―Escucha, Alejandro, tu hermano no puede gobernar ―insistió―. No puede hacerlo. Tú eres el mayor, es tu trabajo, tu destino. No dejes que él arruine todo por lo que hemos luchado todos estos años. ―Ha sido mi lucha, Rodhon, si quiero la dejo y, para mí, esto termina aquí. ―No puede ser, Alejandro, ¿qué diría tu madre si viera cómo la estás decepcionando? ―¿Crees que alguna vez le interesé? No, Rodhon, no hables de ella, sabes muy bien que ella no me quería. ―No digas eso, Alejandro, ella te amaba tanto como a sus demás hijos. Siempre fue tu hermano el que no quería que te acercaras a ella, fue el quien se interpuso entre ella y tú. ―¡Basta! No te quiero escuchar. Esto se acabó para mí, que mi hermano haga lo que quiera, yo ya no intervendré. ―¿Eres estúpido o te haces? Tú debes