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Purgatorio

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Blurb

A pesar de todo, siempre hay una luz al final del camino, y eso fue Adam para mi, pero todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.

Mi familia me mantuvo en la obscuridad por protección, ahora me toca salir por mi misma a la luz y enfrentar a mis demonios, entre ellos, la posibilidad de perder a Adam para siempre.

Alguna vez escuche que los sacrificios por amor eran los que mas valían la pena, espero estar haciendo lo correcto.

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Prólogo
Nueva Orleans, Luisiana, marzo de 1865.     Mi preciosa Nueva Orleans, el lugar que me vio nacer tanto como humano y ya hace más de un siglo como inmortal, ahora completamente destruida por una maldita guerra sin fin; los ideales de nuestro presidente Lincoln, son los que todos deseamos, Hasta que cada hombre sea libre, todos seremos esclavos, pero cuando tienes un contrario, esto se convierte en un enorme polvorín y cuando estalla todo se vuelve un caos, en nuestro caso una guerra civil, donde cientos de miles mueren a diario. Mí adorado hogar donde todo es destrucción, una cosa es ver como el tiempo se ha llevado a mis seres queridos y otra muy diferente es presenciar cómo les es arrebatada sus vidas, malditas armas. Me encuentro sentado en un lugar en donde me gusta llegar a meditar, no precisamente por lo que se encuentra aquí, sino por la tranquilidad, el cementerio se ha agrandado al paso de los años, ahora el lugar donde sepulté a mí una vez amada Isabella, forma parte de él, sonrío de medio lado mostrando uno de mis afilados colmillos. —¡Oh Isabella!, y yo que te creí una santa, tan jodido me has dejado —susurro quedo con un tono cargado de ironía, la traición fue lo único que me gané de su parte, aún sin merecerla, darme cuenta que mi propia esposa fue capaz de engañarme con Anthony Blanc, siendo esta la causa de mi estúpida venganza, terminé siendo un vampiro, un despiadado ser que se alimenta de sangre cada noche asesinando soldados del ejército confederado, ¡Vaya! de algo he de servir a mi nación después de todo. Es de noche, no puedo precisar la hora, pero una bella luna llena ilumina el lugar, me levanto del tronco que me ha servido de asiento y comienzo a caminar, tomo una muy profunda respiración, ha llegado la hora de matar, me muevo entre las sombras, sigiloso, si algo me queda claro es que ningún humano debe de saber lo que soy realmente, vivo bajo una máscara de soldado del ejército de la unión, ocultando mi identidad, por el momento adopto el nombre de Henry Clark. Paso por un mausoleo conocido, ¿Cómo no recordar el lugar donde me llevé encerrado dos días después de mi intento fallido de s******o? La verdad es una tumba muy amplia y elegante con esculturas de mármol, digna de una persona adinerada, cómo en su tiempo fueron mis antiguos patrones, los Dubois, aunque ahora sus parientes son los que atienden las tierras, esa familia francesa estirada que solo viene aquí con aires de grandeza, basura rica que se sirve de las buenas personas de Nueva Orleans. De pronto escucho un ruido, el familiar sonido de una puerta al abrirse, me oculto detrás del muro del gran mausoleo, seguro mi futura víctima, o mejor dicho, mi cena, espero ansioso a que aparezca en mi campo de visión y cuando estoy por atacar, me percato del ruido de más pasos aproximándose. —¡Oh, mira Frank! una muy bella señorita nos acompaña —dice burlón, puedo precisar cada una de sus palabras a pesar de estar aun oculto en este sitio, tanto se ha desarrollado mi sentido del oído, que escucho el palpitar acelerado del corazón de la que sería mi cena, aunque, ¿Quién soy yo para acabar con una vida inocente? por que de seguro lo es, y no solo eso, ahora está en peligro. —Tienes razón, George, una muy hermosa, podemos divertirnos esta noche. —Por favor caballeros, les