchaba sonar el timbre del elevador, sus nervios, su torpeza y sus sentimientos le hacían dar un respingo que combinaba emoción y nerviosismo: –Buenos días Señorita Bennet –sonreía con sensualidad su jefe, mientras desfilaba frente a ella para incursionarse a su oficina y ella... era tan idiota y novata que... –Buenos días Mr. Hoffman... –confería cuando él, ya no podía escucharla porque había atravesado su oficina sin esperar respuesta de ella. Ya que... no era atractiva ni tentadora ¿Por qué entonces dedicarle más segundos de los necesarios? Sí, su físico, dinero y poder eran su arma más letal. Catherine Bennet, la chica menos atractiva en la vida del magnate "playboy" y mujeriego por excelencia Marcus Hoffman se había vuelto la mujer más cercana a él, claro... como su asistente poco atractiva que era. Marcus era amable con ella, pero en definitiva había una enorme brecha de como trataba a Catherine y el cómo trataba al resto de hermosas mujeres que desfilaban frente a él. Quizás ella entonces... de alguna forma, conocía al verdadero Marcus Hoffman. Lo cuidaba enfermo y por lo tanto ella conocía cada rincón de su enorme y lujoso departamento. De la misma forma le cocinaba cuando él estaba tirado en la cama agonizando o cuando él simplemente tenía hambre. Conocía su cuarto y su cama, porque en muchas ocasiones y a mitad de la noche, él le había llamado muy pasado de copas para pedirle que fuera por él a algún ostentoso bar de la ciudad; así que, lo había ayudado ebrio a cruzar su departamento hasta su enorme cama. En muchas ocasiones, cuando estaban en una cena de negocios donde Marcus conocía una atractiva y hermosa mujer, había mandado a Catherine en taxi para quedarse a solas con su nueva víctima. Era... peor que su sombra. Lo peor de su situación era estar enamorada de un hombre como él. Cerró los ojos, sus sentimientos no eran: "amor a primera vista." porque no solo consideraba que era sumamente atractivo, ya que, fuera del panorama del maldito y sexy mujeriego, Don juan, casanova, existía un magnífico ser humano, un hombre que siempre estaba preocupado por el bienestar de otras personas, y lo demostraba con las donaciones que realizaba y los eventos que organizaba en torno al apoyo de organizaciones humanitarias, eso le hacía sentir a ella que era más que un hombre superficial. Pero sabía que jamás sería correspondida a sus sentimientos... Catherine había quedado marcada, estaba absolutamente segura de que jamás olvidaría el día en el que Marcus Hoffman ya muy pasado de copas le confesó porqué había despedido a la chica que estaba en el mismo puesto que ella, a su anterior secretaria: Chelsea, ese era su nombre; era alta, pelirroja de cabello largo y ojos zafiro, hermosa, y atractiva, de faldas cortas y apretadas; y blusas ajustadas, sí, justo como a él le gustaban las mujeres. Todo comenzó con un juego de miradas pícaras, él entonces, comenzó a coquetearle y ella tontamente a corresponderle. Se la llevó a la cama y la hizo su amante, sin duda ella pensó que por la manera en la que él la miraba le hacía especial a las demás chicas con las que salía... –Estaba en el peor error de todos –. La muy tonta... se enamoró de él, pero ahí no radicaba su mayor error, éste había sido... decirle sus sentimientos. Marcus Hoffman sin duda es un hombre de frío corazón porque él... no cree en el amor. Se asqueó de ella cuando escuchó su sincera declaración y de prisa... la corrió, no escuchó lo que ella tenía que decirle, simplemente se deshizo de la chica y olvidó el tema. Cuando Catherine se enteró, sin duda se dio cuenta de que jamás podría decirle por mero capricho lo que sentía por él, igual y no se fijaría en ella, jamás, ni para una simple aventura porque él... solo respetaba a las bonitas, al resto de las mujeres las veía como insulsas flores sin olor y sin motivo aparente de mirar, ni mucho menos apreciar por falta de belleza y tristemente Catherine estaba en esa categoría para él. Así que, mejor se mantenía como la maldita sombra que era ella para Marcus: callada, pero presente. –¡Señorita Bennet! –le llamó Marcus con su masculina voz mientras llegaba a la oficina. –¡¿Sí, señor Hoffman?! –exclamó de prisa ella mientras acomodaba sus enormes lentes. –¿No sabe cómo se llamaba la chica de ayer? ¡La que estaba en la junta de ejecutivos! –le dijo mientras la observaba fijamente con sus intensos ojos. -¡La pelirroja del sexy lunar bajo el labio!- la describió. –La señorita Natalie Craig... –añadió Catherine mientras se ajustaba sus horribles lentes. –¡Ella! –chasqueó los dedos. –Por favor, mándale, no sé... una docena de rosas y ponle un bonito mensaje, eres buena en ello, hazlo por favor –le sonrió hermosamente para proceder a caminar hasta su oficina y perderse en su despacho el resto del día. En esos momentos ,ella deseaba enormemente maldecirlo por lo malditamente mujeriego que él era y porque para colmo, aprovechaba su profundidad como escritora para escribir románticos mensajes como si él fuera el verdadero autor de ellos. Estaba lista, gritaría improperios mentales contra él... –¡Otra cosa, tráeme los presupuestos para la obra de caridad que te pedí, por favor! –sonrió y se perdió de su vista. –Maldición –blasfemó ella por lo bajo mientras estampaba su cara contra su escritorio, justo cuando ella deseaba maldecirlo hasta las entrañas, él le salía con su benévolo corazón y la obligaba a ella a dejar sus muy vanos intentos de odiarlo o de siquiera maldecir tantito su existencia. Pero eso no se quedaría así... así que, añadió un "cero" más a las donaciones que debía hacer a esa asociación de animales desamparados, luego... sonrió con travesura, confiaba tanto en ella que no la reprendería por ello. Luego suspiró, y así... eran cada una de las múltiples aventuras de Marcus Hoffman. Ella incluso se había convertido en su cómplice, en parte de su jueguito de recurrentes conquistas porque Catherine era la culpable de cada nota, porque sin duda ella era la causante de las reservaciones en los lujosos restaurantes.

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