Capitulo II.I

3319 Words
Yelena se quitó las botas y las dejo en el piso aún lado de la banca donde estaba sentada, mientras deslizaba una de sus medias pudo notar de reojo que el padre le estaba viendo con una sonrisa de diversión bastante irritante a ese punto, se había quitado las primeras prendas frente al hombre y aunque este desvío su vista al principio en esos momentos observaba sus movimientos, extendió las medias en la banca esperando que se secaran y vio sus pies sumamente blancos al igual que el resto de su cuerpo, menuda herencia recibió de su madre. - Voy a curar tus heridas y mañana podrás ir con el doctor para que cambie los vendajes.- dijo el padre buscando en una caja de madera todo lo necesario. - Preferiría que se me cayera la pierna antes de ir con ese viejo degenerado y más sabiendo donde está la herida.- gruñó irritada por estar en esa situación y el doble porque tenía frío. - ¿Por qué lo odias? bueno aunque pareces odiar a medio pueblo- cuestionó con curiosidad. - Todo el tiempo está buscando quedarse a solas conmigo, me parece repugnante que alguien de su edad busque mi mano y hasta haya hablado con mi madre... La forma en que me habla y relame sus labios viendo mi escote me da asco.- confesó Yelena bajando cada vez más su guardia. - Bueno, ven mañana entonces y cambiaré yo el vendaje, no quiero que se te infecte la herida.- acercó a ella con el pie un pequeño banco para poder sentarse. - Vendré a ver a otro viejo... aunque creo que usted no es un degenerado, al menos no tanto como el doctor.- consiguió una mirada fría por parte del hombre que la hizo aguantar una risa. - Yo jamás me atrevería a hacerte nada, mis principios no me lo permiten.- dejó escapar un suspiro irritado. Yelena era realmente insoportable y aunque sabía que todo eso solo era una máscara que ocultaba su verdadero ser, le costó mantener la compostura para no darle una reprimenda como le hacía falta para que fuese más educada, era una chiquilla caprichosa a la que le hacían falta un par de cintos bien puestos para aprendiera a respetar, si fuera su hija sería más dócil y educada. - Me sorprende que un hombre como usted mantenga su temple teniendo a alguien en ropa interior de frente ¿si no fuera por sus principios haría algo?- de nuevo estaba pensando en una forma de divertirse con el padre. - Se muy bien lo que hago, además cada vez que abres la boca pierdes tu encanto.- William fue esquivo y muy duro con sus palabras. - Padre Danes, tengo una duda.- lo vio preparar las cosas e ignoro su comentario. - Dime tú duda.- él mantuvo su vista en las cosas con las que iba a curarla. - ¿Alguna vez ha tenido sentimientos o deseo por alguien?- no iba a darle rodeos a su nueva treta. - Fuimos creados como seres que sienten, para estar en pareja o con amigos a los que les demostramos afecto, Dios nos creo con la idea principal de poblar la tierra y el deseo por estar en familia es algo normal.- explicó mientras la veía a los ojos. - Yo me refería al deseo carnal, el deseo de estar con una mujer, de saber que se siente.- con malicia subió su pierna derecha y su pie rozo la cara interna del muslo ajeno hasta dejarlo sobre este. Los ojos de William observaron aquel acto y por el tono de voz tan suave supo de inmediato que aquello era un juego por parte de Yelena, vio la enagua ser levantada y subió la vista por la pierna de ella hasta que se detuvo donde estaba el enorme corte que se hizo con las rocas. - Todos tenemos deseos de ese tipo, pero yo he hecho un voto de castidad y no debo romperlo por nada en el mundo, aun cuando haya visto mejores cosas.- acercó un poco más el banco viendo la sangre brotar de la piel herida. - Yo no he podido evitar cuestionarme el que se sentirá besar o tocar a otra persona.- ladeó la cabeza y lo vio comenzar a curarla. - Creo que deberías hablar de ese tema con tu madre, ella es la más indicada para aclarar tus dudas sobre temas de ese estilo.- mojo un paño y limpio la sangre seca. - No tengo confianza con ella y se supone que usted está aquí para dar consejo a las almas afligidas e inocentes que se sienten abrumadas por sus dudas... ¡Ah!