Capítulo 13

1460 Words
Nate —¿Podemos hablar? —dijo Jack saliendo de la sala donde habíamos estado desayunando, su expresión tensa y sus ojos cargados de ansiedad. Asentí en respuesta, aunque una parte de mí dudaba que pudiéramos encontrar algún tipo de privacidad, mucho menos el que necesitábamos para discutir las cosas realmente importantes. Jack tomó mi brazo y me guió hacia los ventanales del pasillo, lo más alejado del salón del que había salido. —Voy a aceptar su propuesta, —anunció de repente, haciendo que mi mirada se elevara para encontrarme con sus ojos. Había una seriedad en ellos que me dió escalofríos. —Pero... —comencé, mi mente girando con las implicaciones de lo que eso podría significar para él, para todos nosotros. —Escucha Nate, —interrumpió levantando una mano, mirando a ambos lados del pasillo antes de continuar, asegurándose de que realmente estuviéramos solos. —Tienes que ir a la grieta, volver con los demás. Tenemos que hacer algo por los que aun están en nuestra dimensión. La preocupación y la tensión era evidente en su voz, y su petición llevaba un peso que sentía en el pecho. —No sabemos cómo ni cuánto tiempo nos llevará... —intenté explicar, dejando ver la ansiedad de que él tendría que quedarse aquí solo. —Los brujos de aquí pueden hacer portales, tenemos que conseguir una ayuda, —dijo, su mirada se oscureció y bajó la voz aún más para terminar la frase, —voluntaria o no. Esa palabra resonó en mi mente como un eco sombrío. No teníamos un plan sólido pero él nos estaba dando una oportunidad, lo que necesitábamos para comenzar a movernos y volver a casa. —Eso podría funcionar, —respondí después de un momento, permitiéndome una pequeña sonrisa de esperanza a pesar de la situación. —En cuanto le responda sobre mi decisión los dejará libres... —continuó Jack, sus palabras teñidas de un leve optimismo. No pude evitar burlarme de esa palabra. —Lo que sea que "libre" signifique para ella... —murmuré poniendo mis brazos cruzados sobre mi pecho, mi escepticismo fluyendo en mis palabras. —Lo importante es que puedan andar con libertad por la Academia, buscando algún aliado, —explicó Jack, poniendo los ojos en blanco, tal vez irritado por mi comportamiento. —Bien, —dije, reenfocándome en la planificación. —Entonces los que se quieran ir nos iremos, planearemos cómo vamos a hacer para volver a casa y vendremos a por ti. Él asintió, un brillo de esperanza iluminando sus ojos. Se giró para volver a la habitación donde la rectora lo esperaba, probablemente ansiosa por escuchar su respuesta. Suspiré antes de seguir sus pasos, preparándome mentalmente para enfrentar a esas dos mujeres insufrubles. Al regresar a la sala, la rectora nos miró con una sonrisa falsa en sus labios, una que apenas disfrazaba las manipulaciones detrás de su hospitalidad fingida. Sus ojos se encontraron con los míos por un momento, evaluando, escaneando cada gesto de mi rostro. A su lado, Lena me lanzó una mirada despectiva antes de volver a su comida, su expresión llena de desdén y quizás un poco de resentimiento por nuestra charla. ¡Cómo si me importara!, bufé en mi mente, deseando poder salir de aquí de una vez por todas. Mientras me sentaba, repasaba mentalmente nuestro plan, consciente de que cada movimiento, cada palabra, podría inclinar la balanza de maneras muy diferentes, jugando en contra o a favor de lo que íbamos a hacer. Tomé un profundo respiro, tratando de mantener mi compostura y mi mente clara, listo para jugar este delicado juego de ajedrez en el que cada pieza tenía un papel importante. La partida estaba en marcha, y cada uno de nosotros tenía que estar a la altura si esperábamos salir de esto no solo bien parados, sino también vivos. —Bueno, —dijo la rectora con una sonrisa landina, —no quiero sonar ansiosa, pero espero tu respuesta esta noche... —Yo diría que suenas desesperada, madre, —replicó Lena, sus labios fruncidos en desdén. —¡Ah, a veces no entiendo por qué eres así! —La rectora elevó la voz, su frustración evidente en el tono agudo de su grito. —Tal vez sea por tu maravillosa manera al criarme... —Lena hablaba con un sarcasmo mordaz, cada palabra filtrada a través de dientes apretados. —O