(Dante)
Estoy abriendo la puerta de la casa en el mundo espiritual y Bea me sorprende al correr hacia mí ni bien me divisa pasando el umbral. Extiendo los brazos para recibirla y le doy mi sonrisa, esa que le gusta porque dice que me veo coqueto. Ella deja un beso en la punta de mi nariz y me hace reír al recordar que cuando empezamos nuestra relación, a la edad de catorce años, a ella le daba vergüenza besarme en los labios y prefería dejar un beso sobre mi nariz. La alegría que me llega por ese recuerdo hace que la cargue en mis brazos y la lleve hacia la habitación. Ella está sonrojada y comienza a decirme: «Lo siento». No entiendo por qué se disculpa, hasta que veo un pequeño cuerpo dormido sobre nuestra cama.
- Como nuestro primer desayuno siendo familia salió muy bien, le pedí a An
