Capítulo 5: Salvados por un dios del sexo

1834 Words
Jaime. En el momento en que entré a la casa y vi la situación en la que se encontraba Becca, me enfurecí. Escuché su llamado de auxilio al abrir la puerta principal, pero no fue hasta que la vi que comprendí lo desesperada que estaba por que alguien interviniera. El chico la tenía inmovilizada, y con cada movimiento que hacía, la notaba cada vez más alterada. —¿Qué demonios está pasando aquí?— Espeté, entrecerrando los ojos al hombre que tenía delante. Deseaba más que nada destrozarlo y verlo sufrir en mis manos. Sin embargo, no estaba seguro de por qué deseaba eso con tanta intensidad. Castigarlo, sí, lo haría por cualquier mujer. Pero matarlo... lo hacía sentir más personal. Vi que el joven me miraba por encima del hombro y se mofaba: —Ocúpate de tus asuntos, anciano. ¿Anciano? ¿Quería morir hoy, verdad? Los jóvenes ya no tienen ningún maldito respeto. —¿Perdón?— Me burlé, —Creo que debes marcharte... ahora. Él se rió, y con esa risa, decidí no esperar a que cumpliera. —Me escuchas… Antes de que pudiera decir otra palabra, lo agarré y lo dejé caer al suelo. Mi mano apretaba su garganta mientras lo miraba con furia. —Soy el dueño de esta casa y si no te vas ahora mismo, me aseguraré de que tu futuro en Miami esté terminado. ¿Me entiendes? El miedo se reflejó en los ojos del joven mientras lo miraba fijamente. Se dio cuenta de que había cometido un error y que no había vuelta atrás en lo que había hecho. Antes de que pudiera decir algo más, Trevor y Zane entraron a la cocina y se llevaron al hombre. Ellos estaban a cargo de la seguridad y ya sabían qué hacer sin que yo dijera nada. Quería saber quién era y quién era su familia. Todos pagarían por la falta de respeto que me había mostrado no solo a mí, sino también a Becca. Becca… Al volverme hacia ella, la encontré de rodillas tratando de recuperar el aliento. Estaba conmocionada y parecía estar intentando orientarse. —¿Estás bien?— Pregunté mientras sus ojos se movían para encontrarse con los míos y se ponía de pie temblorosamente. Mi mano se extendió para ayudarla a mantener el equilibrio mientras ella asentía. —Creo que sí—, suspiró. —Lo siento mucho, Sr. Valentino... —¿Cuántas veces tengo que decirte que me llames James?— Mi suave risa la hizo sonrojar. La estaba haciendo sentir incómoda, pero Dios, cada vez que hacía eso, todo lo que quería hacer era besarla. —Lo siento, James—. Ella susurró: —Creo que debería irme. Pasó a mi lado y caminó por el pasillo, pero incluso mientras la veía irse, no quería que lo hiciera. Mis pensamientos sobre ella estaban equivocados, sin embargo, algo acerca de estar cerca de ella me parecía correcto. ******** Becca. —Espera.— Su voz me detuvo en seco y, cuando me di la vuelta, lo vi acercarse a mí. Tenía los puños cerrados y la mandíbula tensa, lo que me inquietaba. —¿Qué ocurre? —No puedo dejarte ir sabiendo que podrías resultar herida. ¿Estás segura de que estás bien? Sus palabras no fueron las que esperaba, pero mi corazón se hinchó al saber que estaba preocupado. —Estoy bien, pero gracias por asegurarte. No es necesario. Sus cejas fruncidas me miraron con confusión. —¿Por qué no tendría que hacerlo? Abriendo y cerrando la boca, traté de encontrar las palabras que se negaban a salir. De repente, tuve miedo de decir algo incorrecto delante de él. —Sé que tu preocupación se debe únicamente a que soy amiga de tu hija. Como aprecio que me hayas salvado de ese tipo... no quiero que te sientas obligado a asegurarte de que estoy bien... —No eres una obligación—. Su respuesta rápida me tomó por sorpresa y cuando el espacio se cerró entre nosotros, encontré mi espalda contra la pared. —Quiero asegurarme de que siempre estés bien. —Gracias.— No había mucho que pudiera decir, pero cuando lo miré, me di cuenta de que era sincero. —Aprecio que hayas intervenido para detenerlo. Dio un paso hacia mí, me rodeó con sus brazos y me abrazó contra su pecho. Este hombre nunca antes me había abrazado, pero algo en la forma en que me sentía en sus brazos me parecía correcto. —James...— susurré suavemente mientras él continuaba abrazándome más de lo que debería. El sonido de su inhalación del aroma de mi cabello fue evidente cuando lentamente se apartó y me miró. —Ninguna mujer merece ser tratada como te trataron a ti, Becca. Como mencioné antes, siempre me aseguraré de que estés bien. Porque mereces ser tratada como una reina. No como una posesión. Sus palabras me tomaron por sorpresa y antes de que pudiera responder, él se dio la vuelta con movimientos rápidos, apretando y soltando los puños mientras caminaba hacia su oficina. No estaba seguro de lo que acababa de suceder, pero había una cosa en la que estaba seguro. James había intervenido para ayudarme de alguna manera. Mis ojos se quedaron mirando hacia el pasillo durante un rato después de que la puerta de su oficina se cerrara. No estaba segura de qué debía hacer a continuación, pero finalmente me di la vuelta y me dirigí lentamente hacia las escaleras, justo a tiempo para ver a Tally coqueteando con un chico. —Tally—, dije con calma mientras intentaba mantener la compostura, —¿podemos hablar? —¡Ay dios mío!