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Promesa Blanca

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Blurb

“— No me importa cuantos meses o años me cuesten encontrarte pero te prometo que serás la mujer que cruce el altar junto a mi, vestida de blanco. Te lo prometo, Is.— sus ojos decían más que verdad, yo sabía que él cumpliría su promesa.”

Isabella y Lucas son vecinos desde que son unos bebés, sus padres son dueños de compañías fuertes que los hacen ser famosos a nivel internacional. Desde niños eran inseparables hasta que su amor sobrepasó los límites geográficos, parentales y le demostraron a todos que el amor puede lo que sea.

Y Lucas cumplió su promesa, la promesa que definiría la vida de ambos.

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Capítulo 1
Estados Unidos, Washington, Seattle. 2009. La voz de mamá me despierta.— ¡Isabella! Hora de levantarse, debes ir a la escuela.— de mala gana me levanto, impaciente pero a la vez con flojera. Es tonto lo que voy a decir pero que feo ser niño. Yo sé que la mayoría de las personas adultas desean ser niños de nuevo pero los niños debemos madrugar. La diferencia es que ellos tienen más responsabilidades que nosotros. Después de ducharme salgo lista y uniformada dispuesta a bajar a la cocina. Él estaba allí, resplandeciente y empoderado.— ¡Hola!.— me saluda, su padre sostenía su mano. — Hola, Lucas.— le sonrío. — Ven por la merienda pequeña, el señor Hunt te llevará hoy porque mamá tiene una junta pendiente hoy.— papá alza su mirada por encima del periódico. Mamá me extiende la lonchera, yo la tomo. Ella está vestida con un hermoso vestido n***o pegado al cuerpo que cubre hasta sus rodillas.— ¿La constructora ha tenido problemas?.— ella hace una afirmación.— Te dije que contratarlos a ellos sería una pérdida de tiempo. Sus charlas son más que negocios, no los he escuchado hablarse con cariño desde hace meses. — Vamos, Is.— Lucas me extiende su mano y yo la acepto. — Hasta luego, mamá y papá, los amo.— estiro mi mano libre y les tiro un beso. Mis padres repiten mi acción.— Te amamos más, pequeña.— escuché gritar a papá. Lo bueno de ser vecina de la familia Hunt es que Lucas y yo vamos a la misma institución privada, aunque él es un grado mayor a mí, sin embargo nos hemos sabido llevar a pesar de las peleas de niños que tenemos de ves en cuando.— ¿Llevas hambre?.— susurró en mi oído mientras el carro avanzaba. — ¿Por qué me preguntas eso?.— le susurré en su oído. — Porque mamá me echó una merienda especial hoy, me dijo que debía invitarte.— la señora Marcela siempre me ha querido como una segunda hija. Yo le sonreí a Lucas, y asentí en afirmación.— Te ves hermosa sonriendo, ¿lo sabías?.— sus halagos hacían a mi estómago inventar mariposas que revolotearan. Mis mejillas ardían, estaba roja de la vergüenza... **** Después de un largo día de escuela, el padre de Lucas me recogió y nos bajamos en su casa. Lucas tomó mi mano y corrió junto a mi buscando a Marcela.— ¡Mamá!.— doña Marcela estaba sentada en un sofá con su computadora, nos vió y sonrió. — Hola niños, ¿cómo les fue?.— nos sentamos a su lado y Lucas empezó a narrarle su día, seguido de eso fui yo.— me alegra que se portaran bien, ¿Quieres que te vaya a dejar a tu casa, Isa?.— asentí nerviosa. Ella se dirigió conmigo junto a mi casa, me despedí de Lucas con la mano pero él corrió a mí y depositó un beso en mi mejilla, seguido de eso salió corriendo.— ¿Mi hijo es guapo, cierto Isa?.— me ruborice, estábamos a dos metros de mi casa cuando de repente suena un vidrio quebrarse. — ¡Es que no lo entiendes!.— la voz de mamá hacía eco.— ¿Cómo puedes hacerme esto?.— de nuevo sonó un vidrio romperse. — ¡No puedo, Gaby no puedo!.— la voz de papá estaba quebrantada. Doña Marcela y yo estábamos afuera de la puerta, en shock.— ¿Estás bien?.— me pregunta y aprieto un poco su mano. Ella me da una mirada de paz. Ella toca la puerta, y los gritos cesan. Papá sale, su ojo está morado y lágrimas empapan sus mejillas. — Me llevaré a dormir a Isabella por hoy a casa, ¿podrías buscarle ropa?.— habló, sin siquiera mirar a papá. — No puedes llevarte la niña sin pedir permiso primero.— ella levantó su mano junto con su celular. — Pero si puedo hacer una llamada al departamento de niños y familia y reportar que su hija de tan solo siete años está viendo y escuchando violencia doméstica por peleas tontas que sus padres no pueden arreglar, ahora, ¿vas a buscar ropa para la niña o mejor hago una llamada?.— autoritaria, protectora, eso era doña Marcela. Y de pronto mamá salió a la puerta.— ¿Qué sucede aquí?.— mamá estaba desalineada, su camisa estaba sin algunos botones y su cabello despeinado. — Se llevará a Isabella a dormir hoy en su casa.— susurró papá, como si le temiese a Marcela. Mamá arqueó una ceja y la enfrentó.— ¿Quién te crees que eres para venir a exigir algo así?. — ¡Laura! ¡Cálmate! Sigo siendo tu mejor amiga y que tengas problemas con tu querido esposo no significa que yo o la niña tengamos que salir rascando, así que, me llevaré a Isabella hoy.— mamá suavizó su rostro. — Hazlo, iré a buscar ropa. Ninguno de los dos me mira, solo Marcela. Papá y mamá se retira del lugar y enseguida vuelve con una mochila.— Gracias.— agradece Marcela saliendo de allí a toda prisa conmigo. *** Los gritos siguen y los brazos de Marcela y Lucas cubren mi cuerpo, es imposible no escuchar desde aquí si nuestras casas están al lado.— No te preocupes, Is, mañana será un mejor día, te lo prometo.— elevé los ojos. — Deja de hacer promesas que no puedes cumplir, Lucas.— le reclamé y él presionó mi mano. — La cumpliré, ya verás.— susurró apenas audible. — Duerman, mañana será un mejor día.— y sin pensarlo dos veces me quedé dormida. *** Lo logró, logró cumplir su promesa, me ha dado el mejor de los días... Desde que se levantó me ha traído el desayuno a la cama, hemos jugado fútbol, play, hemos corrido y doña Marcela me ha hecho batidos súper deliciosos que me dan una fuerza extraordinaria. Ahorita mismo estoy dentro de la casita del árbol junto a Lucas.— Cumpliste la promesa, Hunt.— él me mira. — Siempre cumpliré mis promesas, Schmidt.— se acercó a mi rostro lo suficiente como para sentir nuestras respiraciones chocar, su rostro estaba tan perfecto, sus labios están delineados y rosados, sus ojos azules deslumbran todo a su paso.— ¡Siempre lo haré! Así me lleve meses o años, a ti siempre te voy a cumplir las promesas. ¿Quién lo diría, no? Efectivamente siempre cumplió sus promesas...

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