Despertar para ir a la escuela era un total reto para mí. Pero lo hacía. Todavía espero los aplausos.
Tome un baño, recogí las primeras prendas que vi, ate los cordones de mis zapatillas, agarré mi mochila y bajé hacia la sala. Mi tío estaba allí, me miró de arriba a abajo y sentí un escalofrió aterrador en mi piel. Nunca me había hecho nada, pocas veces me ha dirigido la palabra, pero de todos modos sentía que este hombre era un hijo de perra. Uno creería que, al tener mucho dinero, sería un padre y un esposo presente, cariñoso, no le falta nada, no tiene razón para tener esta cara de amargado, pero las apariencias engañan.
Mi padre no tenía nada y era un desgraciado. Mi tío tenía todo y también lo era. Cuando uno no nace para ser padre, no lo hace y punto, no importan los bienes materiales, los bastardos te arruinan la maldita psiquis.
—Buenos días. Yo... Voy a esperar afuera a Jessi —Mostré mis dientes intentando formar una sonrisa, pero no me salió bien, estoy segura que parecía un perro rabioso mostrando sus dientes, todavía no aprendí a fingir ser agradable. Me di la vuelta con intención de correr hacia la puerta principal apenas desapareciera de su radar visual, pero no pude dar ni un paso lejos cuando me hablo.
Soy lenta.
—No, espera Celina, toma asiento ¿quieres café? —ofreció y todo dentro de mí decía a gritos «Di que no». No solo porque parece ser una mala persona, sino porque mi habilidad social es nula, más cuando hace menos de una hora me levante de la cama. No tenía fuerza para mantener una conversación coherente.
—Vale...
Me senté lejos de Dave, mientras él llamaba a Martha, la que atendía a los dueños e invitados de la casa. Yo nunca le pedía nada a ella, nunca podría, tenía pies para buscar lo que necesitaba y nunca iba a molestarla con cosas como traerme un simple café. En aquella situación, no podía hacer nada por ella, ya que el que le está pidiendo el café es el gilipollas de mi tío.
Martha se retiró y Dave fijó su mirada en mí, supuse o me dio la impresión que trataba de intimidarme, pero no le salió muy bien, ya que no corté mi mirada indiferente de la suya, aunque mis ganas de preservarme querían sucumbir a agachar la cabeza.
— ¿Sabes? Al principio me opuse un poco a tu estadía a aquí —«¿Un poco?»—. Pero veo que eres una chica tranquila y no causaras problemas, ¿cierto?
Pensé un par de segundos antes de responder. Noté su tono amenazante, era como un «Ocasionas problemas y aparecerás en una zanja» ... Está bien, no creo que sea capaz de matarme o siquiera lastimar a alguien, pero por su accionar en este momento, me doy cuenta que mi intuición de su personalidad era cierta, no es buena persona.
— ¿A qué se refiere con problemas, Señor? —Sabía que mi voz no sonó amigable y tampoco pretendía que así fuera. Sentía mi cara ardiendo con furia en progreso de llegar a tope. Tenía intenciones de pasar mi último año de secundaria en tranquilidad y normalidad, por lo visto atraigo rechazo en las personas, tal vez yo saco lo peor de ellos, porque no puede ser factible que cada vez que hablo con otro ser humano sea para provocarles desdén.
—Como verás, mi esposa y yo no estamos en los mejores términos y en este momento no necesito a alguien que empeore aún más nuestra situación. Me refiero a que tú no pondrás más en mi contra a mi esposa. Su comportamiento de anoche fue totalmente fuera de lugar y si aun estas aquí, es un milagro. Cuídate, en serio, no soy un hombre paciente —Comió de un mordisco la tostada casi terminada al lado de su mano. Luego, limpio con su pulgar la comisura de sus labios, con una seguridad que me daba ganas de vomitar.
—Yo no pongo a nadie en contra de nadie, señor, yo... —«Usted sólito metiendo la polla donde no correspondía se puso en contra de mi tía» Iba a proseguir y mandarlo al diablo, pero me detuve, no podía permitirme insultarlo ni reprocharle—. Me comportare, no volverá a pasar lo de anoche.
No sé de dónde había agarrado la fuerza para decir eso, pero ya lo hecho, hecho esta. Él trataba de mantener su petulancia a flote. No se esperaba que yo fuera complaciente, logro lo que quería, tener otra mujer sumisa en la casa.
—Muy bien, puedes irte si quieres.
Volví a acomodar mi mochila en mi hombro y me fui hacia la puerta principal dejando a Dave, con un gesto petulante en su rostro. Justo en el momento que empecé a abrir la puerta, apareció Jessi detrás de mí con una sonrisa bastante falsa.
— ¿Lista? —preguntó cogiendo su móvil y escribiendo un texto.
—Sí —respondí mirando de reojo el lugar donde había dejado a su padre más feliz que nunca. Salí de la casa hacia el auto de Jessi y esperé que abriera la puerta. Se tomo su precioso tiempo para hacerlo ya que estaba más preocupada en escribir un maldito texto que no llegar tarde a nuestra clase de Literatura.
—Jessi... Llegamos tarde —Le dije entre dientes.
—Que histérica eres —Puso los ojos en blanco y destrabó las puertas. Entré y ella dio unos pasos bastante lentos —A propósito— para subir al maldito auto.
Padre e hija son parecidos, igual de detestables cuando querían.
Considere volver a casa muchas veces, no me gusta estar en lugares donde claramente no soy bienvenida, pero si vamos al caso, en casa tampoco soy la luz de los ojos de mi padre, de hecho, todo lo contrario. Tengo que pensar todo el tiempo cual es el peor de los males y todas las veces llego a la misma conclusión... Si volvía a casa iba a matar a mi padre y no iba a poder cuidar a mi madre entre rejas.
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