Esteban conduce feliz con Nicole a su lado, se van directo a la playa a encontrarse con su familia, después de haber pasado casi todo el fin de semana en Rancagua, es hora de volver. Calcula que faltan unas dos horas para llegar. ―¿Tienes hambre? ¿Quieres pasar a comer algo? ―pregunta a su mujer. ―No, no, prefiero esperar, allá comeremos asado ―responde con una sonrisa infantil. ―Sí, es cierto. ¿Estás cansada? ―No, ¿y tú? ―No ―la mira brevemente con una radiante sonrisa que deja a Nicole sin respiración―. ¿Qué pasó, señorita Zúñiga, que me mira de ese modo? ―Te amo, Esteban Arriagada. ―Si no fuera que te conviertes en una preciosa frutillita cuando tienes pensamientos libidinosos conmigo, no sabría qué pasa por tu linda cabecita. Nicole se pone más roja todavía y él se echa