— exclamó mientras se giraba para mirarme. —Me estaba preguntando dónde estabas. ¿Cómo te llevaste con él como esperaba? Había una sonrisa en su rostro mientras me guiñaba un ojo que me hizo sentir enojada. ¿Llevarme bien? ¿Estaba hablando en serio? —UH no. Definitivamente no lo hicimos—, me burlé. Atónita por mi respuesta, miró a su alrededor antes de que sus ojos volvieran a posarse en el hombre a su lado. —Bueno, ¿dónde está? Odio. En ese momento, no sentía más que pura hostilidad hacia ella y su comportamiento. Esto era completamente su culpa porque nunca dejaba pasar las cosas ni escuchaba cuando la gente decía que no. Poniendo mis manos en las caderas, negué con la cabeza. —Bueno, considerando que tu padre lo echó de la casa, diría que quién sabe. Su amigo parecía confundido y rápidamente sacó su teléfono, sin duda para llamar al cretino que se me había acercado. —Becca—, dijo rápidamente Tally, acercándose a mí. —¿Qué pasó? Pensé que te gustaba. —¿Estás bromeando?— Jadeé. —Era un maldito imbécil al que no le gustaba nada. No puedo creer que le dijeras que me gustaba después de que te dije que no. Sin previo aviso, el tipo guardó su teléfono e hizo una señal a los demás para que se fueran. Los ojos de Tally miraron a su alrededor, sorprendida por lo que estaba sucediendo, mientras corría tras ellos hacia la puerta principal. Pensar que estaba más preocupada por que se fueran que por lo que me había sucedido… Fue más que desgarrador, considerando que yo era su amiga. Subiendo las escaleras a toda prisa, me dirigí hacia mi habitación, pero antes de que pudiera cerrar la puerta, Tally de repente estaba justo detrás de mí. —¿Qué demonios pasó? ¡Dijeron que hiciste que mi padre lo echara de la casa sin razón alguna! —gritó mirándome como si fuera yo quien hubiera perdido la cabeza. —¿En serio?— Respondí con incredulidad. —De todos los años que me conoces, ¿qué parte de eso tiene sentido para ti? Él me atacó, Tally. Intentó imponerse a mí después de que le dije repetidamente que no estaba interesada. Cruzando los brazos sobre el pecho, se burló de mí. —No lo creo. Es un tipo súper agradable y proviene de una familia muy rica. —¿Es así?— Me reí. —¿Por qué no le preguntas a tu papá? Él escuchó la conversación y puede decirte exactamente lo que pasó. Sin previo aviso, Tally salió de mi habitación y cerró la puerta detrás de ella. No me importaba a dónde iba en ese momento. Ella había dejado en claro que iba a creer en esos tipos antes que en mí. En mi opinión, esa era una línea que no debería haber cruzado. Cuanto más observaba cómo había cambiado nuestra amistad a lo largo de los años, más me daba cuenta de que ella había cambiado, y no precisamente para bien. Era más egocéntrica, más obstinada en sus opiniones equivocadas. Eso resultó asqueroso. No obstante, ambos crecimos con estilos de vida muy distintos. Mi única alternativa era optar entre cortar vínculos por completo o perdonarla y aprender a cuidarme mejor la próxima vez. Una tormenta de culpa y agonía se acumuló en mi pecho, acompañada de una oleada de inquietud. No deseaba perderla, a pesar de sus problemas, porque conocía su verdadera naturaleza, y no era así. Mientras contemplaba mis opciones, suspiré frustrada y me dirigí hacia mi puerta. Pero en cuanto la abrí, la vi allí de pie, con los ojos llenos de lágrimas. —Becca...— Sollozó. —Me lo dijo. Lo siento muchísimo por no haberte creído. Lamento profundamente haber contribuido a que eso ocurriera. Vaya, ¿cómo podía estar enojada con ella ahora? Quería perdonarla, pero al mismo tiempo, no quería que pidiera disculpas solo porque se sentía culpable. Esa no era la disculpa que esperaba recibir. —Tally, te dije que no...— Suspiré. —¿Por qué no puedes simplemente escucharme? Después de todo lo que pasó con Chad, sabes lo que siento acerca de estar con otro hombre. Ella asintió con la cabeza, secando sus lágrimas. —Lo sé. Cometí un error, Becca. No pensé que Alejandro fuera a ser tan idiota. Sinceramente, deberías haberle dado una paliza. —Sí, lo consideré, pero, por supuesto, tu papá intervino y arruinó mis planes— bromeé, rodando los ojos. —Sin embargo, la próxima vez intentaré hacerlo antes de que él aparezca. Ella se rió a la par que se sentaba en el borde de mi cama. —Solo quiero verte feliz de nuevo, Becca. No quiero que vuelvas a buscar el amor por su culpa. Sus palabras tenían una autenticidad que me hizo reconsiderar mi respuesta. Nunca antes la había escuchado expresarse de esta manera. Normalmente, ella pasaba rápidamente por alto los problemas y me decía que los olvidara. No obstante, aquí estaba, ebria y llorosa en mi habitación, cuando debería haber sido yo quien estuviera molesta. Quizás todavía quedara algo de la antigua Tally en ella. A pesar de ello, no estaba lista para bajar la guardia. Algo dentro de mí me advertía que tuviera cuidado.
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