La primera mañana en la isla transcurrió de maravilla. Todos estaban muy felices luego de montar en las motos de agua. Las horas pasaron sin que se dieran cuenta y ya se había hecho mediodía cuando Ángelo les dijo que buscaría su yate, quería pescar algo para el almuerzo. Los invitados se emocionaron con la idea.
Ángelo no tardó mucho en volver con la embarcación e invitó a todos a subir en ella. A los pocos minutos se encontraban listos para zarpar. Condujeron en dirección a mar adentro para luego instalarse en un punto al que el chico solía ir. Se tomaron su tiempo en pescar algunos ejemplares que les pudieran servir para preparar su próxima comida.
Rebecca se sentía feliz disfrutando de aquel momento. Pescar en mar adentro era algo que nunca había hecho, así que se divirtió a lo grande. En especial porque logró atrapar un diminuto pez. Había aprendido cómo hacerlo gracias a las pequeñas clases improvisadas que había recibido de Ángelo durante su nueva aventura.
– Te preparé un sashimi –le dijo el joven con voz dulce mostrándole los peces que habían atrapado. La chica aceptó con alegría.
Su hermoso pretendiente resultó ser también increíblemente ágil en la cocina. Esto a Rebecca le sorprendió. Aquel hombre parecía ser completamente perfecto, en su cabeza no hacía más que preguntarse si había algo que no pudiese hacer bien. El almuerzo estuvo increíble. Rebecca lo disfruto muchísimo, tanto así que pidió repetir el plato. Ángelo la complació sin dudarlo. En aquel momento la chica pensó que quizás su mejor amiga había tenido razón, debía darse la oportunidad de experimentar cosas como esas. Estaba feliz de haber aceptado ir a ese viaje y aunque aún temía el quedarse a solas con el chico, poco a poco se iba sintiendo más tranquila con la idea.
Un par de horas después los ojos de Ángelo se posaban sobre Rebecca cuando salió a cubierta. Regresaba de hablar con el capitán del barco en el momento en que se encontró con la escena más hermosa que podía imaginar. La chica estaba tomando sol sobre la cubierta, llevaba un bikini rojo que hizo a Ángelo sentir que su cabeza explotaba, su imaginación se desató en ese instante. El joven sonrió al verla y un brillo de travesura apareció en sus ojos. No lo pensó mucho para acercarse a ella y sentarse a su lado.
– ¿Estás disfrutando del sol? –preguntó con voz tranquila en cuanto se encontró junto a ella.
Se sentó sobre el suelo de la cubierta justo a su lado. Rebecca bajó los lentes oscuros que llevaba puesto para observarlo mejor. Le sonrió, pero no dijo nada. Volvió a su posición inicial ignorando por completo lo que el chico le decía. Este continuaba hablando sobre todo lo que se le ocurría, intentaba sacarle conversación. Le preguntó sobre diferentes cosas y le contó distintas historias. Buscaba coquetear con ella y Rebecca lo sabía por lo que aguantando su sonrisa, permaneció en silencio mientras miraba hacia el cielo fingiendo que lo ignoraba. El chico empezó a aplicar todos los trucos que conocía, pero la joven no le prestaba la menor atención y eso lo desesperaba. En un momento quiso rendirse, así que se levantó del suelo mientras suspiraba con frustración. Pensaba retirarse.
– ¿Me ayudas con el bronceador? –le preguntó la chica en cuanto vio que el joven se levantaba para alejarse. Este se volteó para ver que Rebecca le extendía un envase de plástico.
Los ojos de Ángelo se iluminaron mientras su rostro mostraba una gran sonrisa. Tomó el frasco que la chica le ofrecía. Ella se giró sobre el suelo para dejar su espalda expuesta ante él. El joven se sentó de vuelta a su lado y de forma lenta comenzó a extender la crema sobre la piel de la chica.
Rebecca soltó una ligera risa ante las cosquillas que le producían las caricias de él. A este le encantó la reacción que ella había tenido con el roce de sus dedos, por lo que de manera traviesa, comenzó a aplicarle el bronceador acariciando su espalda de forma suave. Buscaba causarle aún más cosquillas, cosa que logró. Rebecca mantenía su rostro volteado para que el chico no se diera cuenta de lo roja que estaba. Le encantaba la sensación de esas manos sobre su cuerpo.
Aquellos minutos trascurrieron lentos, pero ambos los disfrutaron. Parecía que el tiempo se había detenido solo para ellos. Sus corazones latían de forma acelerada y el de Rebecca pareció recibir un micro infarto en el momento en que el chico decidió regalarle una caricia sorpresiva. Ella sintió unos pequeños besos sobre su espalda que la hicieron vibrar. La joven no pudo evitar temblar ante el roce de los labios de su enamorado sobre su piel. El chico sonrió victorioso.
– ¿Me acompañas a bucear? –preguntó ella volteándose a verlo. Las caricias se detuvieron.
– Está bien, pero… mmm… ¿Qué tal si vamos a las cuevas? –propuso. Los ojos de Rebecca se iluminaron de emoción.
A la chica le encantaban las aventuras, por lo que cuando su amado Ángelo le explicó que cerca de donde se encontraban habían cuevas milenarias y restos de naufragios antiguos, Rebecca se emocionó y aceptó de inmediato ir con él. Apenas acordaron lo que harían, la chica corrió hasta donde su amiga se encontraba para pedirle que por favor los acompañara a bucear, pero esta se negó.
– Lo siento amiga, Steve y yo ya tenemos planes. Regresaremos a la mansión de Ángelo a cambiarnos para nuestra pequeña cita –le explicó Marisa tranquilamente.
