"Padre, he pecado". No hubo respuesta del otro lado del confesionario. "Más vale que sea Caron... no quiero que nadie más sepa mis asuntos". "Más vale que sea Caron... no quiero que nadie más sepa mis asuntos".Repitió, en un tono ligeramente más alto, "Padre, he pecado". "Dios te bendiga, hijo mío. ¿De qué pecados te arrepientes?” "Ah, es usted, padre Caron", siseó, luego, recomponiéndose, "Confieso la ira. Mi mujer hizo comentarios en nuestra conversación que me parecieron... um... irrespetuosos, y le levanté la mano. Aunque ella se lo merecía, me doy cuenta de que me comporté mal, así que confieso mi enfado. Cualquier marido habría hecho lo mismo - " "Silencio, hijo mío. No te pido explicaciones, ni tampoco el Buen Dios, que nos escucha y perdona a los pecadores sin juzgarnos. ¿De