- dio un grito tomando los hombros del padre. Yelena apretó la tela bajo sus manos sintiendo el dolor punzante de su herida, sabía que William lo había hecho agrede ya que pudo ver una leve sonrisa en sus labios y en cierto punto no lo culpaba, estaba buscando la manera de llevarlo a una esquina donde no pudiera salir con sus frases rebuscadas y aparentemente irrelevantes, mientras lo veía curarla la sábana con la que se envolvía se deslizó de sus hombros dejando al descubierto la camiseta transparentada por lo húmeda en la tela y por unos segundos los ojos de William se despegaron de la herida y vieron un poco más arriba, pero bajo su vista nuevamente a lo que era importante. - Claro que estoy aquí para brindar consejo a las almas buenas que lo necesiten, pero es difícil tomar las cosas en serio cuando esa persona es una víbora de boca irrespetuosa que busca solo crear conflicto para su propio entretenimiento, a esas solo se les da la reprimenda que les hace falta para suavizar su carácter.- dijo William juntando sus cejas. Yelena le observo con sus ojos muy abiertos ya que acababa de llamarla víbora de boca irrespetuosa sin ningún tipo de discreción, su plan de acorralar al hombre se había ido abajo ya que el dolor la hizo olvidarse de ello, el padre Danes solo la había lastimado una vez con la intención de mantenerla en silencio pues lo estaba exasperando y aunque en aquellos momentos trataba de ser cuidadoso, pudo notar que ella sufría, no era para menos pues trataba de quitar un pedazo de piel retorcido que podría llegar a infectar la herida si lo dejaba ahí. - ¡Ya por favor!- suplico poniendo sus manos en los hombros del padre de nuevo. - Necesito quitarlo.- dijo viéndola al borde de las lágrimas. - Duele mucho.- su umbral de tolerancia al dolor era muy pequeño. - Creo que tendré que llamar al doctor Pemberton para que lo quité con instrumentos médicos, conmigo te duele demasiado.- mordió sus labios pensando en la opción. - ¡No!- se sobresalto y agarró la tela de la sabana- Que sea rápido.- la mordió para callar los gritos. Tuvo que contenerse para no patalear y gritar cuando sintió la piel ser arrancada de un tirón porque no había de otra, la herida era bastante grande que iba de lado a lado sobre su muslo y sabía dónde se la había hecho, aquellas rocas tenían filo y al caer con tanta fuerza hicieron aquel corte en su muslo, de pura suerte su vestido no había sufrido ningún daño. - Ya terminé...- comento Danes terminado de enrollar la venda- Ven mañana temprano y podré un vendaje limpio, buscaré una pomada sanadora para ponértela.- sonrió ampliamente. - Gracias por su ayuda padre.- casi lo había dicho entre dientes. - Ves que no era tan difícil aceptar la ayuda de alguien, solo te negabas por capricho.- se quedó sentado en el pequeño banco. - ¿Por qué es tan amable conmigo?- ella le vio a los ojos- El padre Valle siempre se ponía a gritar cuando comenzaba con mis tretas.- suspiro y dejó caer sus hombros. - Me presentó, me llamo William Danes y no soy el padre Valle, no deberías juzgarme sin antes conocer un poco de mi y se que bajo toda esa irreverencia hay una dulce señorita de la cual podría ser su amigo si ella me lo permitiera.- se puso de pie sonriendo. - Puedo hacer otra pregunta.- subió sus piernas a la banca y las dejo cruzadas con mucho cuidado. - Adelante.- se alejó y fue a buscar otra manta ya que Yelena seguía mojada. - ¿Cuántos años tiene?- lo vio fruncir el ceño con algo de confusión- Me da curiosidad saberlo, es más joven que el doctor degenerado, pero mayor que Christopher y quisiera saber con exactitud que edad tiene.- tomo la manta que le extendió. - Tengo veinticinco años y si, soy uno de los sacerdotes más jóvenes que habían en Ipswich.- comento mientras llenaba un vaso con agua- ¿Cuántos años tienes tú?- pregunto antes de llevar el vaso a sus labios. - Ocho menos que usted.- se envolvió en la manta tratando de entrar en calor. - Diecisiete años, una chiquilla boba y terca que piensa saberlo todo en este mundo, la verdad es que te falta mucha malicia.- aquellas palabras molestaron a Yelena, pero sabia que se lo merecía. - ¿Alguna vez le han dicho que es odioso padre Danes?- ladeó la cabeza pensando en no dejarse ofender por el hombre. - ¿Tus padres no te enseñaron a respetar a tus mayores mocosa?- le causaba demasiada gracia. - Nunca e sido buena con los ancianos y ya solo por eso tengo ganado el infierno.- estiró sus piernas y tomo sus botas para ponérselas. - Deberías esperar a secarte bien, si sales así y tomas la brisa de la tarde vas a terminar resfriada y lo ultimo que necesito es tenerte aquí llenando de mocos los pañuelos.- sonrió de forma burlona. - ¿Quién dice que voy a venir aquí?