Los ojos de Erika parecían estar a punto de salirse de sus cuencas mientras le iba contando sobre todo lo que había sucedido en el bar. Tenía la cabeza apoyada en una mano, mientras uno de sus dedos le alzaba la ceja, dándole una expresión más desquiciada todavía. A su lado, la expresión de su prometido no era mucho más relajada, Björn mantenía las cejas en V mientras tronaba sus dedos entre ratos.
—Y pues... En resumidas cuentas, eso. Hoy Franz me acompañó a poner la denuncia en la policía para darle fin al asunto. —me encogí de hombros y le di un sorbo a la taza de café que me había servido Björn mientras relata los hechos.
Luego de que a mi amiga se le pasara la histeria inicial al verme, y Franz se marchara, los tres habíamos subido al apartamento. Nos encontrábamos sentados en las sillas del comedor; como todo domingo, el ambiente estaba callado y tranquilo... Ideal para una charla entre amigos, pero ninguno de los dos parecía estar disfrutando del momento, y no podía culparlos, si yo me enterara que alguien había golpeado a Erika y la había dejado con semejante moretón en el ojo... Ya me estarían esposando y metiendo a una patrulla, porque nada me detendría de matar a ese infeliz. Por suerte para todos, mis amigos ahí presentes eran mucho más comedidos y sensatos que yo, sabía que me hubiesen obligado a hacer lo mismo que hizo Franz... Denunciar.
—Debes estar bromeando con nosotros. —comentó Björn, incrédulo.
—¡¿Te parece que eso es una broma?! —exclamó mi amiga señalando hacia mi ojo amoratado. Él se irguió, molesto por el tono de Erika, pero decidí intervenir antes que terminaran peleando por eso.
—Ya, ya, ya... Calma. —agité las manos hacia ellos.
—¿Calma? ¿Acaso no te has visto ese ojo? ¿Cómo quieres que esté calmada?
—Porque ya no hay nada que hacer, Erika.
—Bueno... Eso es cierto. Si ya el hombre está detenido, puso la denuncia y se hizo un chequeo médico... No hay más que hacer.
—Sí, allá en la habitación tengo las radiografías y esas cosas... Yo no entiendo anda, pero el doctor dijo que estaba bien. —agregué para tranquilizarla. Ella torció la boca con disgusto al comprender que su prometido tenía razón al decir que no había más por hacer, aunque yo sabía que eso no le hacía sentir mejor.
—¿Y tu seguro sí cubrió todos los gastos? ¿No me habías dicho que era una basura? —preguntó de pronto.
—Lo es, pero anoche Franz fue mi seguro.
—¿Pagó por todo?
—Sí, incluso creo que hubiese comprado él mismo los medicamentos si no se los hubiesen dado en el hospital.
—Muy amable de su parte. —comentó Björn.
—¿Cuánto fue? ¿Necesitas que te preste para pagarle? —interrumpió Erika.
—No tengo ni idea, y dudo que vaya a decírmelo. Cuando insinué que le pagaría... Enloqueció. —torcí la boca recordando el arranque que tuvo en el auto.
—Y realmente crees que lo hace con buenas intenciones, o... ¿Esperará algo a cambio? —tanto Erika como yo volteamos incrédulas ante la pregunta de Björn.
—No, Franz es solo un buen tipo... Estoy segura que lo hace de corazón.
—Exacto, él siempre se preocupa mucho por nosotras. Aunque para serte sincera no me molestaría hacerle un par de favores para pagar sus atenciones. —agregué finalmente con picardía, cosa que hizo reír a mi amiga, pero el chico pareció no entender.
—¿Favores? —mantenía la frente arrugada mientras alternaba su mirada entre su novia y yo.
—Solo digamos que Allie siempre estará bien dispuesta para hacer cualquier cosa sobre Franz.
—O debajo de él. —agregué, fue entonces cuando él comprendió, y la expresión que puso nos hizo reír a ambas a carcajadas.
—No sabía que te gustaba tu jefe.
—No me gusta de... Ya sabes... Gustar. Solo aprecio sus atributos. Y... ¡Vaya que el hombre tiene atributos!
—Allie pasa gran parte de sus horas de trabajo fantaseando con él.
—¿Fantaseando cómo? ¿Situaciones con él? —preguntó nuevamente. Esta vez fue mi turno de arrugar la frente... ¿Situaciones con él? El muchacho parecía estar haciéndose el tonto en serio.