suplico que no me lastimen —ruega, esa voz tan suave y aterciopelada, seguro es una criatura delicada, por ella sería capaz de volverme poeta, Deja el romanticismo aun lado, Adam, ¡Concéntrate! regaña mi subconsciente. —¿Oíste eso George? está suplicando. —Pobre, solo queremos pasarla bien, mujer, creo que por derecho debemos tenerte, digo, somos fieles soldados que luchan por librar estas tierras del terror de la unión con sus reformas estúpidas, justo es que los habitantes nos lo agradezcan y que mejor forma, que nos des una cálida noche a mi amigo Frank y a mí. Un conjunto de sentimientos se arremolinan en mi interior al escuchar lo que este bastardo se ha atrevido a decir, malditos confederados; de pronto escucho gritos y me percato del forcejeo. —¡No! Suéltenme, aléjense —ordena la joven mientras que las risas de ambos tipos se hacen presentes y escucho el rasgar de la tela, no lo soporto, no puedo permitir que le hagan daño de esa manera, sería un cobarde si no los detengo ante tal ultraje, salgo de mi escondite, la mujer llora y grita tratando de zafarse, pero es inútil contra ese par de mastodontes. —Oigan, imbéciles, ya escucharon a la señorita, ¡Suéltenla ahora! —ordeno acercándome aún más desenfundando mi espada, ellos sonríen, pero lo que me llama la atención es ese par de ojos aceitunados y temerosos en ese rostro pálido y delicado, cómo sí me estuviera suplicando por su vida. —Creo que tenemos compañía Frank, nos honra con su presencia un soldado de la Unión. —Seguro igual de chiflado que Lincoln. —Por lo menos no soy un bárbaro como ustedes, además de feos, cobardes —digo burlón, ellos fruncen el ceño y arrojan al suelo a la chica que cae hacia una roca lastimándose el brazo, chilla de dolor y los hombres sacan sus armas. —Miserable, ya veremos de qué te sirve la cara, niño bonito. Se abalanzan ambos contra mi dando su grito de guerra, ahora no me importa mostrar lo que soy, arrojo mi espada al suelo y saco mi naturaleza vampírica, me voy contra ellos sacando mis garras y sus rostros reflejan terror, mi mano atraviesa a uno de ellos por el estómago, mientras sujeto al otro por el cuello acercándolo a mi para luego beber su sangre; el sabor alcalino llena mi boca desatando una explosión de sensaciones en mi interior, entre ellos, satisfacción por deshacerme de estas ratas miserables de alcantarilla, mientras la vida de uno acaba en un último palpitar contra mis labios, él otro solloza y comienza a agonizar, soy un sanguinario, me alimento de la muerte de otros, esa es parte de mi condena a la inmortalidad. De pronto recuerdo a la chica de rostro angelical, me siento asqueado por lo que acabo de hacer frente a ella, suelto los c*******s y me limpio el rostro con la manga de mi casaca y me giro en mis talones con algo de temor, se encuentra justo ahí, mirándome, pero no pareciera temerme, solo me observa, sus ojos temblorosos se agrandan poniendo toda su atención en mi pierna herida, gatea hasta mí y noto su cercanía de inmediato, la espada de uno de mis adversarios está encajada en esta, trago en seco instintivamente y cuando menos lo pienso, ella lleva sus manos a la empuñadura y la saca, gruño, a pesar de ser lo que soy, aun siento algo de dolor, o por lo menos creo sentirlo. —Lo siento, ¿Estás bien? —pregunta desconcertándome, me limito a asentir mientras parpadeo un par de veces. —Es una herida grande, debes sentarte, te vendaré —dice amablemente, yo arqueo una ceja y cuidadosamente me siento en el suelo, aunque no es necesario que me cure debido a que descubrí que mis heridas sanan solas, no quiero ser descortés. —¿No me temes? —Eres mi salvador, ¿Por qué debería temerte? aunque es muy peculiar el modo en la que te deshiciste de esos soldados, ¿Entrenamiento especial en la milicia? —cuestiona y me estiro el cuello de la camisa nervioso. —Eh, algo así. Sus manos viajan a la tela de mi pantalón y la rasga descubriendo mi herida, luego toma su faldón