- lo vio salir de la habitación. Yelena dejó escapar un gruñido cuando el padre Danes había salido del lugar, le dio la vuelta en todo y fue ella quien se había quedado sin argumentos para seguir molestándole, dudo sobre el quedarse o marcharse a casa, sin embargo, optó por la primera idea ya que no quería escuchar las quejas de su madre por lo que había ocurrido con una de las gemelas, se acostó en la banca y se quedó cubierta con aquella cálida manta hasta que sin darse cuenta se durmió, el cansancio de una carrera por su vida sumado a que la noche anterior no había descansado en lo absoluto gracias a las constantes pesadillas la habían llevado a aquella situación, a quedarse dormida y totalmente expuesta en el lugar que juro jamás volver a pisar. Una suave caricia sobre su frente la hizo ir saliendo del sueño profundo y seguida de esta un par de caricias más las cuales la animaron a abrir los ojos, le tomo un rato darse cuenta de donde estaba y al hacerlo levantó la vista topándose con el rostro perfilado del padre Danes observándola con algo de diversión en sus ojos y una dulce sonrisa en sus labios, sonrisa que la sintió exclusiva hacia ella y la lleno de una sensación cálida porque no era burlona como las anteriores. - Buenos días.- comento apoyando su brazo en el respaldo de la banca. - ¿Días?- Yelena se levantó asustada viendo hacia todos lados. - Apenas son las cuatro de la tarde.- William rio y se puso de pie. - ¿A pensado en trabajar como bufón?- frunció el ceño molesta. - Tu madre ha solicitado mi intervención contigo, piensa que eres muy irrespetuosa y yo también lo creo...- sirvió un poco de chocolate en una taza y partió un pedazo de tarta para ponerlo en un plato- Si tú carácter no se suaviza en esta semana le recomendaré que te mandé a un convento en Ipswich, las mojas de ese lugar podrían amansar hasta un tigre.- dio la vuelta para verla y se sentó un poco sobre el borde de la mesa mientras cruzaba sus brazos. - ¡No se atrevería!- Yelena le reto con la mirada. - ¿Qué no? La señora Miller es una mujer devota y creo que acataría mi concejo.- se encogió de hombros. Las palabras del hombre eran tan ciertas que provocaban escalofríos en Yelena, Rose era capaz de mandarla a un convento si el padre se lo sugería y eso iba a significar perder su libertad, olvidar los bosques y a sus amigos. No lo iba a permitir, observo a William por unos segundos mientras su cabeza pensaba en una forma de convivir con él, aunque fuese a la fuerza. - ¿Qué quiere de mi?- cuestionó derrotada. - Que vengas a misa, a confesarte y que seas más activa en la iglesia.- su petición era sencilla. - ¡Hablé con mi madre, dígale que me envíe a la China si se le antoja... Pero le juro por mi vida que no pondré un pie en este lugar!- Yelena se levantó furiosa. - Primero que nada, estás dentro de la iglesia y segundo deberías cubrirte.- acomodó la sábana y cubrió el pecho de la chica. - Cuando salga de aquí no volverá a verme.- se fue a sentar un tanto avergonzada por no darse cuenta de lo obvio. - Que cabeza dura...- el hombre dio un suspiro y tomo la taza con el plato- Termina de despertar, come y después te vas a casa.- puso las cosas en la banca. - ¿Qué diablos pasa con usted?- volvió a fruncir el ceño. - Te espero mañana temprano para cambiar el vendaje.- no respondió nada más y salió. De nuevo se había quedado sola y ahora con un dolor de cabeza, observo la taza con chocolate caliente y el pequeño pedazo de tarta sobre el plato, no pensaba probar nada de eso y tomo sus medias para ponérselas al igual que sus botas, la falda del vestido y la blusa sin el corset, sintió extraño ya que las prendas seguían mojadas, caso contrario a su ropa interior que se había secado casi en su totalidad, tomo la comida y la llevo a la mesa para cubrirlos con una manta. Cuando William volvió a la habitación se topó con estaba vacía, Yelena había dejado la comida y se había ido por la misma puerta en la que entraron, de paso la dejo abierta, el padre dejó escapar un suspiro cansado pensando en la pequeña riña de antes, Yelena tenía su carácter y sería complicado congeniar con ella de alguna manera. Yelena iba renegando entre dientes de todo lo que había sucedido con el religioso y con los malditos lobos de la mañana, si no hubiese sido por ellos seguramente no fuese con un dolor punzante en su muslo por el brutal corte que se hizo en las rocas, entre su enojo y berrinche piso mal sobre una raíz haciendo que su tobillo se doblará, enterró la nariz en la tierra, entre más maldiciones y un paso lento logró llegar a la cabaña de su abuela. Estaba al borde en un claro ligeramente inclinado, teniendo los pinos como barrera