El canto de las aves le hizo despertar, y como de costumbre solo se levantó de su cama para dirigirse a la cocina donde solo se encontró con una mujer de cabellos color café. Aquella solo se encontraba haciendo el desayuno, hasta que escuchó al joven que se encontraba mirando con curiosidad lo que estaba haciendo ésta.
La joven solo se giró para mirar al chico y dedicarle una sonrisa llena de ternura que causó que el contrario sintiese calidez en su pecho.
— William, al fin despertaste.— se acercó a él.— me alegra ver que estas bien después de ese largo y agotador día que tuviste ayer. Por unos momentos temía que te sucediese algo malo por trabajar tanto.— la joven mencionó con un tono de preocupación.— no se que hubiese hecho si tu.— no quiso terminar la oración ya que le dolía de tan solo pensarlo, así que solo abrazó al joven.
— Astrid, cariño. Recuerda que tengo que trabajar para darte la vida que te mereces.— respondió mientras correspondía al abrazó de la joven.
— William pero estoy más que feliz con saber que estas a mi lado, no necesito nada más para ser feliz. Recuerda que lo material no es importante para mi.— sonrió.
— Se que eres el elemental de Aire pero... aún así déjame complacerte. No es fácil para mí saber que eres un ser lleno de perfección, fuiste creada por el mismísimo dios.— se separó un poco de ella para mirarla a los ojos.— por eso déjame trabajar para ti, y solo para ti.
— No, no, no. Me basta con el nombre que me diste y con vivir junto a ti.— sonrió con calidez.— William, odio verte cada día más débil, la enfermedad te está consumiendo por trabajar mucho.— habló con un tono lleno de preocupación.
— Aire, por favor no sigas.— desvío la mirada.
— ¡William, no!.— gritó la joven.— estoy cansada que me digas que lo haces solo por que me amas. Ya te dije que nada de eso me sirve para vivir, yo no soy como los humanos.
— ¡Aire, no quiero discutir contigo!.
— Ni yo, pero no entiendo porque matarse trabajando para tener más dinero es una forma de demostrar amor. Me dejas todo el tiempo sola y siempre que llegas te duermes de lo cansado que estas.— se separó de él para luego darle la espalda.— te quiero pero... no entiendo que concepto tienes sobre el amor.
Los orbes celestes del joven solo se abrieron como platos al escucharla decir eso, era la primera vez que la escuchaba decir algo así. Por otro lado Aire solo salió de la casa para luego irse del lugar sin decir nada ya que debía ir a ver a sus compañeros que no había visitado durante aproximadamente 3 meses, además de que su padre la había mandado llamar.
William quiso detenerla pero no logró hacerlo, así que solo optó por desayunar solo y luego irse como de costumbre al su trabajo que consistía en arar la tierra de los sembradíos de elote.
Durante las horas de su trabajo tenía en su mente a la elemento que se había ido sin decirle nada, estaba muy preocupado por ella tanto así que solo trató de hacer su trabajo más rápido que pudo para irse a buscarla. Al terminar sus labores solo corrió hacia su casa para asegurarse de que hubiese regresado pero para su mala suerte no estaba ahí, así que solo salió de su hogar para comenzar a buscarla por el pueblo y al no encontrarla ahí se fue a las afueras donde se adentró al bosque para comenzar a llamarla.
— ¡Astrid!.— gritó.— ¡¿dónde estás?!. Por favor, vuelve, te prometo que estaré más tiempo en casa.— sus piernas comenzaron a temblar de tan solo pensar en que le hubiese ocurrido algo malo a su novia así que solo optó por llamarla por su nombre original.— ¡Aire, por favor cariño vuelve!
Estaba por retirarse pero al escuchar pisadas solo se giró, y lleno de felicidad sonrió.— Aire me da gusto que...
Sus palabras fueron calladas al ver a tres mujeres frente a él, aquellas que transmitían un aura muy extraña que le hizo retroceder.
Las mujeres solo sonrieron al ver el rostro lleno de preocupación por parte del joven quien solo lamentaba haber gritado el nombre de su novia ya que era buscada por brujas y hechiceros que anhelaban tener la sangre de los elementos ya que se rumoraba que el líquido carmesí les daría más poder o incluso inmortalidad.
Trató de irse del lugar lo más rápido que podía pero aquellas mujeres contaban con ciertos trucos que le hicieron caer al suelo para luego ser rodeado por ellas. Con dificultad se levantó del suelo para ver detenidamente a las brujas que solo reían al verlo.
— Vaya, vaya. Miren hermanas, tenía razón en que él y aquella mujer de aspecto angelical eran elementos.— sonrió con malicia.
— Tenías razón, jaja, ahora solo debemos tomar esa joya carmesí que se encuentra recorriendo su cuerpo. Aún que solo se vea muy enfermo puede que nos de algo de poder.
— Pues debemos intentarlo.- habló la tercera mujer que apareció detrás de William para atravesarlo por la espalda con una daga.— luego iremos detrás de los otros para hacerles lo mismo.
Su vista comenzó a tornarse borrosa pero aún así trató de huir para no morir en ese mismo lugar a manos de esas mujeres locas, a lo que sin pensar solo empujó a las dos brujas que se encontraban delante de él para comenzar a correr aún con el cuchillo en su espalda.
William corría con dificultad, pero aún así no se iba a detener o eso creía hasta que escuchó el grito de una mujer que provenía detrás de él.
— ¡¿Astrid?!.— pensó al escuchar otra vez el grito que se asemejaba al tono de voz de Aire.
Al girarse para ver si se trataba de su novia, una lanza le atravesó el pecho.
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Su corazón latía desenfrenado mientras que su respiración se encontraba agitada, para su suerte solo eran sus recuerdos que volvieron como una pesadilla que deseaba olvidar pero al tener a Aire a su lado le era imposible.
Muerte solo se levantó del sofá para luego dirigirse hasta la cama donde se encontraba Amanda dormida para solo sentarse a su lado para remover el flequillo que cubría su rostro para poder mirarla mejor.
— Por amor terminé así... Astrid. No puedo creer que te dije algo que realmente no siento, no puedo matarte.— frunció el ceño.— ¡no puedo hacerlo!. Pero lo que si puedo hacer es crear sentimientos que ensucien tu elemento.