Capitulo19

2153 Words
Francesca No podía dormir, daba vueltas en la cama y había perdido la noción de la hora, después de la cena donde Marko se mantuvo relativamente callado, Sofía y yo pasamos un rato en la piscina climatizada antes que ella se fuera a dormir. No sabía si mi esposo se había ido como todas estas últimas noches, si estaba en su despacho o también se había ido a dormir. No debería importarme, me había dejado de lado todos estos días cuando pensé que estábamos conectando de alguna forma y eso de alguna manera dolió, aun cuando sé que no debo hacerme ningún tipo de ilusión con él. Pero después... Todavía me hormiguea la piel, ese momento en la cocina sigue dando vueltas en mi cabeza sin poder borrarlo, un escalofrió me recorre el cuerpo al recordar sus manos en mi cintura, su boca sobre mi piel, el roce de sus labios sobre los míos y lo bien que se sintió todo eso, como si una corriente de baja intensidad agobiara sin cesar mi sistema nervioso. Mi cuerpo totalmente en tensión, las sensaciones sucediéndose una tras otra en mi mente, confusa mientras me esfuerzo por bloquear la imagen, de él, tan cerca mío. ¿Qué había sido todo aquello? Y ¿Por qué me moría por volver a repetirlo? Estoy segura que si Boris no nos hubiera interrumpido el me haría besado, me habría dado mi primer beso de verdad. Me sentía inquieta, daba vueltas sin poder siquiera cerrar los ojos, pensar en el me daba calor, quería, pero no podía apagar mi cabeza, lo estaba intentando, pero no había forma en que pudiera entenderlo. Se acercaba a mí y me cuidaba para luego alejarse, entonces me sorprendía alojando a mi mejor amiga, como si supiera lo mucho que la extrañaba, me decía que nunca podría sentir nada por mí y luego se comportaba de esa forma tan íntima. Dios iba a volverme loca. No quiero sentir esas cosas por alguien que básicamente ya me dijo que no va a poder sentir nada por mí en toda su vida. Me levante, era inútil, sabía que no iba a poder dormirme, me puse una bata y baje a la cocina a tomar un té. Afortunadamente, está vacía cuando entro, así que pongo agua a calentar y busco una taza y un saquito de té, cuando el agua esta lista la vierto sobre la taza e inspecciono el contenido de la nevera. Es solo un antojo, un gusto de todas las veces que mi madre me las negó, cojo el recipiente de fresas del estante superior y busco un poco de miel, estoy a punto de llevarlas a la isla de la cocina cuando siento pasos entrando. Marko. Ni siquiera tengo que girarme para saber que es él, su perfume amaderado es inconfundible pero además soy consciente de que no tiene nada que ver con ese hecho, sino al hormigueo que sentí en la nuca, a la fuerte reacción de mi cuerpo ante él que es desconcertante. ― ¿No puedes dormir? ― respiro hondo y me doy la vuelta lentamente, mis ojos se posan en la forma esculpida de su torso desnudo, ya que solo lleva pantalones de chándal negros. ―No…― Levanto la cabeza y miro, debe de haberse duchado, porque ese olor tan suyo se adhiere a él, tiene el cabello mojado y completamente revuelto, como si se hubiera pasado los dedos por él un par de veces y considerara que con ese es suficiente, bueno no está equivocado, lo es. Una imagen digna de admirar. ― ¿Puedo? ― se acerca a escasos centímetros de mi rostro y toma el cuenco que apenas podía sostener en mi mano―. Parecen de las dulces ¿Me das una? Su voz aterciopelada resuena junto a mi oído, me cuesta creerlo, pero está aún más sexy así que vestido de traje y arreglado y era difícil ganarle a ese aspecto suyo. Me aclaro la garganta y le quito cuenco de fresas, Marko ladea la cabeza, me clava la mirada y parpadea lentamente, mi corazon palpita fuertemente y apenas puedo reprimir un suspiro. Es ridícula la forma en que hace que me tiemblen las rodillas. Me mira fijamente, da un paso adelante y me estrecha