—Pues... Sí —me encogí de hombros. —. Fantaseo situaciones en su oficina mayormente, ya sabes... En su escritorio, contra la puerta, en ese pequeño sofá que tiene pegado a la ventana... Esa me gustó bastante, supieras... ¡Así! Viendo hacia la calle.
—Excitante. —agregó Erika de acuerdo conmigo.
—Y acrobático, porque no era que estábamos acostados en el sofá. — Björn torció la boca al darse cuenta que nos estábamos riendo a su costa.
—Vale, vale... Ya entendí. Yo mejor voy a hacer los mandados que me faltan mientras ustedes... Siguen en lo suyo. —se puso de pie palmeándose las piernas.
—Vale, cielito... Que tengas una linda tarde. —se despidió Erika girándose un poco en la silla para darle un beso.
—Igual ustedes. Llámame cuando estés lista para irte, y tú... —miró hacia mí, alzando sus cejas. — Deberías acercarte más a la palabra del señor.
—Lo hago. Solo que... Puede que sea el señor equivocado. —lo miré con gesto inocente, pero no pude mantenerlo por mucho tiempo después de que Erika soltara su escandalosa carcajada.
—Ustedes son un caso perdido. —puso los ojos en blanco antes de girarse para salir del apartamento.
—Mi pobrecillo terroncito de azúcar... Nunca aprendió a llevarte. —comentó ella mientras se secaba con las manos las lágrimas que se le habían escapado.
—Lo sé... Extrañaré meterme con él.
—Yo también lo extrañaré, siempre me gustó la dinámica entre ustedes.
Sonreí al escucharla. No me había detenido a pensar en él, pero también lo extrañaría. Björn era el chico más correcto, majo y elocuente que había conocido en la vida, apostaría que en todas mis vidas; usaba palabras como circunspecto y díscolo en una conversación normal; yo, en cambio, era bastante liberal y corriente... Incluso vulgar cuando estaba de malas, y nuestras personalidades chocaban a diario, él siempre terminaba escandalizado cada vez que yo abría la boca, cosa que me divertía muchísimo... Así que explotaba esa fuente de diversión a más no poder.
—Me enfoqué tanto en el hecho de que te extrañaré... Que no me había detenido a pensar que él también se irá. —comenté con tristeza. No perdería a uno, sino a dos grandes amigos.
—Allie... Hay algo que tengo que decirte —el tono de Erika había entristecido también, y eso me puso alerta. Ella sostuvo mi mirada unos segundos antes de hablar nuevamente. —. ¿Recuerdas que te dije que Björn comenzaría en la empresa dentro de dos semanas? Pues... Lo llamaron y le pidieron que estuviera este lunes a primera hora.
—Pero... Eso es mañana. —abrí los ojos de par en par mientras la veía asentir lentamente.
—Tomaremos un vuelo hoy en la noche —sus labios se convirtieron en una fina línea sobre su rostro. —, por suerte ya habíamos instalado gran parte de las cosas allá... Todo lo demás mamá lo irá mandando en el transcurso de la semana.
—Creí que tendríamos más tiempo para... —mi voz se fue apagando al comprender que ya solo me quedaban un par de horas con ella.
—Lo sé, mi plan era aprovechar tu días libres en el bar para hacer de las nuestras una última vez, pero... no se podrá así. Por eso vine, para despedirme antes de que te fueras a trabajar y a recoger un par de cosas que me faltaron. ¿Debes irte pronto, no?
—De hecho no... Franz me dijo que si me veía por el bar hoy me despedía. De hecho, según sus palabras, no debería ni siquiera estar pensando en el bar justo ahora. —sonreí, intentando ponerle algo de alegría al momento, pero era una labor bastante difícil.
—Eso es genial entonces, así podemos... Pasar toda la tarde juntas —eso pareció alegrarla un poco. —, no es lo que quería, pero es mejor que nada... ¿No?
—Sí, es mucho mejor que nada.
***
Cuatro horas después, estábamos desparramadas en mi cama, con los pies apoyados en la pared, un par de bolsas de frituras a nuestro alrededor y una caja de servilletas desechables entre las dos. Estábamos llorando a mares mientras veíamos hacia el techo.
—¿Qué se supone que voy a hacer sin ti, ahora? —le pregunté gimoteando.
—¿Y qué se supone que haré yo sola en Budapest? —fue la respuesta que me dio en el mismo idioma que yo había utilizado, es decir... Más balbuceos que palabras entendibles.