natural que separaba el bosque de esa planicie hermosa, las montañas escarpadas de fondo siendo cubiertas por una neblina gris muy espesa que no tardaría en llegar a donde estaba ella le daban un toque mucho más misterioso a todo el lugar, camino hacia la casa pensando en no volver con los habitantes del fastidioso pueblo y que a los ojos de Yelena solo eran un montón de seres hipócritas que predicaban ser fieles creyentes, pero entre la intimidad de sus hogares debían ser seres obscenos que solo pensaban en ellos mismo y en saciar sus necesidades. Entro a la cabaña y cerró la puerta con toda la seguridad que tenía, adentro se quedó observando el lugar sumergido en una tenue oscuridad que se rompía por los últimos rayos del sol que entraba por las ventanas, quizás tanto tiempo con su abuela la habían hecho quedarse con sus ideas, estaba consciente de que no todos eran unas malas personas y, sin embargo, el sentimiento de maldad rondaba constantemente en ella. Encendió las lámparas de aceite para iluminar toda la casa y entonces se despojo de sus prendas húmedas, fue al cuarto de baño y se quedó desnuda esperando a que la tina se llenará de agua gracias a aquella tubería rústica que su abuela había armado y mientras observaba el liquido cristalino caer, tocó los vendajes en su muslo antes de comenzar a quitarlos con suavidad ya que no quería mojarlos y de nueva cuenta volvió a pensar en la maldad de la que tanto hablaba Amaranta, en sus últimos días la mujer le hacía jurar casi a diario de que no perseguiría ninguna religión, que no se dejaría lavar la cabeza con palabras endulzadas de la promesa de un paraíso, ya fuese celestial o terrenal, que no perseguiría las sombras que aparecían en la noche y que se mantendría alejada de las personas porque todas eran malas. Cerró la llave y se metió en la tina sintiendo como el agua fría mojaba su cuerpo provocando que toda su piel se pusiera porosa, se estremeció y aún así dejo que el agua cubriera hasta sus hombros, ya estaba acostumbrada a bañarse con agua helada. - Hubiera comprendido mejor tus ideas si me hubieses contado todo lo que pasaba en tu vida y porque odiabas tanto a las personas en lugar de hacerme jurar cosas que sigo sin entender el porque...- hablo para sí misma viendo el techo de madera- ¿De que querías protegerme? en este pueblo no hay mas que personas simples.- dejo escapar un suspiro pesado. Amaranta solo le repetía que la maldad la estaba rodeando y que le acechaba de forma constante, que debía cuidarse mucho y jamás confiar en nadie porque todos podían mentir; levantó su pierna y recordó lo que había hecho con el padre Danes, la forma tan inadecuada en que había subido su pierna al muslo del hombre, ese roce innecesario muy cerca de su hombría y todas las palabras que salieron de su boca, quizás el mal no la estaba rodeando sino que estaba en su interior, después de todo era ella quien en su propio capricho le había dado la espalda a todo lo sagrado en que creía y ahora estaba sola, se sentía sola, pero ¿Cuándo se sintió realmente acompañada? Solamente cuando aquella aterradora serpiente le seguía, ni siquiera con su abuela se había sentido de esa manera. Pidió de rodillas una y mil veces la protección y guía de la que su madre tanto hablaba, pero nunca recibió absolutamente nada, desde que tenía memoria estaba yendo a esa iglesia a pedir por ayuda y no se había sentido tan liberada como la noche en que grito maldiciendo al padre Valle por negar un espacio en el cementerio y una misa en honor a la mujer que la había cuidado tanto, fue ahí cuando por primera vez en su vida se había sentido llena de valor y libre de decir sus pensamientos sin temor a las represalias de los mayores. Yelena cerró los ojos y tiro su cabeza hacia atrás sintiendo su respiración ir volviéndose más suave y calmada junto al compás rítmico que iba marcando su corazón, había sido un día sumamente largo y lleno de emociones o decepciones, depende de como lo viera, se estaba tomando todos sus pensamientos muy a pecho y estaba perdiendo el norte que su vida llevaba para ese momento, un poco de meditación le sentaría bien y quizás ayudaría a calmar la tormenta que se estaba creando en su cabeza por el cuestionamiento constante de lo que era malo o bueno, cuando en realidad ambas cosas eran muy subjetivas y que cada quien podría interpretarlas a su manera como mejor le convenga así como ella lo había hecho desde que falleció su abuela.
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