contra la encimera con los brazos. No puedo pensar claramente porque su cercanía, la forma en que huele tan delicioso y la forma en que me está mirando nublan cualquier rastro de sentido común, aprieto los labios, cojo una fresa del cuenco y se la llevo a la boca. Nunca jamás hubiera hecho algo así si no me sintiera tan abrumada y embriagada por el cómo lo estoy. Sus ojos, una tormenta oscura tan exquisita de contemplar, nunca se apartan de los míos mientras rodea la fresa con los labios y se mete las puntas de mis dedos en la boca, el aire deja de fluir y la garganta se me seca ante eso, respiro hondo, tratando de calmar mi cuerpo traidor que se ha estado agitando y temblando de excitación desde el momento en que me toco antes. —¿Quieres probar, Francesca? —ladea la cabeza y me da un ligero beso en la barbilla, puedo no tener experiencia, pero no puedo no notar el doble sentido de sus palabras. —No. — cerré los ojos, un solo toqué y estaba perdida. —¿Segura, mía cara? — otro beso, esta vez un poco más peligrosamente cerca de mi boca—. Esta verdaderamente deliciosa. Sus manos fueron a mi cintura acercándome a él, las palabras que le había dicho a Bianca golpearon mi mente, me gustaba demasiado, sí, y si dejaba que esto avanzara a la larga yo sería la única que sufriría, pero ahora, justo en este momento, supe que no tenía voluntad para alejarme de él y de su toque. Estaba claramente perdiendo la batalla y con ella mi control. —¿Quieres que me aleje? — dijo, pasando su nariz por mi mandíbula. —S-sí... — susurre débilmente, pero sus manos me apretaron más contra él. —¿Quieres que deje de tocarte ángel? ¿Quieres que me detenga? —No— fue un gemido casi lastimoso, una súplica que me hiso hervir la sangre. —Estas volviéndome loco, mía cara— ahogue un gemido cuando sus grandes manos me alzaron y me sentó sobre la isla de la cocina, el cuenco con las fresas voló y el de una forma suave y deliberada puso una mano entre mis rodillas y las abrió, situándose entre mis piernas. Sus ojos, de un azul profundo, recordándome a los de un animal salvaje, afilados y concentrados, con la presa en el punto de mira y preparándose para devorarla. Recorro su cuerpo con la mirada hasta llegar a su boca y me sonríe de una forma sexy y vanidosa, la típica sonrisa de un hombre que sabe lo que tiene y el poder que ejerce sobre las mujeres solo con eso. No me importa, siempre voy a preferir una versión suya donde sonría. Se acerca hasta que su rostro queda a escasos centímetros del mío. Respiro hondo y cierro los ojos; cuando exhalo, suena como un suspiro derrotista. —Mírame, mía cara— abro los ojos y me mira fijamente, su respiración profunda y pesada me acaricia el rostro—. Tus ojos están más amarillos que nunca, son como una jodida estela dorada. Son fascinantes, tanto como tú. —Marko…— su pulgar acaricio lentamente mis labios. — Sonríeme, haces que todo sea más brillante cuando lo haces— lamí mis labios y el siguió el movimiento con profunda atención y me perdí en el azul de sus ojos—. ¿Acaso tienes idea de lo que me haces cuando me miras así Francesca? No tuve tiempo a decir absolutamente nada, su mano fue directo a mi cabello donde lo agarro en un puño y lo sostuvo al tiempo que estampaba sus labios sobre los míos, su lengua delineo el contorno de mis labios y me insto a abrirlo, mordió suavemente mi labio inferior provocando que un gemido escapara, se separó un poco de mi y acaricio la piel de mi garganta, rozo sus labios contra los míos y me miro. —Jamás podrías imaginarte lo que estás haciendo conmigo Francesca. — Estampo su boca contra la mía en un brusco y posesivo beso, su mano en mi garganta se liberó un poco y me hizo gemir cuando su lengua me tomo con fuerza. No había nada delicado ni ligero en su beso, era hambriento y duro, su mano bajo por mi espalda acariciándome, me