Edmond no podía saber que su propio hijo estaría haciendo un trabajo idéntico al suyo, aunque en un lugar y una época diferentes. * * * Durante los meses siguientes, el cazador furtivo-trabajador de la catedral se presentó cuando se le requirió, realizó sus tareas con diligencia y cobró un salario. Sin embargo, no tenía mucho dinero: su taberna habitual estaba situada en el camino de vuelta a casa. Cuanto más ganaba, más bebía. * * * Una tarde, se sentó en su mesa favorita de la taberna. El día había sido gratificante: un saco de anguilas se vendió pronto en el mercado, y su bolsa de dinero estaba llena de monedas. Esa misma semana también había trabajado cuatro turnos moviendo bloques de piedra. Su mundo era un lugar agradable. "Edmond, ¿te importa si me uno a ti? Un hombre no deberí