A la mañana siguiente me desperté más temprano que los otros días anteriores. Esta vez no me había puesto perezosa a la hora de levantarme y saludé con un beso en la mejilla a Laila que parecía odiar al mundo con unas ojeras de koala. —Te veo bien —me miró extrañada de arriba abajo—. ¿O sólo soy yo que me siento como la mierda? —No, en realidad sí me siento bien —dije tomando un poco de leche tibia. Hoy me sentía fresca, relajada, así que iba con ánimos a la universidad y no sabía a qué se debía—. Tú deberías de darte un tiempo, relajarte, y quitarte todo ese mal genio. En eso entra Jaylen a la cocina y nos mira con su cara de pocos amigos, como siempre. Coge una de las tocinetas fritas que preparaba Laila y se la come sin permiso. —Tú también —le dije al chico y ni me hizo caso. —Bu