4 de marzo de 2003 —¿Y no podrías habérmelo dicho antes? —la voz de Axel sonó dos tonos más alto de lo que había querido. Belinda hizo una mueca. —Ya te he dicho que no estaba segura de que realmente nos fuera útil —replicó, airada—. Y tampoco estaba obligada a contártelo. No puedes enfadarte por no hacerlo. Axel soltó una risa irónica. Se paseaba de un lado a otro en el salón de su apartamento, bajo la atenta mirada de Belinda. Se removió el pelo y negó con la cabeza antes de mirarla de nuevo. —Es solo que no sé cómo no me has contado algo tan importante, Bel —se quejó Axel, se acercó hacia ella—. Podía haberte ayudado a leer el diario de Kayla, si me lo hubieras dicho antes. A Belinda no le gustó lo frío que sonó eso. Para ella, aquel diario era importante. Leerlo le hacía sentir