A lo largo de nuestra vida juntas claro que Erika y yo habíamos pasado temporadas separadas. Ella solía hacer viajes anuales con su familia, pasaban sus vacaciones en Grecia, París, Río... Incluso Tokio; y cuando su relación con Björn se formalizó ella empezó a pasar fines de semanas fuera de la ciudad junto a él; nos habíamos despedido otras veces, pero el caso es que esto no podía compararse, porque esas despedidas siempre eran resguardadas por su retorno seguro, este en cambio... No lo tenía. Y si bien Budapest quedaba a menos de siete horas de distancia, no es como que yo pudiera darme el lujo de salir del país cada vez que me apeteciera, sin mencionar que ahora ella sería una mujer casada, en prácticamente todos los aspectos menos en el papel; no podía simplemente aparecerme a cada rato por allá y pretender que pasaran su tiempo conmigo, ellos debían tener su espacio ahora y yo tenía que respetarlo.
Pero nada de eso lo hacía más sencillo, porque más que una amiga... Erika era como la hermana que nunca tuve, estaba perdiendo una parte de mí, se estaba alejando quien fue mi luz y mi sombra durante tantos años, y no estaba mentalmente preparada para decirle adiós aún, y sin embargo me tocaba hacerlo.
—Pues... Salir a conocer la ciudad, y mandarme muchísimas fotos para morirme de la envía.
—¿Salir a conocer? ¡No pienso dejar el apartamento! Yo no sé hablar húngaro, no voy a ir a hacer el ridículo.
—¡De eso nada! Tienes que salir y conocer a muchas personas.
—Dudo que encuentre mucha gente que hable alemán.
—Pues entonces sé la exótica extranjera... A mí me funcionó cuando llegué aquí.
—Tú tienes llamas en lugar de cabello, Allison... Llamarías la atención en cualquier parte. Además, me mudo dos cuadras a la derecha, no a Ecuador... Ser alemana no tendrá nada de exótico por allá. —puso los ojos en blanco mientras sacudía sus manos al aire.
—Pues entonces hazte amiga de quien hable inglés, o aprende a hablar húngaro rápido, pero déjate de tonterías.
—Es que... Yo no quiero otros amigos.
El llanto empezó otra vez. Pero yo sabía que aquello llegaría tarde o temprano, solo que me imaginé que la crisis iniciaría una vez instalada en la nueva ciudad. Erika siempre fue, y me temo que siempre será una oruga que se niega a salir de su crisálida; sí, había viajado a muchos lugares del mundo; y sí, era una persona simpática y una elocuente conversadora, pero al mismo tiempo era una persona reservada, su grupo de amigos era bastante exclusivo y limitado, ella conocía muchas personas pero tenía pocos amigos, y así había sido siempre.
Esa fue la razón por la que al conocernos y hacer buenas migas... Jamás me soltó. Salvo por la nuestra, cualquier otra relación que aún mantenía con chicos de la preparatoria era bastante superficial. Incluso Björn había sido su único novio, mientras yo pasé mi temprana juventud aprovechando cada onza de mi belleza para conquistar a todos los chicos que me vinieron en gana, ella había optado por cerrarse a los avances de cualquiera; Björn era hijo de algún amigo de su padre, y tuvo que esforzarse dos años enteros para que ella finalmente aceptara salir con él como algo más que amigos.
Erika era tan cerrada y chapada a la antigua que incluso yo me sorprendí la primera vez que me levanté y me encontré con que Björn había pasado la noche en el departamento, si alguien me hubiese preguntado... Habría apostado a que mi amiga llegaría virgen al matrimonio. Por más que intenté hacer que se soltara... Nunca pude sacarla de su refugio, y ahora que se estaba lanzando de cabeza al matrimonio y a la convivencia en pareja... Sabía que ya todo el asunto estaba perdido, aunque en el fondo sabía que no todo saldría tan bien como ella quería creer.
—Escúchame, Erika... Sabes tan bien como yo que esto es algo bueno, vas a llegar allá y tendrás la fortuna de conocer nuevos lugares... Nuevas personas, y necesito que le des una oportunidad real a todo eso. Quiero que salgas, quiero que consigas un empleo, que sigas estudiando, que... No sé, que disfrutes cada momento. Prométeme que no te vas a encadenar al interior de tu departamento ni a limitarte a solo interactuar con Björn, eres joven Eri... No te vayas a aislar por querer jugar a la casita solamente.
