Otra vez me acerqué a ella. ―¿Te acompaño a tu casa? ―Te lo agradecería ―contesto con un dolor enorme en su corazón. ―Espero que Benjamín no se enoje más por esto ―comenté ofreciéndole mi brazo, parecía que en cualquier momento se desvanecería. ―Es que él se cree dueño de mi vida ―contestó con tristeza. ―Es su costumbre, quiere algo y lo toma, sin importarle nada, total, con dinero todo se compra ¿no? ―¡No a las personas! ―replicó. ―Para él, incluso las personas. ―¿A qué te refieres? ―A nada, Carolina, solo decía. Empezamos a caminar lentamente, yo quería dejarla pronto en su casa, aunque no quería dejarla sola. ―¿Te puedo hacer una pregunta sin que te enojes? ―inquirió mientras íbamos de camino. ―Claro, lo que quieras. ―¿Por qué me drogaste? ―Yo no te drogué ―respond