y rompe la tela de la bastilla e improvisa un vendaje alrededor de mi muslo. —Listo soldado, creo que es hora de marcharnos de aquí, debe haber más confederados de donde vinieron estos, ¡Oh que falta de modales los míos! mi nombre es Elizabeth, Elizabeth Marie Roux. Me extiende su mano y yo la estrecho, es cálida; su apellido es algo peculiar, nunca lo había escuchado antes y se supone que esta es la nueva rama familiar de los Dubois, aunque ella no se parece en lo más mínimo a ellos. —Coronel Henry Clark, a sus órdenes señorita. Llevo su mano a mis labios y deposito un suave beso, sonrío al percatarme del sonrojo en sus mejillas, libero su mano y procedo a levantarme. —Déjeme ayudarlo buen señor, recuerde que está herido. Me toma por el brazo, me sorprende que tenga tanta fuerza si es tan pequeña y delicada. —Tranquila, estoy bien señorita Roux, vamos, la acompañaré a su casa. Asiente y juntos caminamos fuera del cementerio. Caminamos por un largo paraje, las luces de algunas mansiones ya se encuentran apagadas, pero veo una que refleja la riqueza familiar, una gran reja de hierro que encierra un bello jardín delantero, al igual que una inmensa casa de ladrillo y madera con enormes ventanales, pareciera haber un alboroto por las sombras que alcanzo a distinguir por las ventanas que caminan de aquí para allá. —Ese es mi hogar, sería una falta de cortesía no invitarlo a hospedarse en mi casa después de haberme salvado la vida —dice sonriente, atino a asentir educadamente. —Me disculpo madame, pero debo regresar con mi batallón, es necesario —puntualizo. —Un coronel responsable de su batallón, es admirable su labor defendiendo los ideales correctos, buen hombre, espero volver a verlo pronto. —Buenas noches señorita Roux —digo quedamente mientras ella entra a la propiedad y cierra la reja. —Buenas noches coronel Clark. Retoma su andar entrando a su casa donde escucho gritos, unos de alegría, otros reprimiéndola, seguro estaban preocupados por ella, y como no preocuparse por esa criatura tan bella y angelical que a pesar de ver a este monstruo no me tuvo miedo y no conforme, me curó y me ofreció su casa, suspiro y decido ir a mi campamento para descansar.    ******            ******     —Así que es usted enfermera —pregunto a la señorita de ojos aceituna, estamos en el campamento, los heridos son atendidos por los médicos y enfermeras mientras acompaño a la señorita Roux en su guardia nocturna. —Sí, lamentable el hecho de que la demanda de enfermeras sea tan alta a causa de la guerra —dice mientras niega con su cabeza al pasar por una de las camillas donde vemos que hacen un torniquete en la pierna de un soldado. —Lo amputarán, no importa que hagamos para salvar su vida, después de que pierda su pierna creerá que nada tiene sentido y se suicidará, la tasa de mortalidad de personas amputadas a causa del s******o es alta. —Sabe mucho del tema, pero dígame ¿Acaso no disfruta su trabajo? así la demanda sea por la guerra es bueno tener en que ocuparse. —Mi deber es dar cuidado a quien requiera de mis servicios sin importar la causa de su mal, si algo repudio en el mundo es esta guerra que se ha cobrado la vida de muchos inocentes, coronel —responde frunciendo el ceño, ¡Vaya! la he molestado, tiene cierto atractivo cuando se enoja. —¿Qué le hace gracia, coronel? —pregunta aún más molesta y me atrevo a responder. —Usted. Ella apuña su mano libre mientras con la otra hace más firme su agarre alrededor de la lamparilla de aceite, frunce fuertemente el ceño cerrando los ojos. —Si me permite debo seguir con mi labor, coronel —asiento aun riendo y ella se da la espalda y se retira, es muy bella, la primera mujer que me llama la atención en un siglo.   ******            ******   —Señorita Roux, señorita, ¡Elizabeth! —la llamo cruzando la multitud de personas que se encuentran en el lugar hasta salir al jardín trasero donde se lleva a cabo la gran celebración, la guerra al fin acabó, los confederados cayeron rendidos ante los estados de la unión y nuestro país se ha convertido en una nación libre, después de tanto tiempo, mi bella Nueva Orleans podrá resurgir. Veo a la señorita Roux cerca de un bello manzano, pareciera esperar a alguien. —Elizabeth. Ella se gira y me mira devolviéndome una amplia sonrisa. —Felicidades coronel, la guerra ha acabado. —Gracias Elizabeth, esto no hubiera sido posible de no tener a las enfermeras calificadas del colegio Nightingale al servicio del ejército. —Me halaga coronel —responde sonriente, le estiro mi mano y ella la toma. —Demos un paseo. Asiente y comenzamos a caminar. —Es una hermosa noche de luna llena ¿No cree? —Muy hermosa, por cierto, lindo brazalete —digo refiriéndome al fino brazalete de oro con las iniciales HER, ella solo sonríe. —Mi padre me lo regaló —responde atenta—. Dice que me pertenece desde que lo vio. —Eso explica el significado de la palabra, pero quisiera pedir una cosa, señorita Roux. —Dígame. —¿Me concedería una cita para conocernos mejor? Es usted una dama muy interesante. De pronto su mirada se ensombrece e inesperadas lágrimas caen. —Disculpe si la he ofendido, no fue mi intención y.… —me interrumpe poniendo una mano en alto silenciándome. —Es usted un hombre maravilloso coronel, un hombre al cual me arrepentiré el resto de mi vida el tener que rechazar —su respuesta me toma por sorpresa, pero más su reacción al dármela. —¿Por qué señorita? ¿Que la acongoja de esa manera? Se abraza a sí misma y me da la espalda. —Soy una mujer comprometida, me debo a mi futuro marido y no pretendo traicionarlo —esas palabras me hacen estremecer, lógico está comprometida, es hermosa e inteligente, pero lo que me llega al alma es su respuesta, ese "No pretendo traicionarlo" aunque he de imaginar que se trata de un matrimonio arreglado; le doy una sonrisa triste y me acerco tomándola por los hombros. —Es usted una mujer muy hermosa, afortunado sea su futuro marido. Me acerco y me atrevo a besar su frente, ella se sonroja. —Jonathan Dubois, desde mi nacimiento estoy comprometida con él —al escuchar el dichoso apellido, siento como si me cayera agua helada encima, suelto una pesada respiración. —Debo irme. —¿Dije algo malo? —pregunta angustiada, debo irme lo antes posible de aquí, nuevamente mi felicidad me es arrebatada por los Dubois. —No, solo debo irme Elizabeth, que tengas buena noche —respondo alejándome de ahí a paso rápido.    ******            ******     Ya han pasado algunos años desde el término de la guerra, el coronel Clark debe desaparecer y transformarse en otra persona para no ser descubierto, viajaré a Tennessee por un tiempo, debo encontrar a alguien de mi especie para saber más sobre nuestro origen. La última vez que vi a la adorable señorita Roux fue aquel día en la iglesia subiendo a su carroza con su bello vestido de novia al lado del que creo es su esposo, aunque sé que ya tiene a su primogénito y que será uno de los grandes herederos de la fortuna Dubois. Es de noche en la estación del tren, espero a abordar, escucho las pláticas de las personas, pero me enfoco en un par de hombres bien vestidos de edad avanzada —Dicen que la señora Dubois falleció anoche. —¿La esposa de Jonathan Dubois?, ¡Santo cielo! ¿Cuál fue la causa de su muerte? Me quedo petrificado al oír tal noticia, ¿Que habrá pasado? —La encontraron muerta esta mañana, dicen que nadie sabe lo que pasó realmente. El otro anciano niega con su cabeza. —Pobre mujer, era una gran persona, una enfermera ejemplar. —Lo sé, aunque ha dejado viudo al señor Dubois y huérfana a la pobre criatura. —Pobre criaturita, crecerá sin una madre. Aprieto mi agarre a la maleta, todos a mi alrededor mueren, ¿Acaso estoy condenado a vivir solo? eso es lo más seguro, creo que deberé alejarme de cualquier humana, renuncio a rehacer mi vida, ya no quiero que la gente muera a mi alrededor.

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