Cristóbal espera paciente a que Verónica se desocupe de sus exámenes. Luego, la llevará a tomar desayuno y al siquiatra. Espera que todo esté en orden y que no sea más que una alteración hormonal. Desea que sea algo así, y no otra cosa, mucho menos, aunque teme que así sea, que ahora que está segura con él, o él seguro en su vida, ahora que están casados legalmente, ella se... No. No quiere siquiera pensar en esa estúpida posibilidad. Verónica no es esa clase de chica, ella nunca ha sido ambiciosa. ―Estoy lista, ¿nos vamos? Tengo hambre. Cristóbal, ensimismado en sus pensamientos, no se da cuenta que ella ya había salido. La mira, tiene la sonrisa a flor de labios. No puede evitar sonreír. ―¿Dónde quieres ir? Tú ordenas, yo obedezco ―ofrece él de buen humor, olvidándose de sus temores