De inmediato me arrepentí de lo que dije, era justo lo que pensaba, pero la expresión que puso me hizo entender que quizás debí elegir mejor mis palabras.
—No voy a jugar a la casita, Allison. Sé que crees que estoy cometiendo un error, que tengo pocas ambiciones...
—Nunca dije eso.
—No hace falta que lo hagas. Te conozco, y sé que para ti si una mujer no anda por el mundo haciendo lo que le place y siendo dueña de su propio mundo... No es nadie. Pero yo tengo mis inversiones, he firmado un par de acuerdos, que no figure como la imagen de ellos no significa que alguien me esté pisoteando, yo así lo he decidido. Y con relación a lo que deseo... No quiero pasar mis días en una lucha constante con Björn para demostrar quién manda a quien, yo sé cuál es mi aporte a la relación, así como él sabe cuál es el suyo, nosotros funcionamos bien aunque tú no puedas entenderlo. Quiero una vida tranquila, quiero hijos, y quiero poder criarlos yo misma, quiero trabajar desde casa mientras preparo la cena para mi familia, y querer eso no me hace estúpida, que mis sueños sean más simples que los tuyos no los hace menos importantes.
Me quedé en silencio unos segundos, sintiéndome como una basura. Aquella era la primera vez que me hablaba tan francamente sobre nuestra distinta forma de ver el mundo, por lo general siempre bajaba la cabeza o desviaba el tema, pero supuse que si esta iba a ser la última charla que tendríamos antes de que las cosas cambiaran... Estaba aprovechando de dejar claros sus argumentos, así que yo respiré y procuré dejar claro los míos de una forma menos conflictiva.
—No quise ofenderte, Erika. Yo solo quiero...
—Que piense bien las cosas para que no cometa errores... Lo sé. Créeme que lo tendré en cuenta siempre. ¿Puedo y darte un consejo también?
—Adelante.
—Ábrele las puertas al amor.
—Yo no me estoy negando a nada. — respondí poniendo los ojos en blanco... Siempre era lo mismo con ella.
—Si lo estás, pero no voy a discutir eso. Solo quiero que dejes de pensar que todas las relaciones terminarán como la de tus padres, que dejes de pensar que el amor es una pantalla.
—Lo es, ya te conté lo rápido que cambió mi madre el amor por el dinero y el estatus.
—Tu madre es un caso aparte. Y no te estoy pidiendo que corras a casarte con cualquiera después de tres citas, solo quiero que me prometas que dejarás de creer que bajar la guardia con alguien es volverte débil, o que pierdas tu futuro si te enamoras. Sé que piensas que alcanzar el éxito es más importante que el amor, pero no lo es... Al menos no como tú lo ves.
—Vamos Erika, sabes que no me va mucho todo el asunto del romanticismo, es lindo que tú lo encontraras, créeme que soy feliz por ti, pero... Te aseguro que yo no necesito nadie que me mime, ni esas cosas. Supongo que eventualmente encontraré alguien con quien se me haga fácil asentarme, pero por ahora... Estoy bien. —me encogí de hombros.
Toda la idea de la vida en pareja, matrimonio y esas cosas... Prefería no pensarlas, no eran prioritarias para mí. Buscaba a alguien cuando consideraba que necesitaba atención, pero eso nunca duraba más que unos pocos meses, había llegado a la conclusión de que las relaciones estables no eran lo mío, y luego de sentirme como una escoria por haberle roto el corazón a un par de chicos, decidí no intentarlo más, tampoco era mi intención herir a nadie.
—Sé que no necesitas de nadie que vele por ti. ¿Pero sabes que sí necesitas? Alguien a quien proteger —eso me hizo apartar la mirada del techo y mirarla extrañada. —. Necesitas alguien a quien cuidar y a quien amar. Cuando encuentres eso... Tu modo de ver las cosas cambiará, y sé que lo encontrarás, pero... ¿Puedes prometerme que cuando lo hagas no vas a huir despavorida?
—Vale. Te prometo que si encuentro alguien que llegue a importarme tanto... Me quedaré. No puedo prometer que funcione, pero al menos lo intentaré.
Ella sonrió satisfecha y apoyó su cabeza en mi hombro. Después de eso pasamos un rato en silencio, simplemente una al lado de la otra, mirando al techo cada una sumida en sus pensamientos, sin querer romper el momento... Sabíamos que era el último, y en silencio intentábamos que durara para siempre.