Celine recordó lo bien que se sentía estar en compañía de alguien que la tratara con cariño y la escuchara atentamente. Se sorprendió al darse cuenta de lo mucho que disfrutaba pasar las mañanas con el señor Emir mientras Enzo estaba en el trabajo. Ese día, al igual que los anteriores, había estado ayudando a su suegro en el jardín, regando las plantas del vivero. —Esta era la favorita de mi esposa —comentó Emir, con un gesto melancólico en su rostro. Celine bajó la mirada hacia las flores de diferentes tonalidades y se acercó para olerlas, sintiendo el cosquilleo en su nariz al inhalar la dulce fragancia que desprendían. —Tienen un olor agradable —murmuró ella. Emir asintió y con cuidado cortó el tallo de la flor que había señalado, eligiendo las que pondría en el centro de mesa. —Se