Catrina Vidal
Era la fiesta más importante de todo el ramo farmacéutico del norte del país. Era el veinte aniversario de Nubak la empresa donde mi padre era el gerente general. Este día era especial. Mi padre se pasó días enteros diciendo que tenía el presentimiento de que este año recibiría un reconocimiento frente a todos los presentes. Yo estaba feliz por él. Hace tiempo que no lo veía tan alegre y enérgico. Desde que murió mamá, hace poco más de siete años, mi padre sólo se dedicó a cuidar de mí y a su trabajo. No salía con mujeres. Es la razón por la que hoy lo acompañaría a la fiesta. Además, de estar ansiosa por ver a Carlos mi novio. Él también trabaja en la empresa, mi padre fue quien lo contrató como uno de los encargados de uno de los departamentos de Nubak.
—¿Estás lista para ver a papá triunfar? —me pregunto mi padre cuando llegamos al lugar del evento ofreciéndome su mano para bajar del auto como el caballero que siempre es.
Sonrío feliz.
—Papá, tú siempre triunfas y estoy segura de que hoy no será la excepción —le digo con entusiasmo dándole un beso en la mejilla y acomodando su corbata hasta que queda perfecta. Introduzco mi mano en el hueco que se forma en la curvatura de su brazo y caminamos juntos hasta el interior del salón del gran hotel de Distrito V, el complejo más grande de hoteles, restaurantes y centros comerciales de toda la ciudad. Muy elegantes se pusieron el día de hoy.
Al entrar vi algunas caras conocidas, ya que regularmente solía acompañar a mi padre a este tipo de eventos. Mientras se detuvo a saludar a algunas personas. Me quede a su lado buscando con la mirada a Carlos. Di unos cuántos pasos, mientras le escribía un mensaje de texto desde mi móvil. En eso choco con alguien, el aroma de su perfume inunda de inmediato mis fosas nasales haciendo que eleve mi vista al frente.
—Lo siento… una disculpa, estaba distraída.
—¡Niñatas…! —exclama aquel hombre que hace que lo vea de una manera hipnotizante. Alto, medirá casi unos dos metros, cabello castaño, ojos color miel, piel muy clara, y una voz tremendamente sexy además de que cuando le vi el rostro, provocó en mí una sensación de superioridad al instante. ¡Este hombre de donde salió! Probablemente es uno de los socios que invitaron del extranjero, ese porte seguro es inglés.
Sigo buscando con la vista a mi novio, pero no lo encuentro. Veo a mi padre muy entretenido platicando con accionistas de la empresa. Por ahora no me necesita. Camino hasta la barra en busca de algo de beber, me siento un poco acalorada entre tanta gente.
—Un mojito sin alcohol por favor —le pido al bar tender.
—Enseguida.
Miro de nuevo mi móvil, aún no tengo respuesta de Carlos. Se me hace muy raro que no conteste, ya debería estar aquí.
—Hola, tú eres Catrina Vidal, ¿verdad? —escucho una voz femenina a mi espalda. Me giro y veo a una chica de unos veinticuatro años, muy hermosa, por cierto, cabello teñido de rubio, escote muy pronunciado y vestido ceñido al cuerpo color esmeralda.
—Si así es, ¿Quién eres tú? —pregunto con intriga ya que nunca la había visto.
—Mi nombre es Elena Silva, trabajo en el mismo departamento que Carlos —arqueo una ceja, ¿Cómo sabe esta mujer quién soy? ¿será amiga suya?
—De hecho, es mi novio y lo estoy buscando, ¿has visto si ha llegado? —le pregunto, dejándole en claro de inmediato que Carlos es mi hombre.
Me dirige una sonrisa que se siente muy falsa.
—Aquí tiene señorita —escucho al bar tender.
En eso que giro para tomar mi bebida ella exclama —¡mira allá esta Carlos!
De inmediato giro mi vista para encontrarlo, pero no lo veo. Regreso mi mirada con enfado hacía la chica Elena, pero me quedo confundida al ver que ya no está. Tomo mi trago y bebo enseguida mientras pienso en la rara mujer.
Regreso a donde mi padre. Me dice que antes de empezar el evento debe atender unos asuntos importantes, que él me buscará, mientras que disfrutará de la fiesta.
Pasan diez minutos y tengo que buscar una silla donde sentarme, me siento un poco mareada y con calor. Cuando llego a una silla mi respiración ahora es agitada. Empiezo a entrar en pánico al no saber que está sucediendo conmigo. A mala hora me fui a enfermar. Tuve que salir a tomar un poco de aire, comenzaba a hiperventilar, sentía como si no pudiera respirar bien, mi corazón estaba acelerado. Esto no era normal y encima mis nervios no ayudaban para nada.
En el jardín del hotel había algunas banquitas, sintiendo mi cuerpo pesado trate de caminar hasta una de ellas, pero mi cuerpo me traiciono cuando caí dándome un golpe en mi cabeza. Sentí como si hubiera estallado. Me retorcí tratando de pedir ayuda, pero no había nadie. Todos estaban en el interior del salón.
Trataba de no cerrar los ojos. Finalmente vi un par de zapatos que caminaban hacía mí.
—A… ayud… a —traté de hablar casi inconsciente.
Aquel hombre que no distinguía quien era se puso en cuclillas revisando mi pulso en la muñeca. No dijo nada, solo sentí que me levanto en sus brazos. Mi vista ahora era borrosa. Sólo podía percibir un dulce aroma a vainilla amaderada. El aroma me era conocido, pero no recordaba de dónde. Ese aroma era adictivo y a la vez relajante porque cuando apoyé mi cabeza sobre su pecho, cerré los ojos.