tal vez todo cambió el día que me enviaste a la... Antes de que pudiera terminar, la rectora se puso de pie bruscamente, golpeando la mesa con las palmas de sus manos en un gesto de furia. —¡Basta! ¡Ya estoy harta de tu actitud! —gritó, y por un momento, sus facciones se desfiguraron. Lena se levantó abruptamente, su silla arrastrándose hacia atrás con un chillido estridente que resonó en la tensa quietud de la sala. —Muy poco me importa eso, madre, —dijo con frialdad, su voz cargada de un desprecio. El aire se cargó con un silencio tenso después de esas palabras llenas de veneno. La rectora respiró profundamente, tratando de recomponerse, sus manos temblando ligeramente mientras intentaba retomar el control de la situación. —Jack, —dijo finalmente, volviendo su atención hacia él, su voz más controlada. —Esperaré tu decisión esta noche, como hemos acordado. Fuimos escoltados de vuelta a la casa donde el resto del grupo nos esperaba. Al entrar, Marco se acercó a mí rápidamente, su expresión mezclando preocupación y urgencia. Nos ubicamos en un rincón apartado, esperando a que Jack regresara con los demás para compartir todo lo que había sucedido, y nos dieran privacidad. —Tal vez, Julián de esta dimensión pueda ayudarnos —dijo después de escuchar nuestro precario plan. Su tono llevaba un matiz de esperanza, aunque sus ojos reflejaban lo difícil que sería salir de esta situación. —Puede ser, pero hasta que no salgamos de aquí no lo sabremos con exactitud, —respondí, frotando mis manos sobre mi rostro en un gesto de fatiga y frustración. La piel de mis palmas rozaba contra la barba incipiente. Tal vez debería afeitarme, pensé dejando que algo tan cotidiano ocupara mis pensamientos en lugar de el caos actual. —Oye, ¿estás bien? —preguntó, notando mi agotamiento. Asentí brevemente, aunque la verdad era más complicada. —El temblor de antes, ¿fuiste tú? Lo miré, levantando una ceja, una admisión silenciosa de que estaba en lo correcto. —Lena... La de aquí, ella quería jugar a la pareja feliz conmigo, —expliqué, cerrando los ojos por unos segundos, intentando bloquear el recuerdo. —La rechacé y empezó a decirme cosas horribles sobre mi Lena, yo... No lo soporté. Al abrir los ojos, encontré a Marco mirándome con compasión. Su mirada cargada de lástima era más de lo que podía soportar en ese momento. Agaché mi cabeza, intentando esquivar sus ojos, sintiendo cómo mi garganta se apretaba con una mezcla de ira y dolor. —Lo siento amigo, —dijo él, dando una palmada reconfortante en mi brazo. —Cuando el lazo se rompe es solo... —No se rompió, —interrumpí de repente, mi voz un susurro bajo, sintiendo mi cuerpo tensado por las palabras que él había dicho. Miré hacia arriba, encontrando de nuevo sus ojos, esta vez con una confusión sin disimular. "No se rompió," repetí en mi mente, aferrándome a ese hilo dorado que aún sentía vibrante dentro de mí, la conexión con mi Lena que, a pesar de todo, se negaba a desvanecerse. —Eso no es posible, —murmuró, su rostro expresando la incredulidad que sentía. —Ella... ya no está, Nate. —Lo sé, —respondí, mi voz firme a pesar del dolor en mi interior al aceptar eso en voz alta. —Pero hoy sentí su hilo dorado en mí. Su alma aún está conectada conmigo. —¿Qué significa eso? —preguntó, frunciendo el ceño, claramente luchando por entender o quizás aceptar la posibilidad de lo que le decía. —No lo sé... —suspiré. —No lo sé con certeza. Pero si su esencia sigue vinculada a la mía, entonces hay esperanza de que alguna parte de ella... alguna parte de lo que compartimos... aún exista de alguna manera. Marco se quedó en silencio, procesando lo que le estaba diciendo entre líneas. Su escepticismo inicial pareció suavizarse, reemplazado por una curiosidad cautelosa. —Eso... eso podría cambiar muchas cosas, Nate. Si realmente su esencia está activa, quizás haya una forma de... —De traerla de vuelta, —completé su pensamiento, aunque la idea parecía tan increíble como dolorosa. —Pero no tengo idea de cómo podríamos empezar a hacer algo así. Ni siquiera sabemos dónde buscar respuestas para algo tan... inusual. —Necesitamos a Seraphina...
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