Capítulo 1

1524 Words
Nate El reloj de la pared, con su tic tac constante, estaba sacándome de mis casillas. Cada segundo que pasaba sentía cómo mi paciencia se desgastaba un poco más. Habíamos sido escoltados hasta la Academia de esta dimensión y ahora estábamos sentados alrededor de una mesa, esperando que el rector apareciera. Los guardias estaban dispuestos a lo largo de la habitación, colocados estratégicamente frente a puertas y ventanas, como si fuéramos unos malditos criminales. Lena también estaba aquí. Su presencia me recordaba constantemente todo lo que había perdido y de lo distorsionado que se había vuelto nuestra realidad. Su mirada curiosa pasaba de uno a otro, evaluándonos con frialdad. Nunca se detuvo más de dos minutos en mi mirada, como si estuviera evitando algún tipo de contacto. La tensión llegó a su punto máximo cuando una puerta se abrió de golpe y entró el rector. Nos pusimos de pie para saludar, y los guardias avanzaron un paso, como reflejo automático de su desconfianza. Sí, definitivamente nos veían como amenazas, como intrusos en su ordenado mundo. —Buenos días, —dijo con un saludo nervioso, sus ojos evitando los nuestros. —La rectora ya estará con ustedes. Él y el rector Valthor que estaba a nuestro lado eran dos copias exactas, la similitud empezaba y terminaba en lo físico, ya que el rector que nosotros conocíamos nunca se habría puesto nervioso o ansioso ante nada. Aunque claro, nosotros conocíamos al tercer rector, el demonio cambiaformas que lo había sustituido por tanto tiempo. —¿Rectora? —preguntó Marco frunciendo el ceño mientras volvía a sentarse, sin comprender a qué se refería. Estaba siendo evidente que lo que nosotros conocíamos como verdad o realidad no era lo mismo aquí. —Sí, ella les explicará todo —respondió el que nosotros creíamos era el rector, con una nota extraña en su voz que me puso más alerta. El ambiente estaba cargado de tensión, como si el aire mismo estuviera a punto de estallar. Mis pensamientos eran un torbellino de confusión y frustración. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué nos trataban así? La puerta se abrió de nuevo, y esta vez una mujer entró. Había algo en su porte, en la manera en que se movía con autoridad y calma, que hizo que todos nos quedáramos en silencio. Aunque lo que realmente nos dejó perplejos fue quién era ella... Diana Lockheart. Aquí, en esta dimensión, era la rectora de la Academia, mientras que la mujer que estaba sentada a mi lado, desnutrida y con ojos cansados, había sido prisionera quien sabe por cuánto tiempo. —Buenos días, —dijo, su voz firme pero con un tinte de compasión, mirándonos a todos en la habitación. Sus ojos se detuvieron por un momento más en Jack Lockheart. —Soy la rectora de esta Academia. Entiendo que tienen muchas preguntas, y haré mi mejor esfuerzo por responderlas, así como esperamos su total cooperación también. Nos miramos unos a otros, los rostros llenos de dolor, confusión y cansancio. La Lena de esta dimensión estaba sentada al otro lado de la mesa, mirándonos con una mezcla de curiosidad y desdén. No era nuestra Lena, pero ver su rostro sin las cicatrices del dolor y la lucha me causaba una punzada en el corazón. —Soy Marco Ventura, —dijo parándose a mi lado, su voz monótona pero cargada de la tensión que todos sentíamos. —Estamos casi seguros de que venimos de otra dimensión. El silencio en la sala nos envolvió, como si todos estuvieran conteniendo el aliento. La Lena de esta dimensión, a unos metros de mí, nos miraba con una mezcla de asco y exasperación. Su actitud me recordó tanto a Ravenna que me dolía el corazón. —Eso es obvio, —dijo con un tono cortante, sus ojos llenos de desconfianza. Marco ignoró su comentario y continuó hablando, su voz temblando ligeramente. —Nuestra dimensión ya no es la que conocíamos, —explicó, para luego señalar a uno de nuestros acompañantes. —El rector Valthor... O el que creíamos que lo era, resultó ser un demonio cambiaformas. Él y otros demonios lograron abrir las fisuras de los planos... Las reacciones fueron inmediatas. Todos los presentes inhalaron bruscamente, sus rostros reflejando un horror que no pasaba desapercibido. El aire en la sala se volvió pesado, cargado de una mezcla de incredulidad y miedo. —Eso es... —la rectora buscaba las palabras adecuadas, su voz temblando. —Imposible... —Pero así pasó, —Jack se levantó, y los guardias se adelantaron otro paso, sus armas listas. —Necesitamos descansar y después podemos