"¿Puedo pedirte el placer de un baile?" le dijo una voz. Caitlin giró, esperanzada. Pero no era Caleb -lo sabía por su voz. No, era Robert. El Duque. Él era la última persona con quien deseaba bailar. No sólo porque era arrogante pero, lo más importante, porque a Polly le gustaba. Se quedó allí, frente a ella, con las mejillas rojas por el exceso de vino, y con una ridícula pluma blanca que sobresalía de la parte posterior de la máscara y se elevaba varios pies en el aire. Esta vez decía ser más sutil. "Lo siento," dijo ella, "pero estoy tomando un descanso." Su rostro enrojeció. "¿Cómo te atreves? ¿De verdad te atreves a rechazar un baile conmigo? ¿No sabes quién soy? Después de todo, tú eres sólo una plebeya. Te aconsejo aceptar mi oferta -mientras dure ". A su pesar, Caitlin se