sujeto de la cintura y me atrajo hacia él, note su polla dura presionándome. Es tan tentador que se me escapa un pequeño gemido mientras la humedad se acumula entre mis piernas. Me muerde el labio inferior con fuerza y vuelve a apretarme contra él. Me siento abrumada, extasiada y completamente rendida ante el deseo que siento por el hombre que me estaba besando como si su vida dependiera de ello. Mi primer beso, un beso de verdad, duro y crudo. Mordisqueo mis labios antes de separarse de mí, totalmente afectado por el beso que acaba de darme, que acabábamos de compartir, sus manos fueron a mis muslos desnudos, acariciándolos, cada vez un poco más y más arriba. —Tus ojos son de un amarillo hermosamente hipnótico— dijo, sin dejar de acariciarme—. Estas haciendo imposible para mi dejar de mirarte, sin importar lo que esté pasando ¿Qué me estás haciendo Francesca? Lo mire, Marko iba a ser mi perdición, lo sabía, lo sentía porque además estaba escrito por toda su cara. No pude responder a aquello, no tenía idea que era lo que hacía que lo estaba torturando tanto, Marko siguió acariciando mis muslos, hasta que poco a poco sus manos llegaron a mi ropa interior, ahogo un gemido cuando con el tacto de sus dedos sintió el encaje. Sentí mis muslos más húmedos que antes y mi corazon latiendo de forma desbocada, sus manos subieron hasta mi cintura, mi piel ardiendo por donde el pasaba, volvió a devorar mi boca y mis manos fueron directo a su pelo, tirando de él, necesitando más. Más de él, más de sus besos, más de sus caricias. Me tomo de los muslos, pegándome más a él y obligándome a rodear su cintura con mis piernas. —Dios. — no podía soportarlo, esto era demasiado para mí. —¿Quieres que te toque aquí? — puso una mano entre nuestros cuerpos, apretando mi entrepierna, una ligera tensión me recorrió, lo deseaba, sí, pero no sabía si estaba preparada para aquello. Marko pudo ver la lucha en mis ojos, quito la mano—. No haremos nada si no estás lista, mía cara. Me dio un beso en la frente y vi su intención, no lo deje, esta vez fui yo lo que lo beso, llevando mis manos a su trabajada espalda y acariciándolo, Marko tomo mi cabello tirando ligeramente e inclinando mi cabeza hacia atrás profundizando el beso y apretando su duro m*****o contra mi entrepierna húmeda y palpitante. Estaba perdida en él, en este momento. —Lo siento mucho— una voz vino de la puerta y me tense, Marko me bajo y puso su cuerpo delante del mío tapándome. —Qué demonios quieres Boris? — la molestia era evidente en su voz y su cuerpo estaba tenso, quise moverme, pero no me dejo. —Solo quería agua— su voz era casi divertida, vi brevemente la mirada que nos estaba dando—. Pero no se preocupen ya me voy y no vi nada. Despareció. Marko suspiro y yo me pare a su lado, no dijo nada por unos minutos, ni siquiera me miro, la realidad de lo que habíamos hecho cayéndonos encima ¿Se estaba arrepintiendo? Estaba a punto de irme cuando su mano sujeto mi muñeca deteniéndome. —¿Dónde vas? — su mirada era dura, estaba enojado, podía verlo. —Yo... lo siento...no va a volver a pasar, cruzamos un límite y... —¿De que estas hablando? — no pude decir nada, las palabras no salían de mi boca, tenía una revolución de sensaciones agobiándome—. Francesca... No podía mirarlo, porque si me decía que se arrepentía me rompería. —Déjame ir— pedí, mirándolo, sus ojos se suavizaron. —¿Crees que me arrepiento de lo que acaba de pasar? — esquive su mirada, pero él me tomo de la barbilla y me hiso mirarlo—. Lo que acabamos de hacer… joder vas a ser mi jodida perdición, mía cara. Sus labios tomaron los míos, devorándome nuevamente, haciéndome sentir no solo que no se arrepentía sino cuanta verdad había en sus palabras, en lo que acaba de decir y le creí porque sabía que él iba a ser la mía.
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