hablar de lo que quieran. La rectora parecía dudar, su mirada perdida en el suelo, como si buscara una respuesta que no podía encontrar. —Sí... —murmuró finalmente. —Sí, claro. —Mamá, —Lena llamó la atención de todos, su voz fuerte y autoritaria. Sentí como la Diana de nuestra dimensión se tensaba a mi lado, su dolor visible en su postura. —No creo que esto sea... lo ideal. —Déjate de cosas y llévalos a una de las casas vacías, —amonestó la rectora, su tono firme dejando claro que no aceptaría objeciones. Lena miró a su madre, intercambiando miradas de frustración mutua, como si pudieran hablar a otro nivel. La tensión entre ellas era visible. —Bien, —respondió entre dientes, sus palabras cortantes como un cuchillo. Se levantó de la silla bruscamente y nos miró a todos antes de hacer un gesto con la cabeza, asintiendo a los guardias a nuestro alrededor. Ellos nos rodearon, sus miradas vigilantes y sus posturas rígidas, como si esperaran que en cualquier momento fuéramos a causar problemas. ¿Por qué tantos guardias? Me pregunté, mi mente inquieta buscando respuestas. Mi mirada se detuvo en Julián, que me estaba observando con una mezcla de preocupación y curiosidad. El brillo en sus ojos indicaba que él estaba pensando lo mismo. —Vamos, —dijo Lena entre dientes, con su voz firme. Todos nos levantamos al unisono y seguimos sus pasos fuera de la sala. La Lena de esta dimensión caminaba delante de nosotros, su espalda rígida y sus hombros tensos. El ambiente estaba cargado, cada paso resonaba en el suelo como un eco de nuestra incertidumbre. Nos dirigimos a la salida de la Academia, escoltados por guardias, y la sensación de ser prisioneros en un mundo extraño no disminuía. Cada paso que daba se sentía como un peso aplastante sobre mi pecho. Mientras avanzábamos, no podía dejar de observarla. Esta Lena, tan diferente y sin embargo tan parecida a la que conocí y amaba. Cada movimiento, cada gesto me recordaba a la Lena que había perdido, y el dolor se hacía más intenso con cada segundo que pasaba. El aire fresco del exterior golpeó mi rostro, un contraste brutal con el ambiente cargado de la sala. El olor a pradera y flores silvestres, tan irónico después de todo lo que habíamos vivido, llenó mis pulmones, pero no lograba calmar mi mente mientras caminábamos rápidamente por el lugar. —Esta es la casa, —dijo Lena, abriendo la puerta de una estructura modesta pero acogedora, en nuestra dimensión era una de las tantas casas de brujos. —Pueden quedarse aquí hasta que decidamos qué hacer con ustedes. Entramos en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos, conscientes de no compartir nada de lo que nos estaba pasando con estos desconocidos. La casa estaba equipada con lo esencial, pero su calidez era un cruel recordatorio de lo que habíamos dejado atrás. Me dejé caer en una silla, el agotamiento y la tristeza finalmente alcanzándome. Las personas de esta dimensión nos dejaron solos en el lugar, un silencio sepulcral a nuestro alrededor. El dolor en mi corazón era tan intenso que pensé que en cualquier momento dejaría de latir. No quería que los demás me vieran así, roto y destrozado, no otra vez. Me esforcé por mantener la compostura, pero la imagen de Lena, mi Lena, seguía atormentando mi mente. Su última mirada de traición por el secreto que no había compartido con ella, su último te amo susurrado, su cuerpo inmóvil y frío, desvaneciéndose en mis brazos. Finalmente, Marco rompió el silencio, su voz un susurro grave que parecía resonar en la quietud de la casa, aferrándome al presente y evitando que me ahogara en mi miseria. —Necesitamos entender más sobre esta dimensión, sobre lo que está pasando aquí. No podemos simplemente quedarnos y esperar. Diana asintió, secándose las lágrimas. —Tienes razón. Hay mucho que debemos discutir, y muchas preguntas que necesitan respuestas. —Primero vamos a dormir. La magia de nuestros Arcanos está débil, necesitan descansar para recuperar su poder, y no podemos hacer nada más ahora, —intervino Jack tomándola de la mano. Los profesores, que hasta entonces se habían mantenido en silencio, asintieron y comenzaron a moverse por el lugar, organizando lo poco que había. Sus movimientos eran mecánicos, como si el cansancio y el trauma hubieran apagado cualquier emoción en ellos. Pronto, nos dejaron solos a Julián, Marco, Seraphina y a mí. Los cuatro nos miramos, un acuerdo tácito formándose en nuestro silencio.
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