Rebecca no sabía que su amiga le mentía en ese momento. El plan del que le comentaba se lo acababa de inventar. Sí iría de regreso a la mansión, pero no por las razones que le había explicado, la realidad era que quería dejar a Rebecca a solas con Ángelo para poder crear el ambiente propicio entre ellos y que así iniciaran finalmente su romance. Esa era la manera que ella tenía de darle a su amiga el empujón que pensaba le hacía falta.
– Pero no te detengas por mí, ve con él, seguro se divertirán –le insistió Marisa.
Rebecca no estaba muy convencida con la situación, aún tenía un poco de temor de quedarse complemente a solas con el chico, sin embargo, sus ganas de ver aquel naufragio eran mucho mayor que cualquier otro sentimiento. Su espíritu aventurero la estaba llamando, así que no quiso darle más vueltas al asunto y decidió ir. Se dirigió hasta su camarote y se apresuró a colocarse el traje de buceo. En pocos minutos estaba lista para meterse al agua.
En cuanto Marisa y Steve se retiraron del lugar, Ángelo guió a Rebecca en dirección a las cuevas. Durante el camino pudieron ver varios corales, tortugas y peces exóticos, la chica estaba de lo más emocionada. Poco a poco se fueron adentrando en el mar hasta que encontraron los restos de un naufragio. La alegría que aquello le produjo a Rebecca fue enorme. Siempre había querido explorar los restos de un barco pirata como aquel que tenía frente a ella. Ese momento era como un sueño hecho realidad. Su amado Ángelo la tomó de la mano y la dirigió por todo el lugar mostrándole los tesoros y secretos ocultos que aquel misterioso sitio poseía. Se tomaron unos minutos para disfrutar de ese espacio, luego continuaron su camino hacia las cuevas.
Todo iba de maravilla. Rebecca estaba encantada con el ambiente y debido a eso se distrajo, en ese instante todo cambió. Una repentina corriente marina que apareció de golpe la tomó desprevenida arrastrándola hacia las cuevas. La chica luchó con todas sus fuerzas para escapar, pero no pudo evitar ser jalada por el poder del agua que la lanzó hacia dentro de la caverna marina.
Luciano vio cómo su chica fue alejada de él hacia las profundidades del oscuro mar. La vio cómo era arrastrada sin poder hacer nada, pero apenas el agua se calmó, no lo pensó dos veces para ir tras de ella. Por su parte, Rebecca comenzó a sentir miedo al darse cuenta que aquella corriente marina la había arrojado en un lugar completamente desconocido, lo peor era que durante el momento de crisis, su tanque de oxígeno había golpeado una de las rocas de la cueva y debido al choque, este se había roto. Eso significaba que solo le quedaban algunos segundos más de oxígeno, luego este se acabaría y si ella no encontraba una salida hacia la superficie, terminaría muriendo ahogada en aquel sitio perdido en la oscuridad del mar profundo.
Rebecca comenzó a desesperarse cuando giró hacia ambos lados y no pudo distinguir nada que le indicara el camino hacia el exterior de aquella cueva. No podía ser, se repetía en su mente. Intentó buscar entre las rocas la abertura por donde había llegado, pero no tenía ni idea. Los segundos pasaron a paso veloz y pronto Rebecca comenzó a sentir como el aire le faltaba. Todo a su alrededor empezó a darle vueltas. Estaba por desmayarse a causa de la falta de oxígeno. Las cosas se veían borrosas, pero cuando creía que había llegado su fin, una mano apareció desde atrás para colocarle un respirador, la chica inhaló todo lo que pudo apenas tuvo el aparato en su boca. Logró recuperar la consciencia. Se giró para ver a su salvador, era Ángelo. Le devolvía el favor que ella una vez le había hecho. Ahora era él quien salía a su rescate.
Rebecca sentía ganas de llorar por todas las emociones que se mezclaban en su interior, pero el chico le hizo una seña de que debían salir de ahí. Compartiendo el respirador y el tanque de oxígeno, buscaron el camino de regreso. Debían apresurarse porque aquella bombona no les iba a durar mucho, al estar compartiéndola se les acabaría más rápido, así que solo contaban con unos minutos para lograr escapar. A diferencia de Rebecca, Ángelo sí conocía el camino de vuelta, así que guió a la chica entre las rocas hasta alcanzar la anhelada libertad. Apenas se encontraron fuera de aquel lugar, el joven sujetó de la mano a su amada con fuerza y la dirigió hasta la superficie. El silencio del mar se vio interrumpido por los sonidos de inhalación y exhalación de la pareja al salir del agua. Les tomó un par de minutos poder controlar por completo la respiración.
– Gracias –le dijo Rebecca al chico en voz baja mientras aguantaba las ganas de llorar.
No tenía palabras para explicar lo agradecida que se sentía por salvarle la vida. El joven no respondió, solo negó con la cabeza mientras la observaba sonriendo e intentando que su respiración regresara a la normalidad. Rebecca se abalanzó hacia él y colocando sus brazos alrededor de su cuello, lo besó. Ese beso fue suave y dulce, pues con el dejaba escapar todas las emociones que se escondían en su pecho. Ambos se tomaron el tiempo de disfrutar de aquel beso. El atardecer se estaba poniendo en el horizonte en ese momento, lo que creaba un ambiente de romance perfecto. Durante aquel instante en que sus labios se encontraron, ambos chicos se dejaron llevar por sus sentimientos, demostrándose así el verdadero amor que se tenían.