*ALGUNOS DÍAS ATRÁS*
– ¡Ha llegado el día amiga! –exclamaba Marisa con emoción al ingresar en la oficina de Rebecca.
La joven quitó la mirada de los documentos que estaba revisando para observar a la chica entrar por la puerta de manera alegre. Le sonrió levantándose de su asiento para acercarse a abrazar a Marisa que se dirigía hasta ella con los brazos abiertos.
– Vengo a invitarte a la inauguración de mi bar y no acepto un no por respuesta –amenazó la chica apenas se liberaron del abrazo. Rebecca dio un ligero suspiro.
– Claro que sí. No me lo perderé –le aseguró un momento después con una pequeña sonrisa.
Su amiga ya la conocía, ella no era muy dada a las fiestas, sin embargo, Rebecca sabía lo importante que era este nuevo local para ella. Había estado trabajando muy duro para tener su propio negocio y ya no depender de su familia. No quería que la siguieran viendo como la niña mimada de papá que nada sabía hacer. Quería demostrar lo que podía lograr. Rebecca se sentía muy orgullosa de su amiga, así que aunque no solía asistir a bares, estaba comprometida en apoyarla. Por lo que cuando llegó el viernes en la noche, se alistó con un hermoso vestido n***o de lentejuelas y tacones altos a juego para asistir a aquella fiesta. Estaba dispuesta a pasarla bien sin importar las circunstancias.
*PRESENTE*
– Sube –le gritó la chica rubia que estaba detrás del volante.
Luciano no necesitó pensarlo. Se subió a toda prisa a aquel vehículo mientras la joven pisaba el acelerador y escapaba a toda velocidad. Se escucharon los disparos golpear el auto en incontables ocasiones. El chico permanecía oculto en el piso del copiloto al tiempo en que la rubia maniobraba de manera ágil aquel automóvil intentando escapar. Iban tan rápido como la maquina se los permitía. Pasaron varios minutos antes de que el silencio volviera a aparecer. No sabían dónde estaban, por lo que la conductora se estacionó para tomar un poco de aire.
– Gracias –exclamó Luciano a su salvadora en cuanto se estacionaron. La joven solo asintió. Respiraba agitadamente. Sentía su corazón saltar en su pecho casi a punto de salirse. Permanecieron unos minutos en silencio mientras ambos se recuperaban de aquel susto.
Momentos atrás Rebecca iba camino a la fiesta de su mejor amiga. Escuchó los disparos cercanos en su dirección. Sabía muy bien de qué se trataba, era la mafia enfrentándose nuevamente. Los odiaba. Ella ya había tenido muy mala experiencia con ellos y para su desgracia, la ciudad estaba llena de mafiosos.
Quiso alejarse del lugar antes de terminar en medio de la batalla campal que amenazaba con llegar hasta donde ella se encontraba, pero antes de poder huir logró ver a un chico que corría desesperado y que terminaba siendo acorralado por un grupo de matones. La rabia invadió a Rebecca. No pensó, solo actuó. Pisó el acelerador llevándose por delante a varios de los tipos armados buscando rescatar a aquel joven indefenso.
La chica huyó a toda velocidad de la escena en cuanto el muchacho subió al auto. Pensaba que había logrado escapar por completo sin saber que aquellos matones habían tomado nota de la matrícula de su auto. Pronto descubriría que había quedado fichada para la mafia. Ahora era una persona de interés para ellos.
Rebecca volteó a ver al joven en cuanto se hubo calmado. El chico estaba completamente cubierto de sangre, por lo que no podía ver bien su rostro. Únicamente sus ojos estaban expuestos para ella. Eran unos hermosos ojos marrones. La joven sonrió al verlos.
– Necesito agradecerte de alguna manera –le explicó su inesperado copiloto con voz suave y dulce.
– No te preocupes, no tienes que hacerlo –le respondió la chica sin dejar de mirar a los ojos de ese hombre. Estaba completamente hipnotizada con su mirada.
– Debo hacerlo. Salvaste mi vida –insistió el chico. Rebecca solo sonrió aun cautivada por aquel joven– Debes dejarme darte algo a cambio ¿Qué quieres? ¿Dinero, poder? cualquier cosa que quieras te la daré –le dijo agradecido. La chica negó con la cabeza aun absorta en sus pensamientos– y que tal… ¿a mí? ¿No me quieres a mí? –propuso levantando una ceja de forma pícara. La joven se mordió el labio. Su corazón comenzó a latir fuertemente. Sentía unas ganas tremendas de decirle que sí a su propuesta.
Rebecca abrió la boca para responder, pero se vio interrumpida por el repicar de su teléfono. Era su mejor amiga, preguntaba dónde estaba y por qué no había llegado. La joven salió de su trance y le aseguró a la chica del otro lado de la línea que llegaría pronto. Guardó su teléfono y le dijo a su copiloto que debía irse. Este insistió una vez más en darle algo como agradecimiento. Ella lo rechazó.
– Puedo al menos saber tu nombre –pidió el chico.
– Ana –se limitó a decir la joven.
Rebecca sabía muy bien que si aquel hombre se encontraba en esa situación era porque no andaba en buenos pasos. Ella no quería enredarse con la mafia, ya había tenido suficientes problemas para ir por ese camino, así que decidió mentir. Rebecca se despidió y arrancó el auto en cuanto el chico bajó. Este se quedó observando cómo se alejaba aquel vehículo. Repitió el nombre de aquella hermosa dama como intentando grabarlo en su mente. Había quedado prendado de ella. Era atrevida y valiente. Nada parecido a las otras mujeres que había conocido en su vida. Además, era muy hermosa. Sin duda necesitaba volver a verla.
Rebecca llegó al bar unos minutos después de todo el caos vivido. Se apresuró a entrar al local y buscar a su amiga. No dudó en contarle lo que había ocurrido, por lo que la chica le consiguió de inmediato un trago.
– Lo necesitas –insistió entregándoselo. Rebecca respiró profundo y tomó el shoot que le entregaba Marisa. Lo sorbió de un golpe. Gritó ante la sensación de ardor en su garganta.
– Ahora ya estás lista para que conozcas a tu próximo novio –Rebecca miró asustada a su amiga. Ésta solo rió.
Marisa le dijo que había preparado una cita a ciegas para ella. Rebecca se negó. Su amiga insistió. Se trataba de un soltero muy codiciado. Pertenecía a una familia respetada y muy cercana a su padre. La joven pensaba que ese galán millonario era justo lo que su amiga necesitaba para olvidarse de todas las complicaciones de su vida.
– Estoy casada ¿recuerdas? –aseguró Rebecca de manera seria.
– En proceso de divorcio –aclaró su amiga. La joven suspiró resignada.
No iba a haber manera de lograr cambiar de idea a su amiga. Cuando esta quería algo, insistía hasta conseguirlo, así que Rebecca pensó que lo mejor era aceptar la propuesta de la chica y conocer al joven, ya luego buscaría una excusa para retirarse del lugar y alejarse de él. Pero las cosas no salieron de acuerdo a su plan. Tras esperar un par de horas, su amiga apareció con el pretendiente. La joven quedó cautivada con el chico apenas este estuvo frente a ella. Él sonrió al verla, ya que de inmediato la reconoció, era su salvadora.
A pesar de sentirse atraída por aquel hombre, Rebecca no logró descubrir su identidad, ni siquiera al notar sus hermosos ojos marrones, pero a diferencia de lo que tenía pensado antes de su llegada, decidió darle una oportunidad a ese encantador chico que ahora la miraba con una enorme sonrisa en su rostro.